La historia de siempre

Tango

No batió ni ¡salute!", como estaba cabrera
hizo un lío de pilchas, secóse un lagrimón,
se miró en el espejo, campaneó la catrera
y taqueando apurada los patios pasó.
No la fue de serena, se le hacía que todos
palpitaban lo fule de su resolución.
Cuando estuvo en la puerta dijo:
De todos modos
donde quiera que vaya estaré yo mejor.

Llegó el coso cansado del laburo y haciendo
un esfuerzo inaudito en un papel leyó:
"Porque estoy hasta el tope de vivir padeciendo
me decido dejarte. Perdoname. Margó."
Fue tan seca la biaba que la mente turbada
como herida de muerte al momento quedó.
Reaccionó de repente: iba a ir a buscarla,
mas como era canchero, al impulso lo ahogó.

Ya ni cierra la puerta, tiene el pálpito fulo
que a la larga o a la corta al bulín volverá.
Él no ha dicho ni medio, pero con disimulo
en el patio comentan lo cambiado que está.
Porque ella no vuelve y se extingue una vida
en la tarde tranquila y bendecida de sol.
Es la historia de siempre: una mina perdida
y una pobre esperanza conservada en alcohol.


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