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El afilador Tango
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Por
León Benarós

Leopoldo Corretjer: del “Saludo a la Bandera” al tango compadrón

uién no cantó alguna vez en su infancia, en la clase de canto, aquello de:

Salve argentina bandera azul y blanca
jirón del cielo en donde reina el sol;
tu, la más noble, la más gloriosa y santa,
el firmamento su color te dio.


Era, sin dudas una hermosa marcha, que halagó nuestros oídos infantiles.

¿Quién era el autor? Letra y música correspondían a un catalán, Leopoldo Corretjer. La letra parece un emocionado homenaje a quien halló entre nosotros una patria adoptiva y la cantó con unción.

Leopoldo Corretjer fue un gran director de coros. Se afirma que, para las fiestas del Centenario de la Revolución de Mayo, dirigió en la Plaza del Congreso, frente al Congreso de la Nación, un increíble coro infantil que se dice sumaba treinta mil voces.

Corretjer —según el laborioso y documentado historiador de nuestra música Vicente Gesualdo— nació en Barcelona en 1862 y murió en Buenos Aires en 1941. Estudió con notas sobresalientes en el Real Conservatorio de su ciudad natal. A los 18 años ya era director de orquesta. Llegó a Buenos Aires en 1887.

¿Fue el tango para tan distinguido músico un pecado de juventud? Sin embargo, a partir del primero que compuso, “El afilador”, siguieron otros como “Mi negra” y “Apuntá pa' otro lao”. A diferencia de los anteriores, este último no tiene mención de editor. Parece haber sido una edición privada. Está dedicado «a la oficialidad del cuerpo de Granaderos a Caballo». No tiene letra.

No poca audacia debe haber sido la de estos distinguidos maestros de música, que se atrevieron a componer y hacer editar tangos, cuando aún, para las «buenas familias» se trataba de una música prácticamente prohibida. Fue necesario que los muchachos de la haute volvieran de Europa y enseñaran a bailar el tango a sus hermanitas, a puerta cerrada, para que la austera sociedad de antaño se decidieran a ponerle oídos al que Lugones había llamado —¡él, nada menos!— «reptil de lupanar».

Originalmente publicado en la revista de historia Desmemoria N° 12, Buenos Aires.