Por
Leonardo Roldán

La corta historia de la Orquesta Cátulo Castillo

s sabido que Cátulo Castillo se inició en el tango como compositor creando la parte musical de buena cantidad de tangos, por citar algunos: “Caminito del taller” (la letra también es suya), “Acuarelita del arrabal”, “Aquella cantina de la ribera”, “El aguacero (Canción de la Pampa)”, “El circo se va”, “El pregón”, “Invocación al tango”, “Música de calesita”, "Organito de la tarde", “Papel picado”, todos con letra de su padre José González Castillo, “Silbando” (con Sebastián Piana y letra de su padre), “Bichitos de luz”, con Enrique Cadícamo y otros más.



Y luego, su notable desarrollo como autor de letras que lo han puesto entre los cinco o quizás seis autores más destacados de la historia del tango. Pero además, cosas de juventud, como lo fue el boxeo, también tuvo su orquesta.

Nos situamos en el año 1927 en la calle Boedo, allí viven los Castillo, y recorriendo los cines de la zona un nuevo cantor quiere hacerse conocido, es Roberto Maida. En una de sus presentaciones en el Cine Nilo, entre San Juan y Cochabamba, se conocen y la amistad perdura hasta la muerte de Cátulo.

Llega la fecha del cumpleaños de su padre y Maida es invitado —concurre con sus guitarristas— y Cátulo lo acompaña al piano; y la presencia de un empresario español, Manuel Gorina, deviene en una invitación para presentarse en España con una orquesta y el cantor novato. Por supuesto aceptaron, pero no fue fácil, la propuesta a músicos experimentados como Pedro Maffia, Carlos Marcucci, Minotto Di Cicco, no prosperó por falta de garantías.

En algunas ocasiones Maida cantaba acompañado por un conjunto formado por Miguel Caló y Domingo Cuestas (bandoneones), Armando Baliotti (piano), Estanislao Savarese y Raúl Kaplún (violines) y Luis Addesso (contrabajo). Solamente Caló y Savarese aceptaron integrar la embajada, entonces Cátulo recordó conocer a tres hermanos músicos. Alfredo Malerba en el piano, Carlos Malerba en violín y Ricardo Malerba en bandoneón y agregaron a otro más, un mendocino llamado Pablo Enrique Flores.

Casi sin ensayar partieron los muchachos en busca de fama y dinero. Durante el viaje conocieron a un argentino que también iba a España, Carlos Leonetti, pequeño, de bigote, lo incorporaron al grupo aunque no supiera nada de música ni del “fueye”. Maida recordó que el actor Enrique de Rosas poseía uno y se lo pidió prestado. El envío llegó. El improvisado músico obtuvo por breve tiempo un resonante éxito. En la orquesta los pocos momentos de lucimiento de los bandoneones estaban a cargo de Caló y Flores. Sin embargo Bigote, como lo llamaban, esperaba ese momento para estirar aparatosamente su instrumento recibiendo los oles de la concurrencia y las risas de sus compañeros.



Decidieron separar parte del dinero de cada uno para ofrecérselo al nuevo músico, pero la sorpresa llegó cuando se negó porque quería ganar igual que todos. Fin de su participación.

Llegaron a Barcelona el 12 de noviembre de 1928, se hospedaron en la pensión Isabelita y comenzaron a actuar en el Cine Principal Place hasta el fin del contrato. Luego, siguió una gira exitosa por varias ciudades que culminó en Madrid, en el Cine Teatro Fortuny, el cabaret Maipú Pigalle, el Teatro Royalty, entre otros.

El 16 de enero de 1929, llegaron al disco para el sello Odeon. Las primeras cuatro grabaciones fueron: “Esta noche me emborracho”, “Qué vachaché”, ambos con Roberto Maida y dos instrumentales: “Invocación al tango” y “Lorenzo”. Días mas tarde, dos más instrumentales: “Voy pa’ viejo” y “Chiqué”. El 22 de enero: “Che papusa oí”. Al día siguiente: “Caminito del taller”, “Por el camino”, “Caminito” y “Malevaje” —todas con Maida—, “Retintín”, instrumental. Otros registros: “Victoria”, “Cachadora”, “Mama yo quiero un novio”, “Viejo ciego” y “Pa’ qué volvés”, todos con Maida. En total 17 temas, además de un acetato de “Suerte loca”, que cantó Maida con Cátulo al piano y el guitarrista uruguayo Bahillo Unzuado.

La gira finalizó en 1930. Carlos Malerba enfermó de golpe y allí falleció, Caló y Flores habían regresado antes, siendo remplazados por Alberto Cima y Américo Cuadri. Los últimos en retornar fueron Cátulo y Maida que arreglaron las cuentas. Previsor, Cátulo fue enviando dinero a su padre para no tener problemas para regresar, recibieron el giro y todo bien. Arribaron con bien ganada fama, aventuras para recordar y el dinero gastado en vivirla intensamente.