TEMAS AQUÍ MENCIONADOS
Barro Tango
Gitana rusa Tango
Los despojos Tango
Nada Tango
Por
Julio Nudler

Gitana rusa - La gitana judía

ómo fue que un tango llamado “Tus ojos”, escrito en la Ucrania de 1940 por un tal Saverio Sadán para su flamante nuera en Buenos Aires, terminó siendo el mayor éxito de la orquesta del bandoneonista Juan Sánchez Gorio, quien lo registró como propia bajo el nombre “Gitana rusa”.

«Tengo algo sorprendente para vos, que te entregaré en Buenos Aires», me dijo Juan Carlos Cáceres por teléfono, desde París. Días después colocó delante de mí, sobre una mesa del Tortoni, cinco amarillentas hojas pentagramadas, escritas en tinta negra. Se trataba de un tango, fechado el 10 de agosto de 1940 en la pequeña ciudad ucraniana de Umañ, a medio camino entre Kiev y Odessa. Los textos estaban en ruso. De título, “Tus ojos”, y una dedicatoria «a la querida Celia». La música pertenece a un tal Saverio Sadán, y en la última cuartilla hay una extensa letra firmada por D. M. Glinberg. Pero esas notas manuscritas por un desconocido no suenan nada extrañas. Son las de un tango que alcanzó gran popularidad en la Argentina a partir de 1942 y fue el mayor éxito de la orquesta del bandoneonista Juan Sánchez Gorio y su cantor, el uruguayo Luis Mendoza: “Gitana rusa”. Hasta el momento en que Cáceres depositó sobre la mesa el ajado original no había por qué dudar de que Sánchez Gorio lo había compuesto, aunque fuera su única pieza perdurable. Pero la historia de este tango no es menos exótica que su tema, y puede contarse así.

El pelirrojo Demetrio Sadán, quien llegó a encabezar la sección Cables en el diario Crítica, nació en Ucrania en 1910. Su madre lo abandonó a los pocos meses al separarse de su padre, Saverio, un judío que, para variar, era violinista. Mientras tanto, ella emigraba a Buenos Aires convertida en mujer de un diplomático argentino. Tras la Revolución Rusa y la subsiguiente guerra civil, Demetrio fue enviado a reunirse con su madre en la Argentina, para lo cual debió realizar solo, con apenas once años, una interminable travesía en tren y en barco. Aquí egresó ocho años después del Liceo Internacional de Olivos, e ingresó a Crítica. En 1938 se casó con su secretaria, Celia Piva, y dos años más tarde recibió desde Ucrania, como obsequio del padre para la desconocida nuera, un melodioso tango de corte europeo que Saverio —vuelto a casar, a todo esto, con una cantante lírica judeo-polaca— había compuesto, y al que un amigo suyo había adosado una letra muy romántica, que evocaba una cita de amor en primavera, entre árboles y bajo las estrellas.

Queriendo darle algún destino, Demetrio le entregó la obra de su padre a un amigo suyo, Horacio Basterra, quien por entonces estaba iniciando su carrera de exitoso letrista. Firmando como Horacio Sanguinetti escribió tangos tan apreciados como “Nada”, “Tristeza marina”, “Barro” o “Los despojos”, entre otros muchos. Demetrio le había dado la libertad de hacer con aquellas cuartillas lo que quisiera. Y, por lo visto, Horacio decidió confiarlas a Sánchez Gorio, y adosarles una nueva letra, en español, que se convertiría en un buen exponente del kitsch. Su protagonista es una gitana rusa que busca por las tabernas a su cosaco, pero ya no podrá encontrarlo, porque éste se suicidó arrojándose al Don.

Sánchez Gorio retocó mínimamente las notas y registró con Sanguinetti la pieza como propia. Cantores como Orlando Medina y Oscar Serpa contribuyeron al rápido suceso de este pegadizo tango de sabor eslavooriental. Muchos años más tarde, Cáceres, entretanto casado con la hija de Demetrio, tocó en el piano para su suegro la composición original de Saverio. Pero al Colorado no le gustó: tenía metida para siempre en el corazón la versión rítmica y contundente de Juan Sánchez Gorio. De Saverio el violinista no se había sabido nada más, salvo que fue muerto por los nazis.