Por
Víctor Benítez Boned

El francés en el tango: griseta

unque la palabra griseta tiene su lugar en el diccionario en castellano definiendo cierta tela gris de seda, su significado en los tangos alude sin ninguna duda a las grisette, nombre dado a las obreras en Francia debido a los vestidos de color gris que usaban.

Esa es la imagen típica de la francesita en el tango, tanto de aquellas que los tangueros encontraron en las calles de Francia como de las que vinieron a Buenos Aires, alzadas, «entre tango y mate», por algún argentino, como la mamuasel Ivonne que cantó Cadícamo en 1933 y que acabó siendo “Madame Ivonne”.

Pero la Griseta por excelencia es la del tango que lleva ese nombre en el título, obra de José González Castillo y Enrique Delfino, escrito en 1924 y grabado por Carlos Gardel en ese mismo año. Un tango, además, que encontraremos mencionado muchas veces en este trabajo por sus abundantes referencias a la cultura francesa.

El gran poeta Homero Manzi, que no se prodigó mucho en el empleo de términos franceses en sus tangos, nos ofrece dos entrañables referencias a “Griseta”. No a las anónimas obreritas, sino a la arquetípica, la del tango fundacional del mito. Por eso las nombra con mayúsculas, tanto en “Ronda de ases”, con música de Osvaldo Fresedo, como en “Tal vez será su voz”, de 1943 con Lucio Demare. En ambos la pone al nivel de las también mitológicas: Malena, la que «canta el tango como ninguna» y María Ester, es decir, “Milonguita (Esthercita)”, «la pebeta más linda ´e Chiclana».