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Pan comido Tango
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Por
Gaspar Astarita

Dos amigos: Enrique Dizeo y Celedonio Flores

ertenecieron, por edad, a la misma generación: Dizeo nació en 1893 y el Negro Flores en 1896 y, por supuesto, los dos en Buenos Aires. También estuvieron estrechamente vinculados —por temperamento, por sensibilidad y por cronología histórica—, a la misma corriente letrística que, arrancando con Pascual Contursi, dio posteriormente al tango el acentuado y colorido tono lunfardesco que caracterizó sus primeras expresiones cantables.

Ambos venían de barrios orilleros: Dizeo de San Cristóbal, Celedonio Flores de Villa Crespo. Y los dos habrían de nutrirse en la calle, en ámbitos ciudadanos con tertulias de esquina y almacén. Y también fueron hombres de la milonga, de las timbas y los hipódromos.

Todas las criaturas y los sucesos entrevistos en esa atmósfera —en donde nunca faltó el amor y el drama— fueron llevados al tango en páginas que están resistiendo el olvido.

No pretendo equipararlos intelectualmente, Celedonio tuvo más vuelo lírico. Su tono fue más empinado, más viril, más dramático. Sus tangos horadaron el terreno de la poesía.

Los de Enrique Dizeo —no por ello menos tangos— se mantuvieron en el estricto ámbito de la letrística, que es donde se mezcla el arte y la artesanía. Pero la riqueza verbal, las palabras y los giros lunfardos empleados con naturalidad y ese tono entre canchero y humorístico que campea en muchos de sus escritos, que denuncia en su preciosa aleación al hombre de orilla y asfalto, es bastante similar en ellos.

Los dos fueron también apasionados por el juego, pasión que dejaron reflejada en su lenguaje.

Celedonio fue hombre de carpeta, «de timbas llenas de cigarrillos, en el monte con puerta, a salto y carta», como señalara Cátulo Castillo.

A Enrique Dizeo, en cambio, «le tiraron los burros». Su tango “Pan comido”, como dijera mi amigo Abel Darago, «parece escrito desde la popular del hipódromo de Palermo».

Y los dos fueron amigos. Y ambos dejaron testimonio de esa amistad a través de sendos envíos poéticos.

Aquí están los dos, extraídos del libro Cuando pasa el organito, de Celedonio Flores (editorial Freeland, Buenos Aires, 1965).

TROVERO
A C. Esteban Flores, con el mayor gusto.

Es el coplero del pueblo escondido en la barriada.
¡Cuántas endechas caneras dispersó su inspitación!
Zorzal que trina a la gurda, sin pulimento ni nada
lo que brinda tiernamente su sensible corazón.

El canyengue del terruño, lejano del populacho
en su jerga arrabalera no hay quien le gane a cantar.
Bate el justo “Mano a mano” que tiene coco el muchacho;
¡si es un bate, sensa grupos, se sabe bien apilar!

Expresivas sus milongas cuando habla de la percanta
que se juega los morlacos del otario a la marchanta
como idem el gato maula con el mísero ratón.
Conoce la gente pobre, las casitas de dos piezas donde hay cachos de dulzuras y pedazos de tristezas.
Donde Evaristo carriego volcó toda su emoción.


ENRIQUE DIZEO

PUNTO ALTO
A Enrique Dizeo, agradecido.

No hay plazo que no se cumpla, ni deuda que no se pague,
ni chorro que bien tapeado no resulte batidor,
ni bolita que no ruede, ni llama que no se apague
ni corazón que resista el encanto de un amor.

Esto, va pa'que no digas que me gasto haciendo espuma
que soy desagradecido y un cantor de dos por tres;
estaba juntando ideas como el pato junta plumas
para hacerte una nidada como te la merecés.

Yo te tengo relogiado los mil en cincuenta y nueve
sé que vas a la distancia sin sentir el handicap
el que diga que tu musa por canera no conmueve
confunde Pepe el Herrero con Cyrano Bergerac.

Vos dejá que otro le cante a la dama presumida
a la albura de los cisnes, al encanto de Trianón;
cada cual hace su juego en el monte de la vida
y se apunta a la baraja que le canta el corazón.

¿Qué sabemos de marquesas, de blasones y litera
si las pocas que hemos visto han sido de carnaval?
Que nos pidan un cuadrito de la vida arrabalera
y acusamos las cuarenta y las diez para el final.

Vos sos púa, tenés alma y en lo rante estás "chipola"
no aflojés aunque se bronque algún clásico fifi.
Cuando estemos bien palmados, cuando nadie nos dé bola
yo te haré un soneto rante en una tirada sola
y vos otro para mí...


CELEDONIO FLORES

Publicado en la revista Tango y lunfardo, número 89, Chivilcoy, 16 de diciembre de 1993.