Por
José Pedro Aresi

Mancini - Entre mates y tangos con Roberto Mancini

stoy en el coqueto barrio de Martínez, muy cerca de Buenos Aires, y Roberto Mancini me recibe en su casa, con el fraseo de “El pescante” como fondo.

Enseguida, se vuelca por entero a su otra pasión: el mate. Con la habilidad adquirida en largas ruedas tenidas en el país y en otros muchos rincones del mundo, sostiene el mate en una mano, mientras con la otra acaricia la pava que utiliza para verter agua sobre la verde ilusión, empeñado en transformar la yerba en vernáculo elixir

Así, entre mates y tangos, iniciamos un diálogo que Roberto hizo fácil. Sensible e intimista, se brinda por entero a contarme sus vivencias.

«Nací en Buenos Aires el 15 de septiembre de 1938 en la calle Bernardo de Irigoyen 350, con vista al obelisco, en el barrio de Monserrat.

«Soy hijo único. Mi mamá se llamaba María Esther Mancini y mi papá Mario Brandy. Mis recuerdos comienzan a partir de los 6 años, cuando me mudo al barrio de San Cristóbal, a la calle Sarandi 854. Tenía como vecino al genial Fidel Pintos, con cuyo hijo Luisito —hoy médico— compartía mis juegos de purrete.

«Mamá me contaba que en su juventud, en su barrio de Villa Urquiza, estudiaba piano en el conservatorio Weber y pasaba por su casa Roberto Goyheneche, el compositor de “Pompas”, a quien le entusiasmaba «entrarle» al piano, ejecutando ambos, a cuatro manos, algunos tangos. Así, me fui introduciendo en la magia de su música.

«A los 9 años pude tomar contacto con dos muchachones. de la barra de los mayores, que paraban en la esquina de mi cuadra. Ellos eran Ricardo Mensa y Alfredo Sturnino, el primero hincha de Juan D'Arienzo y el segundo de Aníbal Troilo. Iban todas las noches a milonguear y ganaban trofeos constantemente. Yo era entonces un gurrumín que quería hacer mérito con ellos y me aprendía las letras de los tangos para que me calificaran. De esta manera arranqué como cantor aficionado.

«A mí me gustó desde muy pibe, actuar y cantar. Comencé a estudiar en el Teatro Infantil Labardén y en el Teatro Infantil Juancho, de Salvador Del Priore, precisamente tío de Oscar Del Priore. Tuve como maestro de canto a Eduardo Bonessi, quien también enseñó a Carlos Gardel.

«Participé en muchos concursos y a los 14 años gané uno en Parque de los Patricios, organizado por El Gitano Poco Pelo De La Rúa. Obtuve como premio un contrato en Radio Argentina, precediendo la actuación de Aldo Campoamor, a quien observaba de continuo pues admiraba su profesionalidad frente al micrófono. Después, en otro certamen realizado en el Tango Bar, logré como lauro, actuar en la orquesta de Manuel Musta».

En el momento que Roberto detiene su relato para cambiar la yerba del mate, le pregunté acerca de que recuerdos guardaba de su paso por la orquesta de Miguel Caló.

«El primero de todos es el del día en que Cacho Fontana anunció, a la platea de Radio El Mundo, el debut de un jovencito de 17 años en la orquesta del maestro Miguel Caló. Sentí entonces una gran emoción al interpretar el tango “Mariposita”, de Aieta y García Jiménez. Luego vinieron los viajes a Brasil. Me acuerdo que iniciamos la temporada actuando en el Jockey Club de Belo Horizonte con gran suceso. En esta gira Miguel presentó una orquesta de 32 músicos y junto a ellos actué por primera vez frente a las cámaras, en el Canal 13 de TV Río. También es imposible olvidar que con Caló grabé mi primer disco y que al escucharlo desde un Winco (bandeja giradisco para discos 78 rpm), me produjo una extraña sensación, mezcla de placer y emoción, que aún hoy no puedo describir.

«Tentado por maravillosas oportunidades de giras y presentaciones, dejé la orquesta de Caló y me incorporé a la de Juan Sánchez Gorio con quien continué actuando en Radio El Mundo. Luego, seguí con Ricardo Pedevilla en el cabaret El Avión de la Boca, con Ángel Domínguez en Radio Splendid y con el conjunto de Romero-Spinelli volví a Radio Argentina. Actué además en muchísimos locales, como el Palacio Güemes, el Monumental de Flores, la confitería La Armonía y tantos otros sitios que sería muy largo enumerar».

Le pedí, después, nos cuente algo acerca de su paso por el cine.

«Yo había formado un conjunto folclórico al que le puse el nombre de Los Bonaerenses, integrado por casi todos cantantes de tango y en el cual los arreglos musicales y vocales estaban a mi cargo. Por él pasaron Tito Landó, Osvaldo Ramos (en ese entonces Osvaldo De Santis), Luis Rivera, el guitarrista Norberto Pereira, Horacio Casares, Oscar Ferrari y Héctor Darío. Conjuntamente con los primeros cuatro intérpretes mencionados, actué en la película Los viciosos, protagonizada por Jorge Salcedo y Graciela Borges, bajo la dirección de Enrique Carreras, estrenada el 25 de octubre de 1962.

«Al año siguiente de intervenir en Los viciosos, tuve la oportunidad de incorporarme a la orquesta del maestro Alfredo De Angelis y actuar junto a quien hoy sigue siendo mi amigo, Juan Carlos Godoy. Debuté en el Glostora tango club, el programa más escuchado en esa época, interpretando el tema de Enrique Delfino y Alberto Ballestero, “Dicen que dicen”. El 25 de julio de 1963 grabé el tango “Carta para René” e inicié con la orquesta un tiempo de numerosas giras nacionales e internacionales.

«En 1964, debutamos en Colombia, en la emisora La voz de Cali, de la cadena radial Todelar, donde precisamente conocí a Mercedes, la mujer que hoy es mi esposa. Con la orquesta viajamos luego a Ecuador y, en la ciudad de Guayaquil, me desvinculo del maestro De Angelis y regreso a Bogotá, junto con el ya empresario Raúl Iriarte, para continuar mi carrera como solista.

«Haber actuado con Alfredo De Angelis, me brindó la oportunidad de conocer distintos países y tener amigos del tango por doquier; además de haber podido intervenir en el Glostora tango club, un grato y cálido recuerdo imposible de olvidar.

«Tengo tres hijos. Dos mujeres, Liliana Patricia —que ya me regaló dos nietos— y María Isabel, ambas nacidas en Buenos Aires; en tanto el único varón, Mario, vio la luz en Cali, Colombia, tierra por la cual guardo un infinito cariño.

«Soy un compositor incipiente, con mediano entusiasmo, pues, considero que todo lo mejor ya existe. Tengo tres milongas: “La oficina”, con Carlos Marchese, “Sociedad de Responsabilidad Limitada”, con el recordado actor Ubaldo Martínez y “La milonga celestial”, con Ángel Greco. Además, el vals, “De la primaria” con Ángel Vilar y Jorge Moreira y un tango, “Pasión imposible”, con Néstor Remón.

«También conduje una audición de tango por Radio Argentina y de ella rescato un episodio del cual nació el apodo de El Tata para el gran Floreal Ruiz, al que hasta entonces le decíamos El Gallego. Se llamaba El Rincón de los Artistas y un día, cuando ya estábamos en el aire, le dije a Alberto Palazón, mi compañero de programa: «¿Sabés quién viene mañana a la audición?... El Tata». «¿Y quién es El Tata?», me preguntó sorprendido Palazón. Y entonces, muy suelto de cuerpo le respondí: «Floreal Ruiz».

«En ese entonces, junto a otros grandes del tango, Floreal y yo actuábamos precisamente en el local El Rincón de los Artistas, de Álvarez Jonte y Boyacá, homónimo a mi ciclo radial. Esa misma noche, todos, colegas y público, lo comenzaron a llamar El Tata y así, se incorporó el cariñoso sobrenombre a su enorme figura».

Mi último requerimiento es acerca de sus proyectos.

«Simplemente estoy abocado a grabar, no obstante que son muchas, las piezas que tengo ya editadas. No he descansado desde el año 1956, cuando grabé “Quedémonos aquí” con Miguel Caló, en un disco 78 rpm. Luego vinieron los larga duración y, más tarde, los discos compactos. El último es de mayo del 2003 y lo grabé acompañado en guitarras por el conjunto de Hugo Rivas».

He escuchado varias veces este compacto titulado Volvió una noche y siempre me hace revivir —gracias a esa voz cargada de nostalgias de pescante, trote y cadeneros— recuerdos lejanos que avanzan como sombras y recorren senderos del tiempo pasado.

Al marcharme, desde la puerta de su coqueto chalet, me saluda con sus dos manos en alto, mientras musita con disimulada emoción: «¡Gracias por el honor!»