Por
Néstor Pinsón

Requena - Entrevista a Osvaldo Requena

omo en todas las charlas que he tenido con Osvaldo Requena, a lo largo de más de 10 años, él está sentado al piano. En esta ocasión termina de tocar dos tangos inéditos. Uno del tenor Tito Schippa “El coquetón”, del año 1913. El otro: “Volcán” de Eduardo Arolas, manuscrito original de la colección de Bruno Cespi.

Su nombre completo es Osvaldo Francisco Requena y nació en Buenos Aires el 29 de junio de 1931.

«Mirá, yo escucho el nombre de Arolas y me pongo de pie. Lo suyo es una maravilla. Notable su inspiración y todos sus tangos permiten la posibilidad de hacerle arreglos hermosos. También me gusta Agustín Bardi, por lo bien que escribía.

«Mi trabajo fundamental es el de arreglador. Desde 1985 tengo mi conjunto, es un trío que a veces se incrementa en número según las circunstancias, se llama Tango Sessions. Estaba conformado por Reynaldo Nichele, el bandoneonista Carlos Pazo y yo. La idea y el trío surgieron en un espectáculo para Michelangelo, titulado Jazmines, con la coreógrafa Ana María Stekelman y el bailarín Miguel Ángel Zotto. La formación inicial era con Suárez Paz y Daniel Binelli. Tuvimos éxito y viajamos a Norteamérica para una gira muy interesante. Digamos que este fue el lanzamiento definitivo, porque su verdadero nacimiento fue por mediados de los años sesenta cuando surgió la idea de hacer un dinero con las carreras de autos de Turismo de Carretera, que por entonces casi todas las semanas recorrían diversas ciudades y atraían mucho público. Llegábamos para actuar desde el jueves por la noche hasta el sábado, y tuvimos un gran éxito. La figura era Floreal Ruiz y los músicos Hermes Peresini en violín, Enrique Marchetto en contrabajo y yo. Hacíamos también temas instrumentales y nos poníamos a improvisar. Una vez mi esposa hizo el comentario que parecíamos una jazz session, nos gustó y así quedó el nombre, Tango Sessions.

«Como director de orquesta, incluidos los acompañamientos a diversos cantores, grabé más de 400 discos y como pianista más de 800. Pero hay algo que desconoce la mayoría de la gente, hice bastante folklore y algo de jazz.

«Durante 14 años fui director de una grabadora y vivía en los estudios desde la mañana a la noche. Sobre mi actividad como arreglador, aquí en casa tengo mas de 8000 arreglos y en el Canal 11 de televisión, debe haber como 11000 más.

«Trabajé un par de veces para Zubin Metha, tengo sus cartas de agradecimiento. Lo mismo me ocurrió con Piazzolla. Una vez Astor, tenía que actuar en el SODRE de Montevideo y no le daba el tiempo para arreglar un tema suyo, “Tonto”, con letra de Homero Expósito. Me pidió que se lo hiciera. Era para orquesta sinfónica. Con ese tema ganó un concurso. Una nota en el diario El Día, felicitaba al autor por el tema y el arreglo. Astor me lo supo reconocer.



«Hice la música de la película de Torre Nilsson, Los siete locos. Algo inhumano en cuanto al trabajo. Un jueves me llama el productor Jorge Álvarez de urgencia, necesitaba la música para el lunes. Le respondí que sí. No dormí, pero salió. Conocía la novela de Roberto Arlt, pero no su adaptación para el film. Imaginé un cuarteto de la guardia vieja con preponderancia del bandoneón. Compuse tres temas: “La milonga del rufián melancólico”, “El vals del encuentro” y “Tango del desorden”. Además de la música incidental. El conjunto lo integramos Leopoldo Federico, Domingo Rullio en flauta, Ubaldo De Lío y Ricardo Domínguez en guitarras, en el contrabajo alternaron Omar Murtagh y Quicho Díaz y yo en el piano.

«El tango es importante en su historia, pero debe tener una evolución, si no hay evolución se pierde. Un buen ejemplo lo tuve en Indonesia, en Jakarta. Allí no conocían el bandoneón, entonces hice la historia del tango, desde cuando se bailaba entre hombres hasta llegar a Piazzolla. Pasito a pasito, para que entendiera y fue una eclosión al final. En todo el sudeste asiático conocen el tango europeo y también como lo tocan los norteamericanos, a lo Valentino. Para cambiar esa idea había que historiar el tango.

«La discusión sobre la música de Piazzolla es interminable y ya se torna tediosa. Hay que aceptar lo que dice el público, me gusta o no me gusta. ¿Fiorentino?... Mirá, como cantor desafinaba, pero me gustaba como desafinaba. ¡Desafinaba tan lindo! Su voz parecía un bandoneón justamente por como fraseaba, allí uno encontraba su condición de músico.

«Una vez Sassone me invitó al Marabú para ver a Carlos Di Sarli, yo era pibe y ya conocía los estilos de las orquestas, pero me costaba entrar en su intimidad. Florindo tenía de Di Sarli y de Fresedo y yo quería definir algo más. Cuando nos pusimos a charlar yo le pregunté: «¿Maestro cómo consiguió usted esa característica tan suya? Mire, para aprender hay que mirar a los bailarines». Como era medio escondedor no tocó el piano, me puso el ejemplo con la voz haciendo el arrastre suyo, igual al arrastre de los bailarines con los pies. En el piano lo hacía con la mano izquierda y luego, con la derecha, iba agregando lo suyo. Orlando Goñi era más orillero, él marcaba la mano izquierda ligada.

«El pianista era el conductor de la orquesta. Todo se reflejaba en él. El contrabajo era el que marcaba el ritmo. Es el caso de Fulvio Salamanca con Juan D'Arienzo, o el de Biagi, cada uno tenía su manera de tocar. Para mí un gran pianista fue Emilio Barbato que definió el estilo de una orquesta con Fresedo... Mirá había un pianista importante en Norteamérica, Carmen Cavallaro, y yo creo que ese estilo suyo ya lo había hecho antes Barbato. Todas esas pequeñas ligaduras que hacía fue un invento suyo. Luego, cuando el pianista dejaba de tocar la orquesta se apoyaba en los violines. En esa época con Fresedo estaba Elvino Vardaro. Di Sarli se apoyaba en Guisado que era un tanguero de alma. Un ser extraordinario, yo estuve con él en Japón en 1966, conocía de tango más que nadie y nos apoyábamos muchas veces en él. También hay un estilo Requena que se basa sobre todo en la composición. Mi tío Paquito Requena fue maestro de Leopoldo Federico, de Arturo Penón, de Juan Carlos Bera, de Rovira, de Libertella y tantos más. Fue primer bandoneón de Maffia, director de la orquesta estable de Radio Belgrano, fue alumno de Juan José Castro, fue un gran músico. Luego se dedicó a la enseñanza.

«Fui muy amigo de Aquiles Roggero, tenía una vena melódica propia de los elegidos, pero se lo conoce poco. Salvo que dirigió la Orquesta Símbolo Osmar Maderna y que compuso algunos hermosos tangos como “Mimí Pinsón”. Una vez encontré en una editorial este tango suyo “Tus ojos lejanos”, una hermosura. (Lo toca)

«Compuse mucho, tengo mas de 100 obras inéditas. Cuando tengo un tiempo libre escribo. A lo mejor en el futuro son rescatadas.

«A Canaro lo discutieron, tuvo sus contras cuando metía un pistón en la orquesta o formaba esos conjuntos numerosos. ¡A De Caro lo que no le dijeron! No se lo aceptaba. Hoy es el maestro que marcó una etapa, un punto de inflexión en la historia del tango. Lo mismo ocurre con Piazzolla, el fue el alma mater del lápiz. De tantos arreglos te nombro uno que hizo para Troilo: “Chiqué”... eso es un dechado de virtudes. A los seguidores de Troilo les gustaba pero con muchas reservas. Lo mismo ocurrió con “Recuerdos de bohemia”, de Enrique Delfino con arreglo de Galván. La gente no entendía nada. Esta es una obra que tranquilamente puede estar entre la música clásica, pese a que yo no hago diferencias entre la música seria y la popular. La música es una sola, la buena.

«En cuanto a mis arreglos, de pronto aparecía un tema exitoso y debía prepararlo para distintas orquestas, entonces cada uno debía ser diferente, con otra personalidad y debía ajustarme a otros valores, a otras formas, a otros estilos. Para eso debía olvidarme de los anteriores. De “La cumparsita” hice como 20 y yo mismo la grabé 5 veces y son todos distintos.



«El bandoneón fue creado para los corales, los argentinos lo adoptaron para el tango. Se lo tocaba sobre las rodillas bien apretadas y las manos bien ajustadas por las correas y salía todo muy durito, se abría poco el fueye, se impedía el movimiento cómodo de las manos. Hasta que a alguien se le ocurrió apoyarlo en una de sus rodillas, así lograba mayor facilidad para la apertura. Uno de los primeros debe haber sido Laurenz. Así se digitaba mejor, era más liviano, daba lugar a mejores variaciones. De paso te digo que las variaciones de Laurenz son imposibles de mejorar, deben tocarse tal cual las inventó. Piazzolla en los tangos que hizo de Laurenz respetó siempre sus variaciones, “Berretín” es uno de ellos. Lo mismo ocurre con los solos que inventó Julio De Caro. Ahora, los que son un problema son muchos cantores que te cambian las melodías.

«Sobre los De Caro considero a Francisco más que a Julio, fue un creador. Con el estilo propio de un pianista consagrado, lleno de acordes, de sutilezas, lo mismo en la composición.

«¿De los cantores? Floreal Ruiz. También Francisco Fiorentino, Ángel Vargas, Oscar Serpa. Floreal comienza en la orquesta de Alfredo De Angelis, a la que se va adaptando y llega al sumun cuando se lo lleva Troilo. También un gran cantor fue Jorge Durán, al que descubrí tarde.

«¿Qué es el arreglo? Mirá, cada uno tiene su concepción al respecto, pero no es difícil definirlo. Es tratar de hermosear y destacar la melodía, sin destruirla, al contrario, tratando siempre de respetarla al máximo. Primero poner la melodía, luego hacer una variación sobre ella y como se dice vulgarmente, poner una armonía de violín dentro de ella. Porque si no lo que se hace es destruir el concepto del autor. Siempre hay que respetar la línea melódica. Yo cuando me siento al piano primero hago una «armadurita» de lo que quiero hacer, pongo el cifrado de los tonos y con lapicera —yo tacho, no borro—, hago el arreglo, soy bastante rápido. El arreglador también es un creador, porque hay tantas armonías como a cada uno se le puede ocurrir. Y nunca se debe perder la esencia tanguera.

«Como pianista de orquesta me inicié en 1951 con Raúl Kaplún. Con él hice mi primer arreglo, fue un vals mío “Solo de vals”, que estuvo en el repertorio pero no fue grabado. Al año siguiente empecé con Eduardo Del Piano cuando recién se desvinculaba de Ángel Vargas. Mi primer arreglo con él fue “El cantor de Buenos Aires”. Con los años, pasé brevemente por Edgardo Donato, Carlos Demaría, Ángel Domínguez, Alberto Mancione, Eduardo Rovira cuando acompañaba a Alfredo Del Río, Juan Sánchez Gorio, Atilio Stampone —su primer conjunto—, Leopoldo Federico, el gran amigo que me dio el tango. También con Sassone, nueve años yendo y viniendo.

«Cuando en 1968 me designan director del sello Microfón, dirigí la orquesta que acompañó a todos los que allí grabaron: Alfredo Zitarrosa, Los Quilla Huasi, Los Hermanos Cuesta y muchos más. A partir de 1984, dirigí durante un tiempo la Orquesta Nacional Juan de Dios Filiberto, debutamos en el Teatro Cervantes.

«¿La actualidad? Estoy trabajando sobre unos arreglos para unas colecciones que saldrán, supongo de Norteamérica para todo el mundo, es para un conocido productor. Tengo 2 giras por delante, una a Israel y la otra, ya firmada, por octava vez a Japón. Debo ser el músico que más viajó. Anduve por unos 90 países.

«Por último, renovarse es muy bueno, pero hay que saber como. No se pueden cambiar a los grandes músicos y compositores que tuvo el tango. Hay que darlos a conocer sin modificar su esencia. «Si la rosa es bella déjala como está». No es necesario tener una técnica depurada y hacer miles de notas. Mejor, una nota sola y cantarla bien. Troilo no era un virtuoso, pero cantaba con el bandoneón».