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Ojos negros Tango
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Por
Roberto L. Martínez

El Piñerista y la Revolución Radical en Rosario

l mundo del tango está rodeado de misterios, secretos, mitos y leyendas difíciles de dilucidar, ya que con el paso del tiempo ha desaparecido o nunca existió la documentación que permita dar crédito a muchas afirmaciones que se hacen sobre los personajes del género y sus obras.

No debemos olvidar, sobre todo cuando tratamos temas relacionados con la llamada Guardia Vieja, que sus protagonistas no sabían que estaban dando nacimiento a la más rica expresión cultural de los argentinos y por lo tanto, no estaban conscientes de la necesidad de dejar testimonio de lo que, para ellos, era su trabajo.

Cuando tratamos de develar algún enigma, en la mayoría de los casos, debemos conformarnos con acumular elementos que nos permitan sacar conclusiones sin la suficiente documentación probatoria. Esto es lo que sucedió cuando llegó a nuestras manos la partitura de “El Piñerista”, un tango más que centenario, cuyo autor fue Prudencio Aragón, a quien sus contemporáneos conocían como el Johnny.

No existe o todavía no se ha encontrado, la explicación pertinente sobre el significado del nombre y sólo contamos con tres elementos para tratar de desentrañar el misterio. El primero de ellos es la partitura, el segundo, el análisis del contexto social y político en el momento en que Aragón compuso la obra y el tercero la vida y obra del autor.

La partitura muestra un dibujo en el que aparece un hombre vestido con traje y apoyado en un bastón, un accesorio que realzaba la elegancia masculina hasta principios de siglo pasado. Lo llamativo de la imagen es una banda que le cruza el pecho y una gorra blanca que cubre la cabeza del personaje. En un recuadro, por separado de la imagen del hombre, se muestran carpas que bien podrían representar el vivac de un grupo de revolucionarios, en el que se halla izada una bandera nacional.

La boina blanca es la prenda que ha caracterizado a los militantes radicales desde la Revolución del Noventa que dio origen a ese partido. Su adopción como símbolo tiene mucho de casual. El frío de la madrugada de julio, cuando se desató la revolución, hizo que los integrantes de los batallones cívicos acudieran a un negocio de las proximidades del Parque de Artillería (hoy Tribunales), en busca de boinas para cubrir sus cabezas. Según cuenta la historia popular, las únicas que existían en cantidad eran las de color blanco. A partir de ese momento la prenda se transformó en símbolo, no sólo de los revolucionarios, sino también de los militantes del partido que posteriormente se creó. La banda cruzada que luce el personaje de la partitura también fue parte de la indumentaria de los revolucionarios que respondían a Hipólito Yrigoyen. Todo nos hace suponer que la persona que aparece en la partitura es un militante radical, al que debemos ubicar en el contexto político y social de la época.

Para relacionar ese contexto con el personaje de la partitura debemos recordar que en 1893 se produjo una revolución radical que en realidad tuvo dos manifestaciones, una primera que estalló el 28 de julio de ese año y fue impulsada por Hipólito Yrigoyen y Aristóbulo del Valle. La misma fue derrotada el 25 de agosto. La segunda de las revoluciones fue impulsada por Leandro Alem y estalló el 7 de septiembre y fue derrotada el 1 de octubre. Seguramente el tango no estará relacionado con ese suceso.

Si, en cambio, puede estar relacionado con la revolución cívico-militar de 1905, conducida también por Yrigoyen y que estalló la noche del 3 al 4 de febrero de ese año. La revolución comenzó en Buenos Aires y se completó con sublevaciones en Bahía Blanca, Mendoza, Córdoba y Rosario, además de otras manifestaciones en diversas ciudades del país. Interesa particularmente el estallido en Rosario donde además de los participantes civiles se sublevaron los Regimientos 9 de Infantería y 3 de Artillería.

La ciudad vivía en estado de convulsión social ya que entre octubre de 1901 —luego de que la policía mató a un huelguista en un hecho que no tenía precedentes—, y diciembre de 1902, esa ciudad fue escenario de numerosas huelgas. Desde octubre de 1903 la prensa rosarina hablaba de la reorganización radical luego del frustrado levantamiento de 1893, que había dejado en la ciudad numerosos muertos y heridos. Se le atribuyó al presidente Roca la frase que decía: «En Rosario hasta las piedras son radicales».

Finalmente digamos que el autor de la obra, Prudencio Aragón, fue uno de los músicos más notables de la Guardia Vieja, al que Eduardo Arolas le dedicara el primero de sus tangos “Una noche de garufa”, compuesto en 1907 y en cuya partitura consta: «Al apreciable amigo Prudencio Aragón».

Su obra tuvo la particularidad de dejar muchas incógnitas. Una de ellas fue su tango “El talar”, que habría sido compuesto cuando Aragón tenía sólo 9 años, lo que lo convertiría en el más precoz de los autores del género. Aunque el mismo daba como válida la afirmación, Fernando O. Assunçao, hace referencia a un informe del Club de la Guardia Nueva de Montevideo, que dice que la obra en cuestión habría sido compuesto hacia 1906 0 1907, cuando Aragón trabajaba en el prostíbulo de la calle Yerbal de la capital uruguaya, que tenía el mismo nombre que el tango. Otra de las cosas que han quedado en el misterio es la autoría del tango “Ojos negros”, que le habría regalado a Vicente Greco que fue quien lo registró.

Siempre existieron misterios en torno al artista y su obra pero el detalle de su vida que nos interesa para develar el misterio de “El Piñerista”, es el hecho de que alrededor de 1903 se radicó por un tiempo en la ciudad de Rosario y que el 19 de junio de 1902 se había creado la comuna de Piñero, a 14 kilómetros de la ciudad y dentro del departamento de Rosario.

La radicación de Aragón en esa ciudad, el dibujo que aparece en la partitura, que representa a un civil radical, la Revolución de 1905 con la participación de cívicos en la misma, la existencia de numerosos cantones distribuidos cerca de la ciudad, es muy posible que uno de esos cantones estuviera en Piñero, nos hacen suponer que el nombre del tango podría ser un homenaje a un cívico combatiente de esa localidad rosarina. Reiteramos que no existe documentación fehaciente sobre las razones que tuvo Prudencio Aragón para adjudicarle ese nombre al tango, pero nos parece posible que los elementos reseñados echan algo de luz al respecto.

El autor es Académico Titular de la Academia Nacional del Tango.