Por
Ricardo García Blaya

Montenegro - Una charla con Norma Montenegro

on esta criolla nacida en General Lavalle (provincia de Buenos Aires), me une una extraña relación de afecto y asombro, porque como ocurre casi siempre, la elección corre por cuenta de las mujeres y, en este caso, ella me eligió —vaya a saber uno el motivo—, para escribir el texto introductorio de su disco, sin mediar el previo conocimiento personal.

Intuición femenina que le dicen, que me obligó a escuchar sus temas y leer detenidamente sus versos, cosa que hice con una cierta prevención, atento a mis gustos tangueros algo arqueológicos. El resultado fue auspicioso, me gustaron las melodías y me sorprendieron sus letras. Lo que sigue, es el diálogo virtual que desarrollamos a partir de ese momento y que ilustra la personalidad y trayectoria de la artista.

«Me radiqué en Buenos Aires a los 13 años y, a los 14, comencé a escribir mis primeros versos que tenían que ver con mis sueños de amor y los afectos familiares.



«Luego, la inspiración viró hacia la nostalgia, recordando los años transcurridos en mi pueblo natal. Así nacieron los primeros temas en los que, con imágenes populares o telúricas, intenté transmitir el paisaje y el entorno pueblerino. Fue una etapa en la cual escribí muchas poesías en décimas. Varias de estas letras fueron elegidas para musicalizarse en milongas. También, hice zambas, gatos y triunfos.

Mi General Lavalle pueblito centenario
perfuma mi recuerdo el aroma de tu greda,
cercos de madreselva, jazmín de primavera
añosos tamarindos, la ría y la ribera.

(“Cercos de madreselva”, vals con música de Javier Bravo)

«La fascinación por Buenos Aires y su música comenzó a mi llegada a la ciudad, pero fue mucho tiempo después cuando decidí sumarme a la poética del tango. Así en el vals “Señora Buenos Aires”, hago una descripción, si se quiere femenina, de mi primera relación con la ciudad y su río:

Ahí estabas sonriendo seductora
recostada tu espalda sobre el río,
con un tango nostálgico en los labios
confidente de amores que se han ido.
Con un gesto cordial me recibiste
al abrir tu regazo a mis delirios.
Alcancé tu secreto embelesada
en la espera del beso conmovido.

(“Señora Buenos Aires”, vals con música de Quique Rassetto)

«Entre los grandes poetas del tango me gustan Homero Manzi, Cátulo Castillo, Enrique Santos Discépolo, Celedonio Flores y, más acá en el tiempo, Horacio Ferrer, Eladia Blázquez y Héctor Negro.

«Mis temas tuvieron la suerte de contar con la colaboración de inspirados artistas, como el caso del maestro Jorge Dragone, Javier Bravo, Quique Rassetto, Celia Saia, Silvina Paulela, Rodrigo Flores, Osvaldo Estrella, Miguel Ángel Córdoba, Héctor Vennera, Lilian Papasso.

«Y en ese disco, para el que le pedí al director de Todo Tango hiciera la introducción de tapa, titulado Nueva Música Popular Argentina, participaron las voces de Celia Saia, Beatriz Ambró, Liliana Soler, Miguel Ángel Córdoba, Alejandro D'Angelo y Lilian Papasso.

«En lo referente a otros aspectos de mi actividad, participo activamente en varias asociaciones de poetas: Asociación Literaria La Besana (de Villa Luzuriaga), Grupo Literario Reencuentro (en La Academia Porteña del Lunfardo), Asociación de Escritores Tradicionalistas de La Plata, además soy correctora en el Taller Literario Los Lápices de Madero (en Ciudad Madero) y soy miembro de Las Perlas del Tango.»

Hasta aquí, la palabra de la poetisa y nuestro diálogo virtual que no cerraré, sin antes agregar otros datos surgidos de la conversación con algunas definiciones de mi cosecha.

En la obra de Norma Montenegro no hay alardes de extravagancia ni metáforas rebuscadas, es inteligentemente simple. Sin duda, su estilo refleja un lenguaje cotidiano, natural, llano, expresivo del sentimiento popular, de algún modo, el tradicional de los tangos clásicos de las décadas del cuarenta y el cincuenta.



Su mirada femenina pero al mismo tiempo testimonial del contexto social, no le escapa al compromiso político y exhibe un equilibrio que le permite combinar sutilmente, la realidad, la épica y la poesía.

Por cada joven que abrace
la justicia como opción,
habrá una revolución
y un anhelo que renace.

(“Alas rojas”, milonga con música de Osvaldo Estrella)

Su mensaje ideológico y tanguero aparece nítidamente en una de las estrofas cuando dice:

Un tango que me cuente tus calladas quimeras
esas que al concretarse te permitan soñar
con el festín del pobre que en justa algarabía
lleva a su humilde mesa el logro de su afán.

(“Cantame un tango hermano”, con música de Quique Rassetto)

Daniel Tadey, nos pidió que incluyéramos aquí, esta estrofa de su milonga dedicada a Norma:

En ese sutil enjambre
de talento y humildad
tiene como prioridad
oír a su corazón,
volcando en cada canción
sus sentires más profundos,
dando golpes furibundos
al dolor y la injusticia,
mostrándonos, con pericia,
las vanidades del mundo.


Entre sus tangos, uno de mis preferidos, exalta con delicado romanticismo su visión otoñal pero esperanzada, cuando le confiesa a la ciudad sus sentimientos más profundos y sus utopías.

Aquí estoy Buenos Aires con mis sueños a cuestas
con un verso en los labios persiguiendo quimeras
sentidas melodías que en sus notas expresan
el íntimo murmullo de musa arrabalera.

(“Aquí estoy Buenos Aires”, tango con música de Jorge Dragone)

Pero el que más me gusta fue primer premio en el Certamen Hugo del Carril 2008:

Tus acordes me traen la cadencia
envolvente, sensual del bandoneón
el fuelle en su embeleso canta versos
con alma de suburbio y de malvón.

(“Decile que regrese”, tango con música de Héctor Vennera)

Tiene dos libros inéditos: Bajo la cruz del sur y Travesía en tango. Ha recibido numerosas distinciones y premios: Premio Hugo del Carril (2007), con “Señora Buenos Aires”; el mismo premio al año siguiente, con “Decile que regrese”, con música de Héctor Vennera; Premio Certamen de la Canción Surera (Dolores 2008), con “Cercos de madreselva”, con música de Javier Bravo; igual premio en 2010, con “Torcacita enamorada”, dedicado a Tamara Castro, en colaboración con Osvaldo Estrella.

Y para cerrar esta nota, una demostración más de su devoción por la ciudad adoptiva, en su soneto, “Te quiero Buenos Aires”.

Te quiero Buenos Aires y a tu cielo
que trasnocha jugando en cada esquina
tras la bruma la noche se adivina,
cubierto el adoquín de terciopelo.

En tus calles abiertas al desvelo
desmaya una farola mortecina
apuesta con sus rayos de opalina
a cubrirme los hombros con su velo.

No sé si vos y yo somos iguales
o tu luna me clava el aguijón,
cuesta arriba trepando los umbrales

yo sigo por su luz encandilada,
igual que cuando estaba enamorada
de aquél beso fatal del metejón.