Por
Roberto Améndola

Los tangos gemelos

o hay certeza absoluta acerca del origen del tango. Se han formulado muchas teorías que se aproximan a la realidad y que tienen puntos de contacto entre sí, con datos fidedignos o presuntos, pero no existe un relato definitivo.

Intervinieron en la conformación de nuestra música popular diversas circunstancias que confluyeron para consolidar lo que conocemos desde hace más de un siglo como Tango.

En la ópera, por ejemplo, se preparó previamente a través de muchos experimentos realizados por entendidos la trama de lo que se quería crear. Y así, un día determinado de 1598 en Florencia, se interpretó por primera vez una ópera (Dafne), que luego con los años se fue adaptando a los tiempos, a las distintas naciones e idiomas y a los gustos cambiantes de los pueblos sin dejar en absoluto de ser ópera.

En los géneros populares las cosas no se dan de esta manera. De a poco van adquiriendo su forma definitiva.

En razón de intervenir diversos factores en la creación del tango, en su desarrollo se presentaron hechos curiosos y anecdóticos que llaman la atención.

Uno de ellos es la existencia de tangos que podríamos llamar gemelos. Son aquellos que poseen parcial o totalmente la misma partitura pero tienen otro nombre, o distinto autor, o diferente letra. Estos hechos se producen por motivos no similares entre sí pero en todos los casos se relacionan con el crecimiento desprolijo y desordenado del tango y la falta de un cauce legal de protección autoral en sus primeros tiempos. En otras ocasiones este fenómeno se presentó con motivo de cambiar su imagen o su destino con acuerdo de todos los intervinientes.

Un primer caso muy singular lo constituyen “Comme il faut” y “Comparsa criolla”, temas instrumentales creados por Eduardo Arolas y Rafael Iriarte respectivamente, pero musicalmente un único tango ¿Cuál es la historia de esta duplicación?

Cuando la Victor vino a Buenos Aires a grabar por cuarta y última vez en 1917, antes de radicarse en Buenos Aires, Eduardo Arolas registró su tango “Comme il faut”, que venía precedido por un éxito significativo y donde Arolas figuraba como único autor.

Sin embargo, se trataba de una obra escrita en colaboración con Rafael Iriarte un par de años antes y que en estas condiciones lo interpretaba la orquesta formada por sus autores, Eduardo Arolas, que ya dominaba el bandoneón, después de abandonar la guitarra y Rafael Iriarte que tocaba este instrumento y al que aguardaba una carrera destacada. Además, integraban el conjunto Vicente Pecci en flauta y el conocido violinista Tito Roccatagliata.

Los autores eran amigos personales y no surgió, al menos públicamente, ningún problema por la adjudicación de Arolas como titular del que sería su primer tango, anterior incluso, a “Una noche de garufa” al que se lo considera como su tango primigenio, aun cuando no tenía entonces Arolas conocimientos de notación musical.

Después de la muerte del Tigre del Bandoneón, en 1924 en París, Iriarte dio a conocer su versión que llamó “Comparsa criolla” y que Ricardo Tanturi llevó al disco en 1941 registrando a Iriarte como único autor. Ya la había interpretado de la misma forma la orquesta de Francisco Canaro, en el 7° concurso organizado por el sello Nacional, en 1930, con otro nombre, en el cine Electric de la calle Lavalle 836.

También figura Eduardo Arolas en el segundo caso que presentamos. Y no es de extrañar. Arolas fue el más grande compositor de todos los tiempos. Junto con Carlos Gardel en el tango canción fueron las dos figuras más significativas en la creación, el progreso, la difusión y la jerarquía del tango en todo el mundo. Dos columnas vertebrales de cuya obra abrevó una gran cantidad de intérpretes y creadores.

Y un sino misterioso une la vida y el alma de Arolas y Gardel: una existencia breve y fecunda, sangre francesa corriendo en sus venas y un inmenso amor por Buenos Aires que los idolatró.

Y estos dos grandes hombres tienen algo que ver con este caso que exponemos. Eduardo Arolas compuso un tango importante, no muy escuchado en los últimos tiempos pero tampoco olvidado: “La guitarrita”. Pascual Contursi, después de que el tango ya navegara por las aguas de la fama, le agregó una letra que llevó al disco Carlos Gardel, secundado por la guitarra de José Ricardo. Sobre la misma música de Arolas le incorporó una historia festiva y quedó con su nuevo nombre una composición amable y alegre que aún podemos oír en la voz inolvidable de Gardel a través del disco: “Qué querés con esa cara”. También lo interpretó Aníbal Troilo con Jorge Casal, en la película Mi noche triste de l951, siendo la banda de sonido del mencionado film el único registro que sobrevivió de esta interpretación.

Otro caso lo conforman los tangos “Callejas solo” y “Nada más”, ambos de Luis Rubistein y Juan D'Arienzo.

Este tango lo dedicaron sus autores en 1928 a Callejas, miembro de una familia dedicada a la hípica, tan importante en esos días. Uno de los componentes de esta familia fue cuidador de Mangangá, pero muchos tuvieron actuación destacada. Cuidadores y jockey también. Este último falleció en una rodada en el Hipódromo de Palermo.

“Callejas solo” la grabó el Rey del Compás en 1928 para el sello Electra con la voz de Carlos Dante, quien debutó en el disco con Juan D'Arienzo con este tango.

También hubo una versión anterior, menos conocida, de 1926, que llevaba como título “Rodolfo Valentino” dedicada a este actor y siempre con la misma música.

Pero en 1938 realizaron una tercera versión que fue la que consagró definitivamente esta obra y que titularon “Nada más”. D'Arienzo la llevó al disco con la voz de Alberto Echagüe en 1938, posteriormente hizo lo propio con Jorge Valdez y luego con la cantante chilena Mercedes Serrano.

Otro caso es “De flor en flor” y “Desvelo”, el primero escrito por Enrique Bonessi con versos de Domingo Gallichio y el segundo, con nueva letra a cargo de Enrique Cadícamo, manteniendo la misma melodía.

La historia es más o menos así: al finalizar la primera guerra mundial, vinieron años de paz para el transporte marítimo que atravesaba el Atlántico. Al respecto, dice Néstor Pinsón: «Una de estas embarcaciones fue el Antonio Delfino.» Y continúa «… ese navío transportó a Carlos Gardel en su primer viaje a España. En ese barco viajaron, además de Gardel, José Razzano, Eduardo Bonessi, José Ricardo y Guillermo Barbieri, entre otros».

Y continúa Pinsón: «En el medio del viaje, Bonessi les hizo escuchar a sus compañeros de ruta una composición que le pertenecía y que exhumara en mar abierto. La misma tuvo excelente respuesta en los muchachos. Y como en la embarcación viajaba el autor de comedias Domingo Gallicchio, Gardel le pidió que le pusiera letra. Ya en Buenos Aires, Gardel grabó por vez primera este tango, que sus autores denominaron “De flor en flor”».

En 1938, se presentó la película Una prueba de cariño, donde se estrenó el tango “Desvelo”, con letra de Enrique Cadícamo sobre la misma partitura que Eduardo Bonessi utilizara para el tango “De flor en flor”. Fue cantada en esta ocasión por Roberto Páez, un excelente cantor de mediados de la década del 30 que filmó cinco películas pero del que quedaron pocas grabaciones, casi desaparecidas.

De flor en flor” además de la grabación de Gardel, fue interpretado y llevado al disco por Alberto Marino con el acompañamiento de la orquesta de Héctor Artola en 1949. Menos de un año antes, Floreal Ruiz había grabado “Desvelo” con la orquesta de Aníbal Troilo. Ambos tangos fueron registrados además por diferentes intérpretes de primera línea y ambos gozaron del gusto del público. En forma instrumental la música de Bonessi puede apreciarse en una versión del Nuevo Quinteto Real de 1996 (Horacio Salgán, Antonio Agri, Néstor Marconi, Ubaldo De Lío y Omar Murtagh), con el nombre de “Desvelo” (CD Mis buenos tangos queridos).

Otro caso es “A pan y agua” y “Añoranza campera [b]”, dos tangos cuya música fue compuesta por Juan Carlos Cobián. El último mencionado tiene letra en la primera parte, y Cobián le agrega una segunda instrumental que no es otra que su tango “A pan y agua”.

La historia fue así. En el año 1928 Juan Carlos Cobián estaba radicado en los Estados Unidos, dispuesto a volver a Buenos Aires después de varios años en ese país donde no le había ido demasiado bien. Principalmente, porque el tango no había entrado en el pueblo norteamericano como en Europa. Además, ya estaba cansado del whisky alterado por los falsificadores y de tener que interpretar jazz cada vez que tocaba tangos. Regresó de los Estados Unidos (donde todavía existía la ley seca), ese mismo año 1928.

En esas circunstancias graba “Añoranza campera [b]” con su orquesta en el país del norte. Este tango tiene una primera parte cantada, que en esta grabación interpretó Genaro Veiga y, a continuación, prosigue con una segunda puramente instrumental que, como dijimos precedentemente, no es otra que una parte de su tango “A pan y agua”.

Este famoso tango lo había compuesto estando retenido en instalaciones del ejército, ya que no se había presentado oportunamente a hacer el servicio militar y fue declarado desertor. Tiempo después, se presentó para cumplir con la conscripción, la que duró más de lo razonable porque a los meses que le correspondían se le sumó el recargo por haber desertado. Reiteramos, en esas condiciones compuso “A pan y agua”, tango instrumental al que Enrique Cadícamo le puso la letra que tan famosa se hizo con el correr del tiempo.

Cerramos este ensayo con “La cumparsita” y “La cumparsita (Si supieras)”. Mientras en el mundo promediaba la locura de la primera guerra mundial, en los serenos días de Uruguay un joven estudiante de arquitectura escribía “La cumparsita”, dando así nacimiento a una interminable sucesión de dudas: 1) quién la tocó en público por primera vez; 2) quién la grabó primero; 3) quién le hizo los primeros arreglos que le dieron nueva fisonomía; 4) quién la estructuró para hacerla tanguera (empezó siendo una marcha); 5) quién la llevó a la fama; 6) en qué fecha se compuso, etc.

Y como si eso fuera poco, en 1924, y sin autorización de su autor, mientras la fama de “La cumparsita” decaía, Pascual Contursi y Enrique Maroni crean un tango similar, con una parte nueva y un nombre distinto. Y para colmo la canta y la graba Carlos Gardel en 1924, en una de sus más imponentes grabaciones (esto es una opinión personal). Esta actitud disgusta al autor, Gerardo Matos Rodríguez, que comienza un juicio que recién se resolverá en 1948. También Firpo refiere haber compuesto una de las partes de la primigenia “La cumparsita”, pero su joven autor no aceptó compartirla con el gran pianista.

Pero vayamos a lo nuestro: “La cumparsita” y “La cumparsita (Si supieras)” disputan cuál de las dos es más cumparsita. Cada tanguero tiene la suya. Pero como decía el maestro José F. Junnissi: «“La comparsita” es una piba de 15 años que todos los ropajes le quedan bien». Es decir, que es muy pasible de recibir arreglos que gusten a la mayoría de la gente. Y como los cantantes, orquestas y conjuntos en general han registrado una cantidad infinita de interpretaciones en todo el mundo, y todos los arreglos, como dijimos, le quedan bien, es muy difícil decir cuáles son las versiones más bellas.

Dejemos las controversias. En este espacio sólo es pertinente señalar el hecho de dos tangos similares, con partes iguales y otras distintas y con nombres y autores diferentes. Y una historia no terminada de aclarar. La justicia ha dado su opinión al respecto. Pero el corazón de cada tanguero es una sala de apelaciones que se expedirá en el infinito.

Hemos tratado de acercar algunos casos de tangos gemelos. Seguramente hay muchos más.

Quiero agradecer a los estudiosos que poblaron mi pensamiento de recuerdos con estos conocimientos, pues no soy contemporáneo de lo que aquí se relata. A la manera de una bibliografía debo mencionar a Enrique Binda, Néstor Pinsón, Héctor Ernié, Ricardo García Blaya, Horacio Ferrer, Sergio Pujol, Abel Palermo, Nardo Zalko, Julio Nudler y otros que ahora no acuden a mi memoria.