Por
Ricardo García Blaya

El Cantor del Tango: Su evolución en el tiempo - El solista consagrado

olamente como resultado de un rutilante éxito, y no en todos los casos, un cantor de orquesta podía llegar a solista y dueño de su propia formación instrumental.

Fueron muchos los rubros famosos, pero la disolución de los mismos nos enseñan de orquestas que desaparecen por la partida del cantor o que por esa causa decaen muchísimo, y vocalistas que al irse pasan al olvido o a un plano muy menor cuando intentan su etapa de solista.

De todos modos en el fin del '40 vemos levantar vuelo y armar sus propias agrupaciones musicales a cantores de la talla de Alberto Castillo, Alberto Marino, Ángel Vargas y Francisco Fiorentino, todos ellos famosos y exitosos que continúan su trayectoria como grandes solistas.

Es cierto que los expertos los prefiere en su anterior condición, pero no es menos cierto que nos dejaron, en esta nueva etapa, algunas versiones antológicas.

Alberto Castillo con su orquesta dirigida por Emilio Balcarce en “Yo llevo un tango en el alma”, de Osvaldo Sosa Cordero en 1945.

Alberto Marino con su orquesta para sus versiones de “Mariposita”, de Anselmo Aieta y Francisco García Jiménez, grabado en 1954 y “Del suburbio” de Oscar Sabino y Víctor Lamanna en 1955.

Ángel Vargas con su orquesta dirigida por Armando Lacava en “Ya no cantas chingolo (Chingolito)”, de Antonio Scatasso y Edmundo Bianchi, en 1953.

Francisco Fiorentino con su orquesta dirigida por Astor Piazzolla en “Viejo ciego”, de Sebastián Piana y Homero Manzi en 1946.

Por primera vez en la historia del tango el cantor somete a la orquesta, propia o contratada, la pone a su disposición para su lucimiento y termina de este modo —parecería para siempre— el viejo predominio.

Otros excelentes cantores de orquesta llegaron a ser más importantes en su etapa solista, tal los casos de Edmundo Rivero y Roberto Goyeneche, ambos ex vocalistas de Horacio Salgán, primero, y Aníbal Troilo, después; Héctor Mauré, ex Juan D'Arienzo o Miguel Montero y Jorge Vidal ambos provenientes de la orquesta de Osvaldo Pugliese.

Pero hubo muchos otros, la mayoría, que llegaron a solistas un poco tarde, cuando ya el tango no era convocante de la juventud y su declinación los terminó arrastrando inexorablemente.

El caso de Alberto Morán es curioso. Su etapa más importante y valiosa fue sin duda cuando cantaba para la orquesta de Osvaldo Pugliese, pero ya solista y acompañado por la orquesta de Armando Cupo, mantuvo su éxito y por momentos hasta lo superó. Y pese a la temprana declinación de su garganta sus seguidores nunca lo abandonaron. Algo similar ocurrió con El Polaco Goyeneche de los últimos años.

Otros grandes que llegaron a ser importantes solistas fueron Julio Sosa —ex Francini-Pontier—, quien tuvo el mérito de resucitar el tango en los difíciles años sesenta; Floreal Ruiz que fue cantor de importantísimas orquestas y terminó siendo una estrella con brillo propio hasta el final de sus días, Roberto Rufino considerado maestro de cantores por sus propios pares y Argentino Ledesma, ex cantor de Héctor Varela que a partir del éxito de “Fumando espero”, tango de Juan Viladomat y Félix Garzo, hizo una exitosa carrera profesional, vendiendo muchos discos.