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Por
Luis Alposta

Acerca de la palabra lunfardo

ue Amaro Villanueva el primero en asociar la palabra lunfardo con lombardo.

Leyendo Los amores de Giacumina, sainete de Agustín Fontanella, editado en 1906, y la novelita de igual nombre, de Ramón Romero (primera obra rioplatense escrita íntegramente en cocoliche, publicada por entregas en 1886), él encontró en ambos textos la palabra lumbardo en boca de un napolitano y, según se desprende fácilmente del relato, se refiere al nativo de Lombardía.

Prosiguiendo el rastreo, éste dio sus frutos y, en el Vocabulario Romanesco de Chiappini, encontró esta constancia reveladora: lombardo con el significado de ladrón.

El señor Larousse, más explícito, es quien nos consigna que, en la Francia del medioevo, se llamó lombardos «a los financieros, cambistas, usureros, que en gran número procedían de Italia».

La importancia de semejante testimonio no necesita comentario: había encontrado la palabra lombardo con el significado de ladrón, contando ya con el cambio a lumbardo registrado en el uso local porteño, en el que lunfardo significa, también, ladrón, y luego, por extensión, pasó a llamarse así al vocabulario de ocultación utilizado por los malvivientes.

Los pasos serían entonces: lombardo-lumbardo-lunfardo.

Ahora bien, dejando de lado los diccionarios, mi aporte al tema es haber encontrado un antecedente literario que documenta lo dicho anteriormente y que bien puede ser considerado ilustre dado que lleva la firma de François Villon.

En su balada “Petitorio al Duque de Borbón”, en los cuatro primeros versos de la tercera estrofa, dice:

Si pudiese vender mi salud
a un lombardo, usurero de naturaleza,
emprendería, creo, la aventura:
tanto la falta de plata me ha embrujado…


Por todo esto, es a unos antiguos lombardos de mala reputación, que les estaríamos debiendo una palabra que mucho tiene que ver con la parla nuestra de cada día.