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Ortega del Cerro cuenta sus comienzos en el canto

s habitual en un reportaje que para el final se le pida al personaje una anécdota, pero hoy vamos al revés, ya mismo te la pido.

«Sí, tengo una en la que está sintetizada toda mi vida, porque encaminó mis pasos hacia un porvenir en la misma forma que pudo torcerla para el otro, y es mi presentación en Radio El Mundo hace ya 15 años, o sea en 1942».

Esta fue la primera respuesta de nuestro importante cantor, Ortega Del Cerro, agradecido que su vida lo haya dirigido a la famosa emisora. Los años transcurridos desde entonces no hicieron más que confirmar sus condiciones de muy buen intérprete. Un nombre desconocido que sin quemar etapas se ubicaba en los primeros planos junto a los mejores cantores. Buen timbre de voz, varonil, recia, que se adaptaba perfecto a los temas dramáticos de su repertorio.

—Contaste tu llegada, ¿pero como empezó todo allá en Mendoza?

«Yo cantaba de muchachito pero para mí o para algunos amigos de mi edad que me alentaban a que me dedicara en serio al canto, y es cierto que soñaba con hacerlo profesionalmente pero no me lo creía. Hasta que un día me escuchó Irma Flores, gran tanguera de mi ciudad, que convenció a las autoridades de LV10 Radio Cuyo para que me presentaran en la radio».

—¿Y allí que pasó, llamaste la atención de ellos o del público?

«No, fue una actuación muy breve porque no me sentía con fuerzas para seguir, algo me faltaba. Tiempo después paran en Mendoza de camino a Chile el actor cómico Augusto Codecá y Héctor Quesada, pianista, compositor, director, que mucho antes había hecho dúo con Francisco Lomuto y también solía hacer de representante. Me querían escuchar, ya le habían hablado de mí y mis amigos me llevaron casi a empujones ante ellos. Lo hice, tembloroso y convencido de un fracaso. Pero no fue así, ese mismo día me hicieron grabar “Madre” y “Juera güey”, y Quesada me dijo que ya tendría noticias suyas».



—¿Y llegaron las noticias?

«Llegaron avisándome mi posible debut en Radio El Mundo. No podía creerlo, fue la primera vez que salía de mi casa y de la ciudad y no conocía Buenos Aires. Llegué, me estaba esperando Quesada, si no capaz que me perdía y a los pocos días debuto nada menos que en Ronda de Ases, entonces de una notable popularidad. Cuando ya debía salir a escena me sentía desfallecer, no recuerdo cual fue el primer tango que canté, el segundo sí y creo que salió bien, de todas maneras tenía decidido regresar a mis pagos y dedicarme al comercio».

—¿Pero eso significaba desertar?

«Cierto, pero saqué pasaje y me subí al tren, vinieron Quesada y otros, me alentaron, me bajaron y seguí para adelante. Radio Cuyo, El Mundo y una breve temporada en Belgrano son las únicas en las que canté».

—¿Y aparte del tango?

«Sí, los momentos libres se los dedico al hotel que tengo en Santa Fe y Riobamba y para mantenerme bien físicamente, me entreno como boxeador, allá en Mendoza hice unas diez peleas como aficionado».

—¿Sos López Ortega, quien hizo el cambio?

«Quesada, me puso del Cerro porque de allí venía».

—¿Otras actuaciones?

«Entre agosto y septiembre de 1943, grabé unos temas para la Orquesta Típica Victor: el 9 de agosto: “Milonga del aguatero”, de Maruja Pacheco Huergo y Nicolás Siri. El mismo día, “Una vez”, de Carlos Marcucci y Lito Bayardo; el 9 de septiembre: “Nene caprichoso” y “Tranquilo viejo tranquilo”; el 20 de septiembre “Pena calé”, de Andrés Domenech y Francisco García Jiménez y “Y no la puedo olvidar”, de Francisco Canaro.

«Quiero agregar que, en 1948, también estuve con José Basso que formaba su primera orquesta después de Aníbal Troilo y sus vocalistas fueron Ricardo Ruiz y yo. Debutamos en el cabaret Ocean de la avenida Leandro N. Alem. En esa época Basso no tenía grabaciones.

«Me fui de su orquesta y yo seguí en Radio El Mundo, me acompañaba la orquesta estable dirigida por Andrés Fraga. En la orquesta de Basso me reemplazó, Francisco Fiorentino, recién entonces llegó al disco. Fiore registró “Mi noche triste (Lita)”. Esos fueron detalle más, detalle menos, mis comienzos en el canto».