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Por
Lincoln Maiztegui Casas

Una polémica que se termina

a larga e inconducente polémica sobre el nacimiento de Carlos Gardel parece cercana a su fin. Como es sabido, hay una corriente de investigación, iniciada por el periodista Erasmo Silva Cabrera (Avlis) y continuada fundamentalmente por Nelson Bayardo y Eduardo Payssé González que sostiene que Gardel nació en Tacuarembó hacia 1893, y era hijo natural del coronel Carlos Escayola. De ser así, no podría ser el mismo Charles Romuald Gardes, hijo natural de Berthe Gardes, nacido en Toulouse, Francia, el 10 de diciembre de 1890. Por consiguiente, habrían existido «dos Gardel», el nacido en Toulouse y el oriental hijo de Escayola, criado parcialmente por Berthe Gardes, que habría terminado por usurpar la identidad del otro.

El trabajo de investigación de Juan Carlos Esteban deja muy maltrecha, a ojos de una mente razonadora, la teoría de los «dos Gardel» y, por lo tanto, de su nacimiento en Tacuarembó.



La segunda edición de Carlos Gardel, encuadre histórico, del investigador argentino Juan Carlos Esteban, pierde algo de la contundencia de su versión anterior, que residía precisamente en la severa acumulación de documentos que no requieren comentarios, porque su elocuencia los hace superfluos. Pero presenta, como amplia compensación, algunas reflexiones basadas en el sentido común que adquieren fuerza de alegato.

Sobre el nacimiento y la vida de Carlos Gardel no hay más incógnitas que las que requieran crear. Existen en Toulouse su partida de nacimiento y su fe de bautismo. Existe constancia de su ingreso a Argentina junto a su madre el 13 de marzo de 1893. Existe constancia de la totalidad de su trayectoria escolar, realizada entre 1897 y 1904. En septiembre de 1904 se escapó de su hogar y fue detenido por la policía, que lo registra como «Carlos Gardes, de 14 años, de nacionalidad francesa». Existe constancia precisa de las cinco visitas que hizo a lo largo de su vida a la ciudad de Toulouse, así como la cálida relación que mantuvo con sus familiares franceses. Y por último, existe el testamento hológrafo (o sea, redactado de puño y letra del testador) escrito antes de su último viaje, en el que se confirman todos sus datos y se reafirma su identidad.

Los que sostienen la tesis oriental se basan fundamentalmente en la documentación personal de Gardel: cédula de identidad, pasaporte, libreta de enrolamiento, etc. En todos ellos dice que nació en Tacuarembó el 11 de diciembre de 1887. Es un buen punto de partida.

El 8 de octubre de 1920, en el Consulado uruguayo de Buenos Aires, Gardel obtuvo una constancia de nacimiento que le permitió tramitar la documentación argentina. Lo hizo en base a la declaración de dos testigos (uno de ellos su socio y amigo Razzano) y no presentó partida de nacimiento. Las razones por las que optó por esta solución son especulativas, desde luego; lo cierto es que esos documentos constituyen la única argumentación fundamentada de toda la teoría.

Se ha hecho hincapié en la presunta visita del cantante a Tacuarembó en 1915, cuando fue herido de bala. Se dice: si no tenía algún vínculo especial con esa zona, ¿cómo se explica que la haya elegido para su convalecencia? ¿Cuándo se produjo, entonces, el viaje a Valle Edén, en Tacuarembó, y cuánto tiempo permaneció allí?

Esteban pone seriamente en cuestión dicho viaje. Le basta para ello con ordenar la fechas: el 11 de diciembre de 1915 Gardel fue herido de un balazo en el pulmón izquierdo. Una semana después volvió a cantar en Buenos Aires. El 3 de enero de 1916 inició una serie de recitales en Montevideo. ¿Cuándo se produjo, entonces, el viaje a Valle Edén, en Tacuarembó, y cuánto tiempo permaneció allí? Es probable que esa estancia ni siquiera haya existido.

Sin embargo, el punto más inverosímil de la teoría reside en la existencia de dos personas diferentes, Charles Romuald y Carlos, que en un momento indeterminado se habrían fundido en una única identidad. Se ha construido una historia digna de El hombre de la máscara de hierro, de Alejandro Dumas.

Nadie vio nunca juntos a estos dos presuntos jóvenes y nadie dijo nunca que Berthe tuviera dos hijos, o un hijo y un entenado. Pero además, se da un increíble juego de desapariciones. Hasta cierta altura, Gardel el cantante es un fantasma: existe Charles Romuald, del que se conserva toda una rica documentación, y «el otro» es un ser innominado y fantasmal, que no se sabe cómo se llamaba, a qué escuela concurrió y qué hizo hasta el final de su adolescencia. En determinado momento la situación se invierte; aparece Carlos Gardel el cantante y Charles Romuald literalmente desaparece, se esfuma en la nada. Bayardo y Payssé González han especulado con que fue dado en adopción, con que murió a temprana edad, y hasta con que se marchó a Francia y murió en la Primera Guerra Mundial; pero no hay un solo elemento probatorio de nada de ello. Es como si se lo hubiera tragado la tierra.

Por otra parte, ¿cuándo, a qué altura, se produjo la usurpación de identidades? Bayardo afirma que fue en la niñez, y que Gardel el cantante «adopta sutilmente» el apellido Gardes. Pero se supone que ambos jóvenes estaban separados por siete años de edad. Es evidente que Gardel no podía ser el niño de 14 años detenido en 1904, porque hubiera tenido entonces, según la datación de Bayardo, 21 años. Toda la confusión se aclara si se admite que esas dos presuntas identidades fueron sencillamente una sola.

En estos últimos días se han sumado otras «opiniones contundentes» sobre la filiación oriental del Mago, pero no han aportado nada nuevo. Martina Iñiguez, que se presenta como historiadora argentina, ha sostenido con desparpajo y horrorosa sintaxis que «hay suficiente cantidad de indicios de convicción para sostener que hubo dos niños». Pero no dice cuáles son esos indicios, que parecen reducirse a la diferencia entre las buenas notas obtenidas por el francés y las faltas de ortografía del presunto oriental, tema que ya había sido manejado por Payssé González.

Un señor Israel Álvarez de Armas, venezolano él, sostuvo, desde lejos, que aportaría «pruebas concluyentes» al respecto, y se habló incluso de que habría encontrado la partida de nacimiento (¡en Venezuela!). Pero, destino esquivo, no pudo venir a Uruguay por falta de divisas para financiar sus gastos. ¿Nadie se pregunta por qué no envía esas «pruebas concluyentes» por correo? Estas sinrazones suceden cuando un chauvinismo de cuarta sustituye al análisis racional.

La polémica sobre el lugar de nacimiento de Carlos Gardel está llegando a su final, y bienvenido sea. Así será posible que nos ocupemos de Gardel sólo aquellos que admiramos su exquisito fraseo, su poderosa capacidad de golpearte el alma y, en definitiva, su arte incomparable, que vivirá por los siglos de los siglos y seguirá subyugando a las personas sensibles de todo el mundo, de Toulouse a Tacuarembó.

Extraído del periódico El Observador, 20 de diciembre de 2003, Montevideo (Uruguay).