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Por
Ricardo García Blaya

El alcohol, un tango triste

ntre las temáticas habituales que encontramos en las letras de los tangos y en muchos de sus títulos, el alcohol y las libaciones tienen un lugar destacado. Es común, que los personajes, a través de los versos de esas obras, intenten explicarnos el motivo de su bebida, su necesidad de embriagarse, en un marco de inmensa tristeza.

El engaño o el abandono de una mujer, son las razones más frecuentes pero hay otras. Además, en la extensa cantidad de páginas relacionadas al tema, no todas tienen que ver con la necesidad de olvidar o recordar o con las penas de amor; son las que narran encuentros o momentos especiales de una pareja o confesiones de sus fracasos o, simplemente, pinturas de la vida cotidiana.

Existen muchísimos ejemplos en los tangos, sobre personajes que beben para olvidar, para no pensar. Lo comprobamos en “La última copa”, cuando el hombre pide que le llenen la copa con champán para ahogar el dolor que tiene en el alma a causa de una mujer. O, cuando, en “Bien frappé” requiere: «A ver, mozo traiga y sirva caña fuerte, grapa o whisky bien frappé, para ahuyentar estas penas...». O, en los versos de “Destellos”: «Los invito conmigo a beber que bebiendo se habrán de olvidar los destellos de amores prohibidos...». O, en el mejor estilo discepoleano, después de sorprenderse con la facha decrépita de la que fuera su amor, el personaje nos adelanta: «Esta noche me emborracho bien, me mamo ¡bien mamao!, pa’ no pensar».

En otros tangos es al revés, insólitamente se bebe para recordar como el caso de “Un copetín”, «…quiero beber pa’ recordar el tiempo aquel». También, en “Viejo curda”, el personaje añora a su mujer fallecida y por eso bebe: «Vieja mía me has dejado pero nunca tu recuerdo he de olvidar».

En “Noche de locura”, se plantea una situación especial, el tipo le pide a la mina que no piense y le suplica: «¡No, no bebas! ¡Ven y bésame! ¿Qué esperas? Emborráchate de amor igual que yo».

Hay tres tangos antológicos, en que el alcohol se comparte en compañía de una mujer.

En “Los mareados”, Enrique Cadícamo propone el momento en que una pareja hace una suerte de balance final y el hombre sentencia la separación: «Hoy vas a entrar en mi pasado». Y, más adelante, comprendiendo también el dolor de la mujer: «Cada cual tiene sus penas y nosotros las tenemos… Esta noche beberemos porque ya no volveremos a vernos más». Es una pena que expresa una pérdida para ambos, una confesión conjunta, presentada como un sino fatal.

Los versos de Cátulo Castillo en “La última curda”, tienen un sentido distinto y muy profundo, con un planteo de raíz existencialista cuando dicen: «La vida es una herida absurda, y es todo tan fugaz, que es una curda ¡nada más!, mi confesión». El personaje que bebe está reconociendo su fracaso en la vida, descubre la náusea y se lo confiesa, posiblemente, a una mujer cualquiera. La letra es compleja y llena de metáforas, algunas memorables como cuando dice: «Cerrame el ventanal que quema el sol su lento caracol de sueño, ¿no ves que vengo de un país que está de olvido, siempre gris, tras el alcohol?»

Continuando con las letras que pintan libaciones entre los dos sexos, el tercer ejemplo es de un crudo dramatismo, es el caso de “Una canción”, donde la dama es requerida para seguir cantando: «la dura desventura de los dos», mientras toman ron en el frío de una mesa, los dos en curda. Más allá de esta imagen patética y desesperanzada, la obra contiene otra metáfora de antología: «¡A ver, mujer! Un poco más de ron y ciérrate la bata de percal que vi tu corazón desnudo en el cristal, temblando al escuchar esa canción…». A mi gusto, la forma más poética que conozco, de decirle a una dama que le han visto el pecho.

Un caso especial porque aclara desde el principio que no toma para olvidar ni por otro motivo, sólo por el gusto de beber, es el tango “De puro curda”: «Me gusta y por eso le pego al escabio, a nadie provoco ni obligo jamás y al fin, si tomando me hago algún daño, lo hago conmigo… ¡De curda nomás!». También, está el que quiere festejar e invita a los amigos a beber, como en “La garçonniere”.

Otro caso es el de “Whisky”, donde el tipo, por un fracaso amoroso, toma conscientemente para infligirse un daño.

Además, hay páginas donde se brinda por variadas razones: “Brindemos compañero”, de José Luis Padula y Cadícamo, registrado por Ángel Vargas con la orquesta del autor, “Brindis de sangre”, por Azucena Maizani, ambos de 1935, “Brindis para navidad”, de Aquiles Roggero y Julio César Curi, por Adolfo Rivas con la Orquesta Símbolo Osmar Maderna, en 1960, “Brindis de tango”, de Carlos Demaría y Juan Maffia con letra de Andrés Chinarro, por la orquesta del autor y el cantor Roberto Cortés, en 1951.

El champán, el vino y la caña, son las bebidas más mencionadas en los tangos —tanto en los que transitan por esta temática, como en otros relacionados con el cabaret y la mala vida—, también, se anotan el whisky, la ginebra, el pernaud, el ajenjo y el ron.

De los títulos más antiguos, vienen a mi mente algunos de la primera época, como por ejemplo, el ya mencionado “Un copetín”, que Juan Maglio Pacho —su compositor—, grabó en 1912 y, que tiempo después, José Fernández le agregó una letra que quedó inmortalizada en la versión de Vargas con Ángel D’Agostino, en 1941; “Curda completa”, instrumental, de Roberto Firpo, llevado al disco por el Quinteto de Genaro Espósito en 1913 y por su compositor en 1914; “Champagne tango”, instrumental registrado por Firpo también en 1914; “La copa del olvido” y “El curdela” grabados por Carlos Gardel, en 1921 y en 1923, respectivamente.

Resultaría imposible describir y enumerar todos los temas, tangos o milongas, que tratan sobre el alcohol y sus correlatos, aquí haremos un listado de muchos de ellos con algunos de sus registros fonográficos. Empezaremos por los tangos:

“Anoche estaba curda”, de Charlo, registrado por Hernán Salinas con la orquesta de Carlos García, en 1977.

Bien frappé”, llevado al disco por Carlos Di Sarli con Roberto Rufino, en 1941.

“Brindis de tango [b]”, de Ángel Sanzó y Alberto Morales, grabado por los autores, en 2005.

Caña”, de Enrique Mónaco y Enrique Esviza y letra de Julián Araujo, grabado por D’Arienzo con Laborde, en 1949.

“Caña amarga”, de Roberto Lurati y Juan Bautista Abad Reyes, que registró Alberto Vila en 1928.

“Con cuatro copas encima”, de Toto Rodríguez y Enrique Dizeo, toma radial de Alfredo De Angelis con Carlos Dante.

Copa de ajenjo”, grabado por Canaro con Francisco Amor en 1941 y por Azucena Maizani, en 1942.

Copa de amargura”, registrado por Ada Falcón con la orquesta de Canaro, en 1932.

“Copa de silencio”, de Alberto Arenas, grabado por su autor con la orquesta de Canaro, en 1956.

Copas, amigas y besos”, grabado por Troilo con Alberto Marino, en 1944 y por Alberto Castillo, en 1945.

“Copas y llantos”, de Antonio Marano, grabado por Gloria Díaz con José Canet, en 1978.

Copetín vos sos mi hermano”, de Andrés Domenech y Diego Flores, registrado por Gardel, en 1927.

De puro curda”, grabado por José Basso con la voz de Alfredo Belusi, en 1957.

Destellos”, registrado por Ignacio Corsini en 1925 y 1928.

“Dos copas”, de Anselmo Aieta y Reinaldo Yiso, grabado por Horacio Casares, en 1974.

“Eche más caña patrón”, de J. Rodríguez y R. F. Torres, grabado por Corsini, en 1926.

El borracho”, sin registros fonográficos conocidos.

“El curda” de José Zas, Francisco García y Pantaleón Mosca, registrado por Juan D'Arienzo con Armando Laborde, en 1953.

El encopao”, registrado por Troilo con Francisco Fiorentino, en 1942.

El vino triste”, registrado por Alberto Echagüe, en 1939 y por Armando Laborde en 1954, ambas con la orquesta de su autor, Juan D'Arienzo.

En la copa de la vida”, de Roberto Videla y Reinaldo Yiso, registrado por Ricardo Tanturi con Roberto Videla, en 1946.

Entre tangos y champagne”, de Carlos Rocco, grabado por Firpo con Teófilo Ibáñez, en 1928.

Esta noche de copas”, grabado por Héctor Varela con Fontán Reyes, en 1958.

Esta noche me emborracho”, con muchas versiones, entre ellas las de Gardel y Corsini, ambas en 1928.

“Estoy borracha”, de Anselmo Aieta y Luis Rubistein, registrado por Rosita Quiroga, en 1926.

Frente a una copa”, registrado por Alberto Morán con Pugliese, en 1949.

La borrachera del tango”, grabado por Gardel, en 1928 y, con otro título —obligado por la censura—, “La embriaguez del tango”, por Floreal Ruiz y Aníbal Troilo, en 1945.

La garçonniere”, dos registros de Corsini y de Gardel, en 1924.

La novia del alcohol”, de Dante Gilardoni y José Durany (Dan Durán), grabado por Canaro con Guillermo Rico, en 1959.

La última copa”, con muchísimas grabaciones, entre ellas la de Gardel de 1927.

La última curda”, que tiene cientos de versiones, las más importantes, la de Edmundo Rivero, en 1957 y la de Roberto Goyeneche, en 1963, ambas con Troilo.

Los mareados”, también con infinidad de versiones, registrado por Troilo con Fiorentino, en 1942.

“Mi viejo copetín”, de Paco Berón y Hugo Alcón, grabado por Carlos Barral, en 1998.

Noche de locura”, registrado entre otros por Héctor Mauré, Charlo y Vargas, en 1954.

“Pedí una copa más”, de Lucho Neves y Pedro Bevacqua, grabado por Mario Bustos.

“Pena, copa y tango”, registrado por Oscar Ferrari con la orquesta del autor, José Basso, en 1953.

Sirva otra copa”, grabado por Carlos Dante con De Angelis, en 1945.

“Sírvame caña”, instrumental de Agustín Paredes, registrado por la orquesta Donato-Zerrillo, en 1928.

Tal vez será mi alcohol”, registrado por la orquesta del autor con la voz de Raúl Berón, en 1943.

“Tango, copas y amor”, de Florindo Sassone y Ángel Di Rosa, grabado por el autor con Rodolfo Lemos, en 1979.

“Tango en curda”, de Mariano Mores con Rodolfo Taboada, grabado por Hugo Del Carril con la orquesta del autor, en 1969.

Tango y copas (Otro tango)”, registrado por Libertad Lamarque y por Troilo con Marino, ambos en 1943.

Tomo y obligo”, registrado por Gardel, en 1931.

Traiga otra caña”, grabado por Corsini, en 1926 y por Ángel Vargas, en 1941 y en 1952.

Una copa más”, grabado por Ricardo Malerba con Antonio Maida, en 1944.

Un pobre borracho”, instrumental de Pedro Vettori, registrado por la orquesta de Pedro Mafia, en 1929.

Una canción”, la versión que más me gusta, la de Horacio Deval con Argentino Galván, en 1953.

“Vaciar la copa”, instrumental de Raúl Garello, registrado por el autor, en 1986.

Viejo curda”, también registrado por Gardel, en 1927.

“Whisky, grabado por Di Sarli con Jorge Durán, en 1957.

Entre las milongas podemos citar:
“Cosas de borracho”, de Ubaldo Martínez grabada por Alberto Gómez, en 1961.

Duelo curda”, grabado por Jorge Vidal, en 1956.

El vinacho”, de José Razzano y Julio Navarrine, grabada por Francisco Rotundo con Carlos Roldán, en 1950.

“El vino y mi guitarra”, de Miguel Ángel Caruso y Roberto Eugenio Collia, grabada por Héctor Darío, en 2003.

Entre curdas”, llevada al disco también por Vidal, en 1958.

Entre copa y copa”, de Ángel D'Agostino y Alfredo Attadía con versos de Héctor Marcó, grabada por Ángel Vargas, en 1942.

“Testamento de un curda”, de Enrique Mora, Walter Chiodini y Juana María González, grabada por el compositor con la voz de Roberto Campos, en 1955.

Por último, un estilo, “Eche otra caña pulpero”, que grabó Gardel, en 1923; un bailecito, “El borrachito”, de Manuel Acosta Villafañe, llevado al disco por Libertad Lamarque en 1944, y un vals, “Brindis [b]”, de Enrique Rodríguez con versos de Carlos Goicoechea y Rogelio Cordone, registrado por el compositor con la voz de Armando Moreno, en 1943.