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Orlando del Greco
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eriodista, autor teatral y cineasta. Incorporado a la Armada Argentina de adolescente, desde su «cautiverio» colaboraba en Fray Mocho, la recordada revista porteña a la cual ingresara cuando dejó las filas marinas. Después pasó a Crítica, de este diario a Última Hora y de éste a La Montaña, en la sección teatro.

Comentando los estrenos creyó ser autor y en colaboración de Ivo Pelay dio Teatro breve, su primera pieza teatral, estrenada en el Comedia, el 7 de enero de 1919.

En 1923 viajó a Europa y trajo la visión de las grandes revistas, que puso en los escenarios del Porteño, el Ópera y el Sarmiento, en colaboración de Luis Bayón Herrera y el mismo Pelay, convirtiéndose en el revistero por excelencia.

Para el teatro escribió de todo, estrenando más de cien títulos, de los cuales El bailarín del cabaret, estrenado por César Ratti en el Apolo fue el más exitoso, manteniéndose en cartel toda la temporada del año 1922 y donde Ignacio Corsini creara su tango “Patotero sentimental”.

A los citados Teatro breve y El bailarín del cabaret agregaremos títulos que obtuvieron éxitos singulares en su hora, sean en colaboración con Pelay, Bayón, Domingo Parra, Pascual Contursi y otros autores, pero que tuvieron la salsa de su ingenio: De Puente Alsina a Montmartre, A ver quién nos pisa el poncho, Atención a la largada, Ahí va de mi flor un gajo, Linda la primavera, Buenos Aires la Reina del Plata, La calle Corrientes, Gran Circo Rivolta, La Guardia Vieja, Academia del idioma, Don Jaime el Conquistador, Ejército de Salvación, El rey del cabaret, El ganador de la Copa de Oro, El Gran Premio Nacional, El correntino Vidal, El entrevero del 17, En el fango de París, El rincón de la alegría, El íntegro, Hay bronca en el Rivadavia, La cena de los neurasténicos, La cantina está que arde, La muchachada de a bordo, La ilusión de Sabatucci, La vuelta de Pirincho, Los malandrines, Los matrimonios, Panorama nacional, Patotero, rey del bailongo, Percanta que me amuraste, Sofanor en Buenos Aires, ¡Te acordás hermano qué tiempos aquéllos!, Mientras la ciudad duerme, La canción de Buenos Aires.

La modalidad de cantar tangos en las representaciones teatrales venía de antiguo, pero él creó los suyos y, sin lugar a dudas, es uno de los más grandes poetas del tango.

Inmensamente famosos los versos de sus cantares fueron estrenados en sus obras por grandes intérpretes y repetidos hasta el cansancio: “El Taita del Arrabal” (el primero), “Patotero sentimental”, “Buenos Aires”, “Nubes de humo (Fume compadre)”, “Polvorín”, “Pobre milonga”, “Corazón de arrabal”, “La provinciana”, “El rey del cabaret”, “Tango porteño”, “Tiempos viejos”, “Haragán”, “Estampilla”, “La muchacha del circo”, “Aquel tapado de armiño”, “La canción de Buenos Aires”, por citar los que dejó grabados su amigo Carlos Gardel, a quien conoció por 1917 haciendo periodismo, amén “Tomo y obligo” y “El rosal” pertenecientes a su primera película.

Con la compañía revisteril del Teatro Sarmiento, que dirigía con Bayón Herrera, se fue a Europa y debutó en el Zarzuela de Madrid el 13 de enero de 1931, y un mes más tarde, el 13 de febrero, en el Palace Theatre de París, con poco éxito.

Esa estadía coincidió con una de Gardel allí y en la rueda sudamericana de la «ciudad luz» concibióse la realización de la recordada película Luces de Buenos Aires para la que escribe con Bayón Herrera el argumento y él las canciones.

Desde que intimó con el cantor estuvo muy cerca de su labor, sea por sus tangos o por el teatro hasta culminar con la citada película; después Gardel, cuando filmaba en Nueva York, acordóse duramente de su persona.

Al cine ingresó, como queda dicho, con el argumento de Luces de Buenos Aires en 1931 y debutó ese mismo año como director allí mismo en Joinville en la cinta ¿Cuándo te suicidás? interpretada en su rol principal por Imperio Argentina y que fue un gran fracaso. Su primer éxito lo logró en 1934 con Noches de Buenos Aires de Lumiton e interpretada por Fernando Ochoa, Tita Merello y Enrique Serrano.

Dedicado de lleno a la cinematografía, aunque no fuese el mejor, fue sin embargo el más exitoso de todos: argumento, dirección, guión, canciones, casi todo a él pertenecía y así salieron: El caballo del pueblo, Don Quijote del Castillo, El cañonero de Giles, La muchacha del circo, La muchachada de a bordo, Los muchachos de antes no usaban gomina, La rubia del camino, Mujeres que trabajan, Muchachas que estudian, Fuera de la ley, La vida es un tango, Tres anclados en París, Gente bien, La vuelta de Rocha, Los muchachos se divierten, Carnaval de antaño, La Rubia Mireya, Divorcio en Montevideo, Casamiento en Buenos Aires, Luna de miel en Río, El tango vuelve a París y tantas otras que nos reconcilian con el cine criollo.

De sus películas el pueblo hizo suyas numerosas canciones, como aquellas del lejano tiempo teatral: “Tomo y obligo”, “El rosal”, “Mi provinciana”, “Marcha de la armada”, “Guapo y varón”, “El vino triste”, “Tres recuerdos”, “La canción del camino”, “Como las aves”, “Muchachita del campo”, “Tango amigo”, “Mi piba”, “Dime mi amor”, “Isabelita”.

El éxito de sus canciones se debe a sus letras sentidas y a las músicas que para ellas compusieron ajustadamente los mejores maestros: José Padilla, Manuel Jovés, Enrique Delfino, José Martínez, Francisco Pracánico, Francisco Canaro, Francisco Lomuto, Juan Maglio, Julio Pollero, Rodolfo Sciammarella, Alberto Soifer, Juan D'Arienzo, Azucena Maizani, Gerardo Matos Rodríguez, Orestes Cúfaro, y entre otros, por el mismísimo Carlos Gardel.

Manuel Romero nació en Buenos Aires el 21 de septiembre de 1891 y allí falleció el 3 de octubre de 1954.