Por
Néstor Pinsón

Requena - Un réquiem para mi amigo Requena (Una charla de 1999)

a muerte no pide permiso y, artera como una ráfaga, pasó por la ciudad de Castelar para llevárselo. Osvaldo Requena se fue el jueves 25 de marzo del 2010.

Su particular sensibilidad, su romanticismo a ultranza presente en todos sus trabajos, su actitud cariñosa, dejaron de estar en la calma de la que fue su existencia cotidiana. Su piano quedó vacío, se le fueron las manos de Osvaldo.

A continuación, a modo de un réquiem con letras en vez de notas, intentaré transcribir, la desgrabación de una charla que mantuvimos el día 3 de agosto de 1999.

—Osvaldo, aquí tenemos la partitura de un tango compuesto en 1913 por el tenor Tito Schipa, “El coquetón”. Esperaba encontrarme con un ritmo picadito, canyengue, como muchos tangos de esa época, pero no es así.

«No, esto fue escrito por un tipo que sabe. Para la época, me llama la atención que está armonizado de otra manera, con fiorituras, con floreados. Nuestros tangueros aún no lo hacían. Esto suena más a los comienzos de la década siguiente, no sé, a lo que hacía Julio De Caro, por ejemplo. Está escrito distinto. Desconocemos quien lo armonizó, pero bien pudo ser Schipa, por lo cual demostraría un vasto conocimiento musical.

«Esto hay que tocarlo lento, así está en el papel, ahora se puede hacer “picadito”, pero faltaríamos a la verdad que nos muestra el pentagrama. (Osvaldo comienza a tocar el tango en su piano). Así está bien, aunque le di un poquito de vida, algo más ligero. Para nuestro medio, musicalmente era un avance. (Ahora juega con el piano y toca fragmentos como sonaría en el pasado, en los años cuarenta y en la actualidad).

«Mirá, la primera parte está en do mayor, la segunda está en sol mayor y el trío en fa mayor, es muy difícil componer así, empleando tres tonos distintos para una obra, cambiando la tonalidad. El tres es muy bonito y da lugar a jugar justamente con la armonía. Eso como arreglador es permitido, pero jamás se debe cambiar la melodía, cosa habitual en buena cantidad de cantores que rompen con todo. Hay un proverbio chino, dice: “La rosa es hermosa déjala como está”. El arreglo es otra cosa, es para embellecer. Yo creo que lo mejor que tiene Piazzolla son los arreglos orquestales de los tangos de otros autores. Lo que hizo con “Boedo”, el tango de Julio De Caro, es una barbaridad. Otro, del tango de Vicente GrecoOjos negros”, otra barbaridad y así muchos. El arreglo es un marco embellecedor de acuerdo al sentimiento, a la intención del que lo hace».

—Cambiamos de tema, con Leopoldo Federico son autores de una serie de tangos que han llevado al disco ¿Han tenido buena recepción en las empresas grabadoras de Buenos Aires?

«En absoluto. Golpeamos algunas puertas importantes pero no nos dieron bolilla. Aquí hay un problema de estructura, por lo menos para nuestra música, somos un país pobre que no sabe exportar, que no entiende cual es el negocio de la música. Los norteamericanos lo saben desde siempre, es el ABC para ellos, incluso los brasileros también. Cuando se graba música brasilera, como se considera cultura, los impuestos bajan totalmente. La sociedad de autores protege a los creadores y estos obtienen mayor rédito.

«Los yanquis siempre pensaron en difundir y exportar su música. Observá que ahora cada país tiene su rock. Está el argentino, el uruguayo, el alemán, el español y cuantos más. Fue impuesto por ellos, la penetración cultural por todos los medios. La música uno de ellos.

«Con el disco, entonces, enviamos un par de registros a Japón, a las empresas que nos conocen. Aceptaron y el próximo año se va a editar y queda la posibilidad que luego, lleguen al país. El disco, si sale, se titulará aquí Coincidencias, contiene catorce temas».

—¿Te acordás de algunos de los títulos?

«Uno está dedicado a un estudioso de la historia del tango, ya fallecido, Héctor Ernié. Nuestra intención fue ocupar un espacio que quedó a partir de la llamada «música de Buenos Aires», la que hizo Piazzolla, pero también Eduardo Rovira y otros. Incluso Héctor Artola por los años cincuenta. Claro que sin romper tan abruptamente con lo que venía de la década del cuarenta.

«Otro tango está dedicado al Flaco Paz (Juan José Paz), el pianista que fuera de la orquesta de Francini-Pontier. Otro, ya grabado en su momento, “Retrato de Julio Ahumada”; otro, “Evocando a Paquito Requena”, tío mío y maestro de grandes músicos. Lo fue de Federico, Arturo Penón, José Libertella, Juan Carlos Bera, Rovira y muchos más. Otro homenaje le hacemos a una mujer, gran difusora del tango en su país, Japón, “Iroko” su nombre.

«Somos diez músicos; a los cuatro violines le sumamos viola y violonchelo para un mayor equilibrio, por la fuerza de los bandoneones, así nos gusta a nosotros.

«Los argentinos aún no se han dado cuenta del tesoro que tienen en las manos con el tango, a los productores de música me refiero. Los extranjeros ya se dieron cuenta y no sólo estudian a Piazzolla, sino como se llega a él, qué hubo antes de él. Y se encuentran con que a su lado hubo grandes músicos. A mí me gustan mucho unos cuantos tangos de Piazzolla, pero ninguno de sus tangos me gusta más que “Mala junta” o que “Berretín” o que “Flores negras” o que “Tiernamente” de Agustín Bardi.

«Estoy esperando una llamada de Alemania, porque me pidieron que arregle veinticinco tangos, me dieron los títulos, y ninguno de Piazzolla, ya lo conocen. Están locos con los tangos firmados por Gardel, con Juan Carlos Cobián, con los hermanos De Caro. La segunda guerra dejó un bache muy grande para la difusión del tango en la década del 40, por eso el desconocimiento y, por suerte, el interés ahora por conocer.

«Uno tratará modestamente, de ayudar a cubrir algo de ese espacio vacío, al mismo tiempo de lo sucedido durante y después de surgir la música de Buenos Aires».