Por
Ricardo García Blaya

Bertero - Una charla con Fabián Bertero en mi casa

in duda es un músico de raza con un pentagrama genético de varias generaciones. Repasemos someramente la historia de sus ancestros.

El tío bisabuelo Bartolomé huyó de su tierra piamontesa —ayudado por su familia—, para no ser reclutado para la guerra de Crimea. Pagó el pasaje trabajando de cocinero en el barco. Terminó en Buenos Aires como clarinetista y profesor de esgrima en el ejército del brigadier Juan Manuel de Rosas. Y, cuando a principios de 1850, vislumbró la posibilidad de un nuevo conflicto bélico, el hombre se volvió a su terruño. A mediados de la década del sesenta, vinieron sin él sus otros cinco hermanos. Regresó algunos años más tarde y se instaló en Grütly Norte, provincia de Santa Fe, lugar de residencia de su hermano Lorenzo —el bisabuelo flautista—, donde nacieron el abuelo Bartolo, bandoneonista y el papá Lorenzo, también fueyero, luego se mudaron a Colonia Esperanza y allí nació el protagonista de esta entrevista.

«¿Por qué elegí el violín? Fue una imposición familiar originada en la gran demanda de violinistas que había en Buenos Aires y, también, por el ejemplo de mi tío Miguel Ángel Bertero.

«Cada quince días iba a la Capital Federal, a tomar clases con Ljerko Spiller, hasta que obtuve una beca y el 30 de marzo de 1989, me instalé en Buenos Aires, en el barrio de Núñez. Me había casado el año anterior y los tiempos no ayudaban, había una crisis bárbara y costaba ganarse el mango. La idea era hacer música clásica. Yo venía de integrar, como violín solista, las orquestas sinfónicas de Santa Fe y Entre Ríos.

«Tres meses de 1989, toqué en la Filarmónica de Buenos Aires y, al año siguiente, brevemente, en la estable del Teatro Colón. Para llenar la olla, hacía todo tipo de cambios en orquestas típicas, casamientos, fiestas, lo que fuera. Si bien la programación familiar era que yo ocupara el atril de una orquesta sinfónica, yo había mamado mucho tango con mi papá y mi abuelo y, la verdad, es que en esos tiempos de mishiadura, fue esa música la que me permitió paliar las necesidades.

«En aquella época, tuve un paso fugaz por las formaciones de Daniel Binelli, Osvaldo Piro, Leopoldo Federico, y la especial circunstancia de una gira a Japón con la orquesta de Carlos García.



«Este viaje tuvo varios condimentos. Fue mi primer laburo importante de tango, mi primera gira internacional, mi primer viaje en avión y mi primer viaje a Japón. Aparte era salir de una Argentina con una inflación galopante (1991), para ir a un país que era la segunda economía del mundo y en el momento de su máximo apogeo. Ni te imaginás el impacto. Por otro lado, los monstruos que viajaban en esa orquesta: Antonio Agri de violín solista, Freddy Scorticati de primer bandoneón, Marcos Madrigal de segundo bandoneón, el Alemán Schneider de flauta y Aníbal Arias de guitarra... ¡qué lo parió!

«A partir de 1992, la cosa fue mejorando y gracias a Fernando Suárez Paz, con quien había comenzado a trabajar en su conjunto de cuerdas, participé en los programas de televisión que hacía Gerardo Sofovich.

«Luego de tres agobiantes concursos por una vacante, entré en la Orquesta del Tango de Buenos Aires. ¡Por fin un ingreso fijo! Desde ese momento me di cuenta que no me iría más del tango, que ese era el género que mejor me expresaba.

«Cuando entré en la orquesta del tango, me sentaron en el atril junto a Finito Domínguez. Un veterano violinista que había pasado por casi todas las orquestas, entre ellas la de Carlos Di Sarli, Francisco Rotundo y José Basso. El hombre tenía una gran habilidad para transmitir conocimientos. Mucho de lo que sé, de interpretación y estilos de tango, se lo debo al hecho de haber estado alrededor de un año con él.



«Después, la gira con Luis Miguel en 1994, con una formación de más de veinte cuerdas dirigidas por Suárez Paz. Viajamos por el país durante 15 días. Empezamos en Salta y la última actuación fue en Mar del Plata. Ganamos buena plata, los cachet tenían valor internacional.

«Una breve digresión sobre esa agrupación, te voy a nombrar uno por uno, los integrantes de las cuerdas: Fernando Suárez Paz, Enrique Mogni, Mario Abramovich, Gerardo Pachilla, Damián Bolotín, Martín González, Salvador Spátola, Esteban Prentky, Juan de la Cruz Bringas, Mauricio Marcelli, Leonardo Suárez Paz, Ariel Spandrio y por supuesto yo (violines); Mario Fiocca, Walter Oliverio, Rubén Jurado (violas); y Carlos Nozzi, Marcelo Bru, Jorge Pérez Tedesco, Néstor Tedesco (violoncellos).

«Mis acciones como violín solista siguieron en alza y fui convocado por grandes músicos. Colaboré esporádicamente con Osvaldo Berlingieri y Julián Plaza. Y, entre 1992 y 1996, integré la orquesta de José Colángelo para actuar en El Viejo Almacén. Al mismo tiempo, formé parte del conjunto estable de Michelangelo. De esa época quedó el testimonio de dos discos, uno instrumental para Japón y otro acompañando a la cantante Ana Medrano. En 1994, hicimos una gira a Japón y diversas presentaciones junto a Alberto Podestá y a Raúl Lavié entre otros. Paralelamente al trabajo con Colángelo, viajé a Europa con el quinteto de Atilio Stampone.

«Uno de los momentos más increíbles fue cuando actué en Michelangelo, en el sexteto de Carlos Buono, acompañando a Libertad Lamarque. Antes, lo había hecho con Roberto Goyeneche, pero en la orquesta estable del local. Este trabajo quedó registrado en el último disco del Polaco.

«Son muchos los recuerdos que me vienen a la cabeza: las actuaciones con la orquesta de Carlos Galván en la televisión, en el programa La Noche con Amigos, conducido por Lionel Godoy; mis primeros arreglos allá por el 94, uno de los cuales llegó a ser finalista en el Primer Festival de la Canción (Argentinísima, ATC, 1994).

«Fue con Galván que empecé a laburar fuerte como arreglador en 1997, ya que hacer un programa de televisión por semana con cantores distintos, exigía un práctica intensa: a veces había que escribir diez o doce arreglos en una semana. Esto representó una posibilidad muy importante de adquirir destreza, velocidad, de experimentar. Fui el arreglador de la orquesta con la que viajamos a Japón en 2003 (mi cuarto viaje a Japón de siete en total) con lanzamiento de CD incluido.

«En el 2003 y hasta el 2006, fui violín solista del Quinteto de Fernando Marzán, con quien grabé tres discos y realicé cuatro giras. Actuamos en Francia, Finlandia, Suecia, Lituania, Israel, Martinica, Japón, Chile y Dinamarca, llevando los espectáculos Tango Emoción y Tango Seducción.

«Con el quinteto de Edgardo Acuña registré el compacto Tango Marginal. En el 2004, viajé dos veces a Japón: primero, con el cuarteto de Osvaldo Montes, luego, con la orquesta de Osvaldo Requena. En el 2007, estuve en Chile con la Selección Nacional de Tango.

«Actué, como solista invitado en el Teatro Colón, con la Orquesta de Osvaldo Piro, en esa ocasión junto a Susana Rinaldi. Después, también con Piro, toqué en Punta del Este y en el Festival de Tango de La Falda.

«Como arreglador y director colaboré en dos discos del cantante y compositor Oscar Pometti: Tangos de Amor (2001), nominado al Grammy latino y Profecía en Tango (2006). Asimismo, realicé los arreglos de dos discos de mi tío Miguel Ángel Bertero y fui coproductor artístico en el compacto de Sandra Luna, Con las alas de Eladia, que obtuvo 5 nominaciones a los Premios Gardel 2008. Lo mismo hice con María José Mentana para su disco Por amor a Buenos Aires (2008), en el que participaron Néstor Marconi, Atilio Stampone y el dúo Arias-Montes, entre otros invitados.



«A principios del nuevo siglo, rearmé un grupo que había formado en 1995: Fabián Bertero y los Músicos de Buenos Aires y lo diseñé como sexteto. Estaban: Horacio Romo (bandoneón), Diego Sánchez (violonchelo), Edgardo Acuña (guitarra), Nicolás Ledesma (piano) y Horacio Cabarcos (contrabajo).»

A esta altura de la reunión, y asombrado por tan intensa trayectoria, le pregunté al joven y talentoso músico por su nuevo desafío: la Bertero Big Band Tango, algo así como catorce músicos en escena. Todo un acontecimiento si medimos las dificultades económicas de la actividad artística y, en particular, del tango.

«Yo vivo de la música pero más por la música y, lo que más me gusta, es componer y arreglar. La orquestación de una formación grande fue mi sueño del pibe y de eso se trata. Aliento la esperanza de poder financiar el sueño.»