Por
Martín Pérez

Entrevista al guitarrista Juanjo Domínguez

ací en Junín pero muy pronto nos instalamos en la ciudad de Lanús (conurbano sur de la Capital Federal).

«Toqué con todos y llevo ciento treinta discos acompañando a otros artistas y veinticuatro propios. En 2005, presenté en vivo el que titulé Eterno (En 2009 editó su último disco Sin red).



«Aunque tocase la guitarra lo que me queda de vida, ni así le podría devolver todo lo que ella me dio. Tenía cinco años y veía a mi viejo tocar la guitarra, jugueteaba con algo y no le salía, yo me di cuenta qué era, le pedí la guitarra y lo toqué. A partir de eso mi viejo no tocó más y me mandó a estudiar. Un día, ya con seis años, le pedí llorando a mi mamá que me llevase a ver una película en la que Hugo Del Carril hace de Carlos Gardel y se me armó en la cabeza un lío bárbaro porque a partir de ahí pensé que Hugo era Gardel, no lo podía entender. Cuando los amigos de mis viejos vieron que era fanático y me empezaron a traer cosas de Gardel, yo les decía ¡pero si ese no es!

«Muchas veces me han preguntado ¿cómo un chico criado en Lanús, con un padre que le gustaba la guitarra pero se jubiló de panadero, pero con una madre que gustaba cantar y a veces tomaba un bandoneón y sacaba algunas notas, terminó dedicándose al tango? No lo sé, se dio así. Porque era lo que yo buscaba. Porque escuchaba un tango de pibe y era algo que me hacía vibrar. Aún hoy me pasa. Pero he tomado una determinación, la de no hacer más discos como solista, aunque me siga presentando en vivo. Por supuesto, voy a seguir tocando, pero tengo la sana intención de poder decidir cuándo abandonar la fiesta. Hay gente que no sabe irse en lo mejor de la fiesta y al final se lo llevan borracho. A mí eso no me va a pasar. Yo saludo a todos y me voy, en la mejor forma. No quiero hacer plata, no quiero ser famoso y me alcanza con que el que me conozca me quiera. En Japón me compré una guitarra con el diapasón más angosto que lo común y dos trastes más. “Te compraste un problema”, me dijeron. Sí, pero lo hago a propósito, les respondo. Porque me gustan los desafíos, para no quedarme dormido. Porque me gusta seguir despierto.

«Cuando se habla de tango siempre estoy atento por si se meten, por ejemplo, con Roberto Goyeneche. Se han dicho muchas boludeces de él. Cuando yo tenía veinte años y él muchos más, salíamos de gira, dormíamos incluso en el mismo cuarto y a la mañana desayunaba con un moscato, pero para mí una gaseosa o café, jamás me arrastraba, no se bandeaba. Cuidaba su entorno. Era un señor arriba del escenario.



«Es cierto que acompañé a todos, pero me fue costoso adaptarme porque todos eran de una generación anterior, hasta que yo me integré a ellos y me acostumbré a manejarme solo. Durante ocho años fui el guitarrista estable de Caño 14. Me llevaron por tres meses y me quedé hasta cuando cerró en 1984. Por lo general al terminar el laburo me iba a El Viejo Almacén a escucharlo cantar a Edmundo Rivero con Roberto Grela.

«No acepto que hablen mal del tango, es como si me putearan o insultaran a la Patria. Yo vi a un tipo como Daniel Melingo tomar de una botella sobre el escenario, algo que nunca había visto, una falta de respeto que le hace mal a la cultura, no sólo al género. Cuando acompañé a Andrés Calamaro en unos tangos, le dije que si manoseaba o ridiculizaba al tango, conmigo no contara. Pero Andrés es un tipo educado, lleno de respeto. Con Calamaro grabamos un disco que se tituló El cantante. Quiero pasarle todo lo que yo sé. Ahora me interesa lo que me parezca distinto, es lo que pesa.

«Vuelvo a Goyeneche, con un cachito de voz que le quedaba les pasó el trapo a todos. ¿Por qué? Porque era distinto. Y eso es lo que vale. Y lo que yo quiero escuchar».

Juanjo Domínguez comenzó a estudiar en el Conservatorio Oliva, de Lanús. A los 12 años se recibió de profesor de guitarra, teoría y solfeo. Continuó en el Conservatorio Julián Aguirre, de Lomas de Zamora donde tuvo de profesora a María Angélica Funes, discípula de María Luisa Anido. A los 15 años se volcó a lo popular acompañando al cantor melódico chileno Rosamel Araya, también integraba el Trío Los Antonios.

Juanjo es un virtuoso, sus escalas dobles, sus trémolos en tres cuerdas, inventados por él, su velocidad y el notable nivel de improvisación lo convierten en un guitarrista único, que si bien se volcó al tango, no dejó de interpretar nuestro folclore y notables piezas clásicas para su instrumento. Declaró haber tomado inspiración del célebre paraguayo Agustín Barrios.

Extraído de Radar, suplemento del diario Página/12, 30 de enero 2006.