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Por
Juan Carlos Esteban

La verdad histórica documentada, a 70 años de su tránsito

uriosamente, desde el 14 de abril de 1937 el Estado Uruguayo, con la participación del Ministerio de Relaciones Exteriores, confirmó oficialmente, a través de la Justicia, el origen francés de Carlos Gardel antes de declarar a su madre Berthe Gardés heredera de su hijo, nominado indistintamente, en el expediente sucesorio, como Charles Gardés o Carlos Gardel.

Los historiadores orientales y algunos argentinos deberían remitirse a esa fuente o haberla apelado en su momento, si no les conformaban los fallos judiciales de ambos países. Es hora de terminar con el cuento de “la buena pipa” cuestionando sistemáticamente cada respuesta documentada.

En 1967 —treinta y dos años después de la muerte del Zorzal—, “Avlis” resucitó a los “deudos” de Tacuarembó, quienes en los juicios sucesorios incoados, tanto en la Argentina como en Uruguay, se habían “evaporado”.

Se pergeñó entonces una leyenda, a partir de una declaración falsa y circunstanciada del propio Gardel, quien el 7 de noviembre de 1933 él mismo se encargó de desmentir en su testamento, legitimado tanto por la Justicia Argentina como por la de la República Oriental del Uruguay.

Por otra parte, nunca ningún miembro de las familias Bentos de Mora como Escayola, reclamó derecho alguno a la herencia, ni antes ni ahora. Obviamente, tampoco se presentaron a requerir el examen de ADN.

En el año 2004 remití a la Academia del Tango en Uruguay, en la persona de un entrañable amigo, la documentación recibida desde Francia sobre la trayectoria de Marie Berthe Gardés, desde su nacimiento en 1865 hasta su arribo a la Argentina en 1893 con su hijo Charles. Con esa documental se demuestra fehacientemente que, salvo el viaje a Venezuela en 1875 y su retorno a Burdeos en 1883, jamás se ausentó de Francia. Por lo tanto nunca estuvo en el Uruguay. En consecuencia habrá que encontrarle otra nodriza al niño de Tacuarembó.

Precisamente, en el trabajo que vamos a editar durante el 2005, conjuntamente con la profesora y escritora Monique Ruffié de Saint-Blancat y el señor Georges Galopa, daremos a conocer ampliamente la documentación sobre los antecedentes franceses a Carlos Gardel.

Además, cuatro años antes que Gardel fraguara su nacionalidad, fue convocado por el Cónsul de Francia en nuestro país H. Samalens, el 17 de noviembre de 1915, para incorporarse al Ejército. Las embajadas francesas durante la primera guerra mundial (de 1914 a 1918) fueron asimiladas a “cantones militares” y la orden fue publicada, en Buenos Aires, en el “Le Courrier du Río de La Plata”.

Inmediatamente, Gardel consigue transitoriamente, un documento argentino —como nativo del país- que usa para viajar a Brasil con “43 años, casado”, regresando al país en el vapor Re Victtorio, el 24 de octubre de 1915 (Ver Registro del Centro de Estudios Migratorios Latinoamericanos C.E.M.L.A.).

Automáticamente, el Ministro de guerra Francés Gallieni, el 23 de febrero de 1916, declaró “prófugos” a aquellos franceses nacidos en Francia o en el extranjero menores de 50 años que no cumplieron con el alistamiento obligatorio convocado también en la Argentina.

Reglamentariamente, para la legislación Francesa, Gardel fue un “insumiso” al desobedecer la orden de movilización general N7 (art. N3) inserta en el Diario Oficial de la República Francesa y publicada también por la Embajada en la Argentina.

A partir de entonces, Gardel decidió viajar a Europa con documentación falsa, haciéndose pasar por uruguayo.

Para cerrar el análisis cabe adelantar que en el libro, que se publicará con los miembros de la Asociación Carlos Gardel de Toulouse, se incluye un exhaustivo análisis del testamento ológrafo de 1933, aceptado por la Justicia Uruguaya bajó el amparo del Tratado sobre Derecho Civil Internacional de Montevideo de 1889, artículo 44, donde aparece además un completo peritaje caligráfico del Dr. Raúl Torre de la R. W. University de Los Angeles, Estados Unidos, quién confirma los siguiente: «El documento, del principio al fin, es auténtico. El original no presenta raspaduras, ni enmiendas químicas, ni mecánicas, no percibiéndose tampoco, signos de estados alterados, ni de compulsión psicológica».

Por lo tanto, no hace más que confirmar lo dictaminado en su momento, por los jueces Dr. H. Dobranich de la Argentina y Dr. Francisco Jurdi Abella de Uruguay.

Pero lo más sorprendente resulta el descubrimiento efectuado por el Dr. Raúl Torre en el Archivo Notarial del Colegio de Escribanos de Buenos Aires, donde pudo comprobar que, desde 1935, ningún estudioso jamás consultó sus registros ni solicitó el libro donde descansa dicho documento.

En consecuencia, el testamento fue impugnado sin ningún rigor jurídico ni científico, a partir de las copias que hicieron circular los fabuladores, los cuestionadores de turno y los aficionados