Por
Néstor Pinsón

Mi noche triste - “Mi noche triste”, el tango-canción

on este título se incorpora a la historia el tango canción y, si para algún lector esta aseveración resulta controvertida, debemos aceptar que luego de tantos años, esta definición quedó establecida para la mayoría de los autores.

Como muchas creaciones fue obra de la casualidad. El músico tuvo una actitud pasiva. El autor de la letra, utilizó una melodía ya compuesta que tenía otro título y, sin proponérselo, abrió la puerta para un largo recorrido, con consecuencias inimaginables para él y para el músico. La polémica se abre porque para algunos el comienzo del tango canción es a partir de “Milonguita (Esthercita)”. El fondo de la cuestión la centran en la voluntad conjunta de hacer una música y una letra, propósito que reunió a Enrique Delfino con Samuel Linnig. Esta es una discusión sibilina. ¿A quién le puede importar si fue un hecho casual e individual o premeditado entre los autores?

Además, “Milonguita (Esthercita)” aparece en 1920, ya habían pasado 4 años y en el pueblo estaban muy metidas la melodía y la letra de “Mi noche triste (Lita)”. De modo particular, aquellas frases incorporadas rápidamente al lenguaje cotidiano: «Percanta que me amuraste en lo mejor de mi vida» o «siempre llevo bizcochitos pa' tomar con matecitos...» o «la guitarra en el ropero» y los formidables versos que definen, como ninguno, la pena por el amor perdido: «Y si vieras la catrera, como se pone cabrera cuando no nos ve a los dos».

Por primera vez un tango cuenta una historia acabada, con principio, desarrollo y final. Queda implícito que con anterioridad existieron tangos con letra, pero de estructura muy simple y diferente, donde se relataba el perfil de algún personaje, en tono festivo la mayoría de las veces: “La morocha”, “Don Juan (Mozos guapos)”, “El Porteñito”, etcétera.

En Buenos Aires, en el café El Protegido, de San Juan esquina Pasco, tocaba un trío conformado por Samuel Castriota en el piano, Antonio Gutman en el bandoneón y el violinista Atilio Lombardo. Durante ese año 1916, Castriota había estrenado un nuevo título: “Lita”, editado por Juan Balerio y dedicado al señor Nicolás Caprara.

En la otra orilla del Río de la Plata, en el cabaret Moulin Rouge de Montevideo, ubicado en los altos del Teatro Artigas, propiedad de Emilio Matos, padre del compositor de “La cumparsita”, estaba Pascual Contursi cantando con su guitarra. El diario El Día del 22 de marzo de 1916, registra la siguiente noticia: «Tuvimos ocasión de oír al joven cantante criollo Pascual Contursi ofreciendo temas a pedido de la concurrencia, en su repertorio figuran la mayor parte de las canciones del dúo Gardel-Razzano e infinidad de títulos a los que ha puesto letras de su cosecha...» Unos días mas tarde, el mismo medio destaca el éxito que obtuviera con la letra que le agregó al tango “El flete”, de Vicente Greco.

Ya había comenzado a buscar melodías ajenas para que sus letras, con algunos retoques, encajaran en ellas. Uno de sus primeros intentos fue con el tema de Augusto Berto: “La biblioteca”, que por entonces también fuera conocido como “Son las doce y van cayendo”. Otros versos suyos encontraron la melodía adecuada en “La guitarrita”, de Arolas, rebautizado “Qué querés con esa cara”. También con “Champagne tango”, de Manuel Aróztegui y que dedicara al actor Florencio Parravicini, “El desalojo”, de Augusto Gentile, que con letra pasó a ser “Flor de fango”. Y de pronto ocurrió el milagro, la pegada, el campanazo, nuestro tango en cuestión.

No cabe duda que el primero en cantarlo fue el propio Contursi en el Moulin Rouge. El letrista uruguayo Víctor Soliño da otra versión. En un reportaje de 1969, declaró que en aquel momento de la creación estaban actuando Carlos Gardel y José Razzano en el Teatro Urquiza de Montevideo y fue entonces que estrenaron “Mi noche triste (Lita)”. Y que después la trajeron a su regreso a Buenos Aires. Otras notas periodísticas decían en cambio, que sólo Razzano estaba en Montevideo.

Es muy interesante lo que dice el Dr. Luis Adolfo Sierra al respecto, en una Comunicación de la Academia Porteña del Lunfardo. Sierra le había escrito a José María Contursi para formularle algunas preguntas sobre Pascual, su padre. En un párrafo de la respuesta Katunga le expresa: «Meses después del fallecimiento, me encontré con Gardel en la confitería Las Violetas de Rivadavia y Medrano... y me dice: «¡Pobre tu viejo!, vos sabés que con él éramos amigos de la milonga. Hacía unos años que no lo veía a Pascual que se había encariñado con Montevideo, pero un día se apareció por aquí y me dijo, luego de pedirme la viola: —«Te voy a hacer escuchar un tango». Me sorprendió, ¿un tango? Dijo que era de un muchacho uruguayo que se lo pasó en el Royal. Me gustó tanto que lo aprendí enseguida. Lo canté ante mis amigos que se entusiasmaron, pero no me atrevía cantarlo en público, hasta que me largué con un poco de miedo en el Esmeralda (actual Teatro Maipo). Fue éxito y entonces me enteré que Pascual era el autor...»

La grabación para el sello Nacional-Odeon fue el 9 de abril de 1917. Con respecto a lo tan difundido que Gardel había grabado primero “Flor de fango” pero que, por alguna razón, recién saliera a la venta dos años mas tarde, Sierra, luego de una serie de disquisiciones demasiado técnicas para este ensayo, desmiente esa creencia y afirma que “Flor de fango” fue grabado 2 años más tarde y al momento de la venta.

Con pocos días de diferencia, en ese mismo mes y año, la orquesta de Roberto Firpo grabó “Mi noche triste (Lita)” en forma instrumental (disco Odeon 574) y Francisco Canaro, el 6 de septiembre de 1918 registra con el mismo título, un vals con el siguiente agregado, «Sobre motivos del tango de Samuel Castriota».

Antes del estreno en Buenos Aires hubo un encontronazo entre los autores. Fue por el título “Lita” que se dejó a un lado de inmediato porque no tenía significación alguna. Contursi propuso “Percanta que me amuraste”, que de ningún modo aceptaba el atildado Castriota, la intervención de Gardel y Razzano zanjó el entuerto y propusieron el que finalmente quedó. Por alguna razón el autor registró, el 19 junio de 1917, su «letra adaptada al tango “Lita”», con el título «Mal de ausencia».

Cuando el disco ya estaba al alcance del público su repercusión no fue la esperada. Quedó en un segundo plano, como a la espera, porque cuando algo debe ocurrir, la circunstancia aflora.

Al poco tiempo se estaba ensayando una obrita teatral, de las que con suerte duraban un par de semanas en cartel. Su título: Los dientes del perro, sainete de José González Castillo y Alberto Weisbach, representado por la compañía Muiño-Alippi en el Teatro Buenos Aires. Los ensayos no convencían a Alippi. La obra constaba de dos cuadros, el primero transcurría íntegramente en un cabaret y faltaba algo para realzarlo. Entonces se le ocurrió incluir un tango. Gardel, cuando se entera le canta “Mi noche triste (Lita)” y renace el entusiasmo. Una de las actrices lo interpretó, fue Manolita Poli con el acompañamiento de la orquesta de Roberto Firpo. La repercusión fue notable. Buena parte del público concurrió más de una vez al teatro sólo para escuchar nuevamente la canción.

Si bien hubo mas de 400 funciones, en un momento dado se suscita un nuevo problema entre Castriota y Contursi. El primero, hombre calmo, de buen hablar y buen temperamento se llevaba el 60% de las ganancias. Contursi, mas vehemente, el 40%. El poeta consideraba que el éxito se debía a su letra y pretendía partes iguales. Luchó con tanto ahínco, en las oficinas de Odeon ante Max Glücksmann, que Castriota perdió el control y vociferó: «¿Pero usted cree que ha escrito La dama de las camelias?» Cierto o no así pasó a la historia. El tango se retiró del sainete para la segunda temporada. En su lugar apareció “¿Qué has hecho de mi cariño?”, que tenía la melodía de “Royal Pigall”, de Juan Maglio y al que José González Castillo le puso letra.

¿El éxito fue el tango o la obra? ¿O acaso haya sido la escena del cabaret?, un lugar de gente rica, que despertaba la curiosidad de la mayoría del pueblo, que no podía afrontar ese gasto. El cabaret era para los «muchachos bien», no para el hombre común.

Estas obritas, que conformaron todo un género teatral llamado «género chico», eran frecuentadas por los jóvenes de escasos recursos, incluso por las empleadas y mucamas. Y estas funciones diarias les permitían entretenimiento por un par de monedas.

En cuanto al reemplazo de un tango por otro, me inclino a pensar que fue por los problemas económicos entre los autores.

El tango tuvo otra aparición teatral, fue breve, pero se debe mencionar para resaltar su éxito. Fue en el sainete de Contursi y Manuel Romero Percanta que me amuraste. En la escena final hay una lámpara a media luz, la orquesta toca el tango y aparecen los protagonistas fundiéndose en un beso. En ese momento surge el coro conformado por todos los presentes en la escena que cantan: «Y la lámpara del cuarto / también tu ausencia ha sentido / porque su luz no ha querido / mi noche triste alumbrar». Y caía el telón.

Se hizo tan popular la letra que llegó rápidamente a manos de humoristas de baja categoría que, con la misma melodía, cambiaban los versos por otros francamente groseros: «De noche cuando me acuesto / no puedo taparme el rabo / porque se me para el nabo / al acordarme de vos...».

Las discusiones entre los autores no fueron impedimento para que ambos volvieran a trabajar juntos. Así surgió “Sentate hermano”, con el subtítulo de “Bebé conmigo”. Se comentó entonces que Castriota le cedió el porcentaje de sus derechos autorales cuando se enteró del estado irreversible de salud de Pascual, quien había perdido la razón por la sífilis.

Cuando a partir de la revolución de 1943 se prohíbe el lenguaje lunfardo, con la pretensión que el pueblo se exprese con mayor corrección, todo el peso de la ridícula medida cae sobre la música ciudadana. Vale el ejemplo de “Mi noche triste (Lita)”, con los versos corregidos, en la grabación de Florindo Sassone con la voz de Jorge Casal.

Fallecidos Castriota y Contursi, ambos en 1932, dos ejemplares sucesivos de la revista Sintonía, de octubre de 1934, enunciaban que el Príncipe Cubano (Ángel Sánchez Carreño), iba a iniciarles un juicio por plagio, porque su bambuco “Rosa” presentaba la misma melodía y letra. Con este tema había ganado el primer premio en un concurso realizado en el Salón Magic, de París, en 1914. La crónica era mal intencionada pero tenía un acierto, la melodía resultó ser la misma, no así la letra.

El cubano había llegado a Buenos Aires como cantante y emprender una acción jurídica ponía en peligro su futuro en el país. Esta sería la razón por la cual se diluyó su intención de ir a juicio. Poco tiempo más tarde, se convertiría en figura importante del famoso cabaret Chantecler, el hombre de confianza e influyente que atendía en la entrada.

La música estaba realmente plagiada. Esto último lo confirman Hugo Lamas y Enrique Binda, en su libro El tango en la sociedad porteña 1880-1920, en el que además ratifican la autoría de Contursi, aunque le asignan poco valor a su letra. Pero la realidad nos demuestra que el argumento de los versos de “Mi noche triste (Lita)” fueron, no sólo aceptados, si no además copiados de inmediato y hasta el hartazgo, en cientos de tangos.

También habría una explicación sociológica. La letra refleja la soledad del hombre de una ciudad sin mujeres. Buenos Aires estaba invadida por inmigrantes, en su gran mayoría varones, la escasez de mujeres obligaba a los hombres a dos únicas posibilidades de relacionamiento: el prostíbulo o el baile en un peringundín, pero siempre pagando por ello.