Por
Hernán Volpe

Herrero - Reportaje a Oscar Herrero, realizado en junio de 1998

rtista de entrañable trayectoria, el maestro Oscar Herrero ha sido uno de los músicos populares argentinos que no han pasado desapercibidos en el medio tanguero. Fue integrante de la orquesta de Osvaldo Pugliese por más de veinte años y cofundador de unos de los conjuntos más exitosos en el mundo, el Sexteto Tango.

Junto a Pugliese, pasó en diversas etapas, por vivencias distintas y significativas para su vida de músico y hombre enteramente comprometido con una estética musical determinada y una doctrina política también consustanciada con el pensamiento cooperativista del comunismo. Hechos importantes como las giras a Rusia y China, en 1959, y otra similar a Japón, en 1965; las extensas temporadas sin trabajo a causa de las persecuciones políticas, y otros momentos más felices y de esplendor, como el que le deparó la composición de su tango “Nochero soy”; nos ponen frente a un artista íntegro, del cual guardamos el mejor de los recuerdos.



«Después de estudiar música con mi padre y mis hermanos, que eran bandoneonistas, comencé a tocar en distintos conjuntitos menores, hasta llegar a las orquestas de Pedro Maffia, Juan Canaro, Elvino Vardaro y Emilio Orlando. Luego, formamos con mis hermanos una orquesta, en el año 1937, de la cual queda por ahí alguna fotografía como testimonio; y, a finales de 1943, me ofrecen al mismo tiempo ir a dos orquestas, que por aquel entonces iban en ascenso: las de Alfredo Gobbi y Osvaldo Pugliese. Bueno, creo que mi decisión era obvia.

«Me incliné por Pugliese, fundamentalmente, porque el estilo me atraía más. Y además, porque ya tenía de palabra arreglado mi ingreso a la orquesta con el violinista Enrique Camerano. Cuando le comuniqué a Gobbi mi decisión, se enojó muchísimo y hasta intentó pegarme. Hoy a la distancia es una anécdota más.

«Estuve casi 25 años con el maestro, lo que realmente no es poco, no. Fue una azarosa vida junto a Osvaldo y toda la orquesta. Muchos de ellos verdaderos y grandes amigos además de compañeros de trabajo. Hemos tenido sobresaltos de toda índole y también retribuciones por tanta lucha. Déjeme rescatar la entera convicción de Pugliese como músico creador, innovador y como persona. Yo a su lado aprendí mucho de música, de tango y de vida; y tuve el honor de su amistad, además de ser once años primer atril de su orquesta.

«Sobre finales del año 1956 compuse un tango que después titulé “Nochero soy”. El arreglo orquestal lo hizo nada menos que Osvaldo Ruggiero, agregándole la variación final. Luego lo grabamos y tuvo una notable aceptación en el público, incluyéndolo en el repertorio varios años. La anécdota que me llena de orgullo se da en 1959, cuando antes de viajar a Rusia y China, damos un concierto privado en el Teatro Nacional para homenajear al gran director, compositor y violinista ruso de origen armenio Aram Jachaturian —una celebridad de la música clásica—, que estaba de visita en la Argentina con una enorme delegación. Al terminar el concierto, que incluyó los tangos más importantes del repertorio de ese momento y clásicos como “Mala junta”, “La rayuela”, “Mal de amores” y “Recuerdo”; el maestro, a través de su intérprete, me hizo saber que le había llamado mucho la atención mi tango y lo consideraba como una “pequeña obra”.



«Cómo decidimos dejar a Pugliese y formar el sexteto, es toda una historia. Con el éxito de Sexteto Tango los primeros sorprendidos fuimos nosotros mismos. La iniciativa la dio, ignorando el futuro, el mismo Pugliese, quien solía repetir la frase «voy a colgar los botines» y quería cada vez trabajar menos. Nos decía que formemos un conjunto, que vayamos armando algo por las dudas… Al final nada de eso ocurrió y trabajó hasta el final de su vida. Pero nosotros, en aquel momento, seguimos su consejo y progresivamente fuimos adquiriendo compromisos de grabaciones y conciertos, hasta que fue imposible hacer las dos cosas. Como Pugliese no disolvía la orquesta, tuvimos que irnos nosotros; decisión que fue muy difícil de tomar, ya que todos éramos incondicionales del maestro en las buenas y en las malas.

«Respecto al estilo de mi antecesor, Enrique Camerano, puedo afirmar que su sonido y el vibrato que lograba, era único. Sin ser un virtuoso, fue un artista. Tal vez como el mismo Gobbi ¿no? Creadores de un estilo. Esa es la gran diferencia. Otros violinistas en cambio, han sido más técnicos o virtuosos, pero menos expresivos. Yo humildemente, creo que aporté lo más que pude, con empeño y trabajo, y logré ser aceptado por todos. Pero le aseguro que viví en aquellos momentos unos nervios tremendos, por la alta responsabilidad que debía afrontar. Era la orquesta de Pugliese y tenía que salir más que bien.

«Para terminar, quiero agradecer el interés en mi persona por parte de ustedes; en lo poco o mucho que uno hizo por nuestra música popular argentina. Gracias a todos sinceramente, y que viva el tango».