TEMAS AQUÍ MENCIONADOS
CREADORES MENCIONADOS EN ESTE ARTÍCULO
Por
Juan María Solare
| Ricardo Bruno

Estol - Una charla informal con Acho Estol

os sos una especie de multitalento: compositor, vocalista, letrista. Sin hablar de que sos productor de tus propios discos, gestionás tus conciertos ¿Ves una jerarquía en estas actividades? Es decir, ¿te considerás más músico que letrista, o más compositor que intérprete?



«A veces me fastidia que me llamen letrista de tango, porque me dedico a escribir letras realmente unos diez días por año —repartidos, claro—, es menos del 5% de mi trabajo. Componer las músicas lleva un poco más; a veces las hago al mismo tiempo, pero de cualquier manera no escribo más de diez o doce temas por año. Soy un músico bastante ecléctico: hago la producción artística de La Chicana, de mis trabajos solistas y de bastantes discos para terceros (rock, folclore, música clásica), haciéndome cargo de arreglos y dirección musical y tocando varios instrumentos. También, hago composición y producción de música para películas y me encargo de la parte gráfica y audiovisual de La Chicana y de mi proyecto solista (gráficas de discos, volantes, afiches, videoclips) ya que siempre estuve vinculado a lo visual (diseño gráfico, fotografía, cine), y fue mi medio de vida durante años.

«No me considero más compositor que intérprete, porque el trabajo en el escenario es una realidad más cotidiana y rentable que la composición. Pero sí creo que mi mejor aporte personal a la música es como autor-compositor y no como intérprete; no toco realmente bien ningún instrumento, ni me gusta mucho mi voz, tampoco tengo hambre de escenario. Sé dirigir y puedo hacer sonar una banda, pero la que aporta realmente como intérprete es Lola (Dolores Solá).»



La gráfica en tus discos presenta una estética muy particular, que incluso puede ser chocante para algunos. Ejemplo: la portada con foto de un «perro estoliado». Claramente hay una intención fuerte detrás. ¿Ir al choque?

«Se podría definir como «ir al choque», pero es un choque emocional, mi versión del cross a la mandíbula de Arlt. La idea es que se sepa de entrada que el contenido puede ser brutal o cínico, pero siempre honesto, «a cara de perro». Me han hablado de la presencia de mi mirada en las gráficas, una mirada a cámara y casi juzgadora. En realidad supongo que es subrayar la subjetividad absoluta de mi obra, y el voyerismo crítico que la inspira».

La Chicana y Las Moscas de Bar y Acho Astol ¿son dos bandas distintas y un solo dios verdadero?

«Creo que La Chicana es una banda en serio con un director meticuloso y una frontwoman impactante. Las moscas de bar en cambio es una esporádica juntada de amigos que canibaliza el sonido de La Chicana (gracias a músicos e ideología en común) pero tiene un espíritu más lúdico e informal, sin fines de lucro. Se elige el repertorio y arreglos más democráticamente y de paso tocamos los temas de mis discos solistas y las rarezas más rockeras que no caben en La Chicana».

Hacés muchas giras, Acho. ¿Cómo es tocar afuera? ¿O no hay afuera y adentro?

«Sí, hay afuera y adentro. Simplificando, a veces uno se siente mejor afuera. Cuando los periodistas investigaron antes de reportearte. Acá es muy común el: “entonces, ustedes hacen tango, ¿no?”. Cuando los empresarios, productores y sonidistas son impecablemente serios, idóneos y dedicados. Acá hay que tener cintura. Cuando el público —más típicamente los alemanes e ingleses— aplaude poco al principio, con escepticismo y va aumentando a medida que entiende y absorbe la propuesta, para terminar ovacionando. Una ovación que uno siente que se ganó transpirando la camiseta, más que cuando viene de entrada.

«Pero acá está nuestro público, aquellos a los que les hablamos directamente; que nos siguen, nos comprenden y nos responden en nuestro mismo idioma. Y también acá están aquellos que son indiferentes a su propia música (por prejuicio, o falta de exposición) y les gritamos: ¡el tango es lindo! (cosa que los extranjeros saben) porque nos importa que se acerquen, aunque sea a descubrir el tango a través de nosotros y seguir su viaje con un poco más de sentido de la identidad cultural».

¿Vos vivís de la música?

«Sí, afortunadamente hace años que vivo de lo enumerado en la primera de mis respuestas. Digo afortunadamente en serio, siempre hace falta suerte y nosotros la tuvimos. No doy clases. Tampoco hago trámites bancarios, no cambio bombitas, ni pinto paredes, ni hago asados. Trabajo en lo mío».

En un reportaje de El País se dice que tus letras son estudiadas por los psicoanalistas. ¿Te han consultado para entenderlas mejor?

«Me contaron un par de profesionales (en ocasión de tocar para un encuentro de la Asociación Argentina de Psicólogos), que usaban letras mías para ejemplificar distintos tipos de psicopatologías y expresiones del subconciente. No es lo mismo la demente de “Un giro extraño” que la esquizoide de “De qué te vas a disfrazar”. No es lo mismo lo onírico en “Sueño de morocha” que lo alucinatorio de “Lucho en el suelo…” También resulta que tengo canciones muy superyoicas y otras que vienen directo del ello, y parece que hay mucho narrador paranoide y mucho fóbico (yo trato de no psicoanalizar lo que escribo). ¡No sé si esto es bueno o es malo!»



Sabemos que tu experiencia en Senegal fue muy fuerte, que incorporaste timbres nuevos e instrumentos nuevos. ¿Cómo llegaste a Senegal? Además de escuchar, tocaste. ¿Quiénes te escucharon?

«A Senegal llegamos de la mano de una creativa y espectacular gestión cultural de Andrea Madariaga, muy amiga y de a ratos representante de La Chicana. Nos escucharon, entre otros, Cheikh Lo, un músico de Dakar, devoto de la secta musulmana Baye Fall, increíble cantante, violero, percusionista, etcéter, con quien luego compartimos zapadas y encuentros en distintos lugares del mundo. Le impactó mucho la familiaridad de la milonga, el candombe y la chacarera con sus propios ritmos. También nos escucharon tres ancianitas de la etnia wolof, que nos contaron que en sus fiestas de quince y casamientos allá por los años treinta, se bailaba el tango en vez del vals —tal vez tomando lo más familiar de las modas de sus colonizadores—, y que habían esperado toda la vida por nosotros. Éramos el primer grupo de tango argentino que tocaba en Senegal».

Y así, terminamos la charla con Acho Estol.