Por
Javier Barreiro

Benigno Macías, la introducción del tango en Europa

o tuve noticias de este joven hacendado argentino que pasó en Europa la mayor parte de su vida, hasta que mi amiga, la escritora coruñesa Elisa Vázquez de Gey lo citara en uno de sus muy documentados libros sobre Anita Delgado, la bellísima bailarina malagueña que se casara con Jagatjit Singh (1872-1949), séptimo maharajá de Kapurtala.

Al parecer, y procedente de París, Benigno Macías había llegado a Madrid en las fechas precedentes a la boda de Alfonso XIII con Victoria de Battenberg (3 de abril de 1906), donde coincidió, entre otros muchos personajes del gran mundo, con el maharajá.

Sabida es la sensacional historia de la fascinación del indio por la belleza de la malagueña Anita, una simple telonera del Kursaal, donde actuaba junto a su hermana Victoria con el nombre de Las Camelias o Hermanas Camelia, que de las dos formas aparecen en los programas y postales de la época. Conocida es también la novelesca historia de la participación de Valle-Inclán y los pintores Julio Romero de Torres, Ricardo Baroja y Anselmo Miguel Nieto en la feliz culminación de la historia.

Todos ellos frecuentaban el citado lugar de diversión —frontón, durante el día y templo de variedades por la noche— y, además del maharajá, también acudían muchas de las personalidades llegadas a Madrid para las bodas reales, entre las que debió estar Benigno Macías que se amistó con los citados pintores y que, parece, se encaprichó perdidamente de Victoria Delgado. Benigno coincidió en París con Victoria, cuando la familia de Anita viajó a la capital francesa para acompañarla durante el tiempo que durara la educación de princesa que para ella había preparado el príncipe indio, que terminó casándose con ella, en su reino, el 20 de enero de 1908.

Benigno Macías, hijo de un gran estanciero, había nacido en 1882 y, como la mayor parte de los jóvenes adinerados argentinos, debió marchar a París en fechas coincidentes con el comienzo del siglo XX. Fecha clave, pues, para las primeras relaciones del tango criollo con Europa, de las que Benigno pudo ser uno de sus primeros embajadores.

(Nota de Dirección: Recordemos el arribo a París de Ángel Villoldo y el matrimonio Gobbi en 1907, invitados por la firma Gath y Chaves. Posteriormente, en 1911, la llegada de Enrique Saborido y de Carlos Vicente Geroni Flores. Y, finalmente, la tercera delegación de 1913, que integraron Celestino Ferrer, Eduardo Monelos y Vicente Loduca, junto al bailarín Casimiro Aín y su compañera Martina).

Por las memorias de Anita Delgado, la maharajaní de Kapurtala, sabemos que, una vez llegado a España, trató de introducir los tangos en los teatros de varietés. Pero nada hemos conseguido averiguar al respecto y nos parece un poco prematuro pues, por entonces, todavía el tango no era común en París. Tal vez, Anita Delgado con la distancia temporal, confundiera las fechas y el intento de Benigno fuera posterior. De hecho, el primer tango argentino documentado que se interpreta en España sigue siendo el que presentan Las Argentinas (María Cores, bonaerense y Olimpia d’Avigny, italiana) en el madrileño Circo de Parish cuando termina 1906. De cualquier modo, la amistad que Macías labró con el maharajá sirvió también para que éste se apasionara por el tango argentino, que extendió a alguna de sus intérpretes, pues constan sus intentos de seducción a Ada Falcón y Rosita Barrios cuando, en los años veinte, visitara Buenos Aires.

En cuanto a París, la biógrafa de Anita Delgado nos informa que artistas a los que él representaba bailaron en el Folies Bergère y que era denominado como “el rey del tango argentino”, título que debieron atribuirse unos cuantos. Aparte de los libros de Enrique Cadícamo y Zalko, más preocupados por los reflejos externos que por la intrahistoria empresarial, curiosamente, no hay bibliografía sobre un fenómeno sociológicamente tan intenso y crucial como la introducción del tango en París. Apenas, en las tesis producidas por la habitualmente sólida universidad francesa, se toca tangencialmente, este fenómeno.

Fuera como fuese, en 1911 Benigno Macías habitaba en la capital francesa, donde era habitué en la alta sociedad y arrastraba fama de dandy y seductor. En más de una ocasión recibió y acompañó al maharajá y a la maharajaní en sus frecuentes visitas a París. Pese a que Victoria, la hermana de Anita, se había casado en 1908 con el millonario estadounidense Jorge Winans, Macías siguió siempre manteniendo una férvida admiración y una amistad incondicional.

Durante la Primera Guerra Mundial, Anita escribe a Benigno desde la India, pidiéndole ayuda porque su hermana Victoria había sido abandonada por su marido y se encontraba enferma en París con sus tres hijos y embarazada de otro. El argentino les presta todo el apoyo posible pero, finalmente, en 1918, Victoria muere con sólo veintinueve años, a consecuencia de la llamada gripe española. Benigno se hizo cargo del entierro y consiguió sacar del país a los tres niños —el pequeño había muerto, contagiado por la madre— entregándolos a sus abuelos maternos en la frontera española.

En ese mismo año, regresa a la Argentina, desde donde encarga a Anselmo Miguel Nieto una copia del retrato que el pintor había hecho a Anita en 1909, ya que había otro realizado en 1905. El artista complació a su amigo y llevó a Buenos Aires, acompañado de Julio Romero de Torres, la obra solicitada, de la que, por tanto, hay dos versiones.

Benigno regresó pronto a París, seguramente en mala hora, porque el 19 de diciembre de 1921 fallecía en una de sus residencias parisinas, sita en la rue Berlioz nº 19, a la edad de 39 años, al parecer, a consecuencia de una infección en las piernas, provocada por un accidente automovilístico. Por las mismas fechas, un anuncio en Le Figaro ofrecía en alquiler otra de sus casas situada en el Parc de La Malmaison a 12 kilómetros de París. Marcelo T. de Alvear, embajador argentino y Alberto F. Figueroa, consejero de la legación argentina, ante la ausencia de la familia, asumieron la representación en el entierro.

A pesar de su temprana muerte, Macías, soltero, dejó testamento de sus bienes: entre otros, cuatro estancias —algo más de 25.000 hectáreas— en la provincia de Buenos Aires. Los destinatarios fueron los hijos de Victoria Delgado, que, en cuanto fue legalmente posible, dieron orden de vender las lejanas posesiones del país sureño.

*Agradezco a la citada Elisa Vázquez de Gey, al investigador marplatense Tuqui Rodríguez y a Manuelle Peloille, de la Universidad de París-Nanterre, la colaboración prestada.