La piba de quince

Poema lunfardo

¡Por fin se le declaró!
Fue a la salida de la corte.
Ligero como resorte
a su lado se apareó...
-No me siga, suplicó,
que papá me puede ver...
Y el caso ha sido que ayer
ella fue quien lo esperó.

Le dio el nombre de Isabel...
(y se llama Encarnación)
hasta saber la intención
y los fines que trae él...
Y acariciando el clavel
—que muy galante le trajo—
presiente que ya son bajos
los tacos del carretel...

Tiene los quince cumplidos
y ya se siente mujer...
No sabe si va a querer
al novio que le ha salido...
—¡Y está el pobre tan metido!...-
dice, sin dar importancia
a una amiga de la infancia,
mientras se arregla el vestido...

Tempranito anda peinada
y barriendo la vereda...
Ni un minuto ya se queda
en la escoba recostada...
Al salir da una mirada
si están derechas las medias
y se va para la feria
con la ñata levantada.

Hace las cosas cantando;
hay un algo que la empuja...
le cuesta enhebrar la aguja
porque el hilo va temblando.
Se escapa de vez en cuando
a mirarse en el espejo...
y allí frunce el entrecejo
para irse acostumbrando.

Ya no quiere oír hablar
de saltos ni de rayuelas;
eran “cosas de la escuela”,
hoy ya tiene en que pensar...
¡Con que fuerza han de empujar
los sueños del corazón
que el sweter color salmón
ya se empieza a levantar!...

¡La angustia que ha de sentir
cuando él le haga “la pera”!
¡De mirar que nunca llega!...
-¡Si dijo que iba a venir!-,
se volverá a repetir
como único consuelo
y haciendo un nudo al pañuelo
hará fuerzas por reír.

Le va a hacer una cantada
si se viene a rebajar...
y esta dispuesta a cortar:
¡tiene novios a patadas!
Pero esa noche, la almohada,
confesionario sincero
le descubrirá un puchero
de su boca mal pintada...