Por
Néstor Pinsón

¿Quién fue la primera mujer que grabó tangos?

eterminar quién fue la primera dama que grabó tangos resulta un tema árido. Las investigaciones al respecto no llevan claridad para dilucidar esta cuestión. En general, se repiten opiniones o se elucubra en tiempo potencial o se difunden invenciones y falacias sin que los autores agreguen algo de su cosecha propia. No se encuentran investigaciones serias.

Algunos estudios nombran, sin demasiada convicción, a la cancionista Linda Thelma, pero se comprobó que no fue ella. Las fechas no eran coincidentes.

Otros, con bastante firmeza, aseguran que la primera fue Pepita Avellaneda, nombre artístico de Josefa Calatti (1875-1951), también argentina como Linda Thelma. Esta artista, más cercana a nuestro tiempo —en su época final ya retirada de las tablas—, fue la encargada del guardarropa para damas, en el famoso Cabaret Chantecler, de la calle Paraná al 400.

A fines de 1999, falleció Hugo Lamas antes de cumplir 60 años de edad. Fue un investigador singular. Su afición de toda la vida lo llevó a conseguir, por diversos medios, prácticamente todo el material gráfico publicado en el país, fueran diarios, revistas, cualquier tipo de periódico de todas las épocas.

También, fotocopió las viejas actas policiales, aquellas manuscritas con algún manchón de tinta y faltas de ortografía. Extrajo datos de todos los temas que le importaban referidos a nuestro país, la música y el tango especialmente. Completó algo más de 250.000 fichas que mantenía en forma muy ordenada. Con una mínima parte de ellas Héctor Lucci le editó el libro El tango en la sociedad porteña, 1880-1920, que escribió con la colaboración de Enrique Binda. Allí, todas las informaciones que nos brinda, tienen el respaldo del medio donde fue publicado originalmente y la fecha.

Así pudimos enterarnos que el nombre de Pepita Avellaneda aparece en un acta policial del 19 de diciembre de 1894 que textualmente dice: «En 9 fojas útiles elevo a Ud. el sumario instruido con motivo de la denuncia hecha en esta Comisaría, por el médico de la Repartición Eudoro Cisneros, que ha sido llamado de la casa Cangallo 1343 para atender a una joven enferma, la que resultó hallarse intoxicada a consecuencia de haber bebido una disolución de fósforos en agua. Inmediatamente de recibir la denuncia me trasladé a la citada casa y hablando con ella, supe que se llamaba Josefa Avellaneda, que es argentina, de 20 años, soltera, corista, blanca, lee y domiciliada en Talcahuano 56, pieza Nº 23, donde vivía en concubinato con el sujeto Antonio Reynoso, director de la orquesta del Teatro La Comedia». Con respecto a la causa de la determinación explicó al funcionario: «Yo misma no me explico cómo he hecho esto. Hace varios días atrás sentía un malestar incomprensible, un deseo de llorar inexplicable y el 12 por la noche, estando sola en mi habitación, me propuse quitarme la vida...». (Pág. 253 del referido libro).

En el ambiente tanguero, se decía que fue de las primeras mujeres en cantar letras muy sencillas y, que en algún caso, se acompañaba de una melodía de tango. Su vida artística se habría iniciado en Montevideo en 1899, bailando y recitando coplas. Más adelante, ya su nombre aparece en Buenos Aires, bailando en el antiguo Hansen, en el Teatro Variedades y en el Armenonville. Usando melena y vestida de gaucho o de malevo, actuó con Florencio Parravicini en 1905 y 1906, en breves piezas escritas por Ángel Villoldo. Eran obras subidas de tono, procaces para esa época, pero que congregaban mucho público afín al género. El diario La Nación del 5 de diciembre de 1901 anuncia que en el Teatro Comedia se realizará una función a beneficio, donde se presentará la bailarina Pepita Avellaneda bailando “Las boleras” y el vals “Santiago”. En El País del 17 de junio de 1902, otro anuncio: «Esta noche se presenta en el Teatro Rivadavia “Marina” y también “El guitarrico”, bailando la danza serpentina la bailarina Pepita Avellaneda». (Lamas y Binda, “El tango en la sociedad porteña, 1880-1920, pág. 278)

En ninguno de los datos obtenidos por Hugo Lamas se hace mención que cantara íntegramente una canción o fuera presentada como cancionista. También es curioso que los encargados de las empresas grabadoras no la citaran, cuando si lo hacían con actrices como Lola Membrives, Manolita Poli o la ignota Paquita Shell, entre otras. Entonces, no se la debe considerar como cantante de tangos, sí como bailarina y, en todo caso, como comediante por lo hecho junto a Florencio Parraviccini.

Y aún seguimos sin respuesta a la pregunta que encabeza esta crónica. Hasta que, finalmente, Lamas —basado en su investigación más el respaldo de las grabaciones—, logra descifrar el enigma: la mujer en cuestión —que registró tangos en la cera de los primitivos cilindros— fue Andrée Vivianne ¡Toda una leyenda!

Por primera vez, aparece su nombre en el diario La Nación, el 27 de octubre de 1903. Allí, se anuncia su actuación en el Teatro Casino durante todo un mes. Recién, al año siguiente, otro medio la nombra (El País nº 1742, 15/10/1904), es un comentario sobre su paso por el escenario del Teatro Royal: «Mme. Andreé Viviane, la hermosa cantante franco-argentina, viene desde hace algunos días haciendo las delicias de los habitués al music-hall, en el número confiado a su inteligente y graciosa interpretación... artista joven, de hermosa voz, sin descuidar ni mucho menos su nutrido repertorio de canciones francesas, cultiva con exquisito gusto y sentimiento la música de nuestras pampas». Ese mismo año y en 1905 estuvo en nuestra ciudad pues sale otro anuncio. Se refiere a las grabaciones realizadas para el sello Zonófono. En 1907 o 1908 incrementa su breve discografía registrando para Odeón canciones criollas y tangos.

Como este material forma parte de la colección de Héctor Lucci hemos podido escucharlo y para lo habitual de aquel tiempo coincidimos que poseía una hermosa voz de soprano lírica y buena entonación. Si bien su fraseo es porteño, en la pronunciación se aprecia un dejo francés cuando llega a las erres.

La grafía de su nombre y apellido es variable. En El Pabellón de las Rosas debuta el 16 de febrero de 1909 como: «Andhré Viviane, famosa cantante criolla».

Luego, Lamas cuenta: «La pesquisamos por última vez muchos años más tarde, en el diario La Nación del 4 de diciembre de 1920: ...se representó Juan Moreira, donde ejecutaron números criollos la cantora Srita. Vivián, el payador Ignacio Corsini y las cancioneras criollas Cármen Moreno y Ernestina Romero».

Se desconoce su verdadero origen y si el suyo era nombre verdadero o seudónimo. No se encontraron fotografías ni fechas de nacimiento y muerte. Bien pudo ser argentina o francesa. Desde entonces nada más se supo de ella. Sólo nos quedó su voz en cilindros y discos.

A continuación, detallamos un listado del material grabado por Andrée Vivianne, que posee Héctor Lucci. Con los únicos datos que figuran en sus etiquetas.

Cilindros de 2 minutos de duración entre los años 1904 y 1908, sello Phrinis: nº 11.104, “El porteñito”. Posiblemente, la primera grabación de Vivianne año 1904/5; nº 11.108, “En la pampa”, estilo; nº 11.155, “Amores de un gaucho”.

Discos de 25 centímetros, sello Zonófono, año 1905: nº 13.706, “Mi guitarra”, estilo.

Discos de 27 centímetros, sello Odeón, nº: 41.579 “Después de tanto penar”, 41.580 “La tapera”, 41.581 “Mi guitarra” (tres minutos y medio de duración), 41.583 “Rubia risueña”, 41.584 “Adiós para siempre”, 41.675 “Estilo pericón”, 41.679 “Acuérdate de mí” (canción, año 1909), 41.680 “El pampeano”, 41.682 “Pampa Argentina”, 41.683 “Como te quiero”, 41.791 “Mi conquistador”; sin números: “Las golondrinas”, “El arroyito [b]” (milonga), “Justicia criolla”, “El Porteñito”, en este último registro se cita el año 1909, la matriz 320 y que está acompañada por orquesta. La consideramos una nueva versión del tango, pues ya está dicho que Lucci posee el mismo tema en cilindro.

Una peculiaridad es que Villoldo le escribió la versión femenina de la letra, que comienza así:

Soy hija de Buenos Aires
por apodo la criollita
la moza más compadrita
que en este suelo pisó
cuando un tango en la vigüela
rasguea algún compañero
no hay nadie en el barrio entero
que baile mejor que yo.