Desgracias de un marido

Recitado cómico

Tangotexte: Ángel Villoldo

Yo he visto hombres en el mundo
desgraciados por demás,
mas no tanto ni a tal punto
como mi amigo Tomás.

Está casado mi amigo
con una mujer terrible:
caprichosa, coquetonta,
y con un genio insufrible.

No hay día de la semana
que no haya disputa entre ellos:
cachetadas, arañazos
y tiradas de cabellos.

El pobre Tomás ya tiene
la nariz contramarcada
de un mordisco tremebundo
que ella le dio sulfurada.

Mas él dice que no importa,
pues para colmar su enojo
la obsequió ese mismo
día con un sopapo en un ojo.

Para colmo de desgracia,
la suegra, que es una arpía,
se le ha antojado, también
de vivir en compañía.

Y sin consultar con nadie
ni reparar en los males,
se vino con su equipaje
y una punta de animales.

Se trajo una cotorrita,
dos perros y cuatro gatos;
pollos, pavos y gallinas
y varias yuntas de patos;

dos cardenales, un loro,
tres cajones con conejos,
tachos, macetas de plantas
y varios otros trebejos.

Y desde que se ha mudado,
según me lo ha dicho el yerno,
se ha transformado la casa
en la mansión del infierno.

Todos los días se arma
una grande tremolina,
ya en el patio, ya en la sala,
y a veces en la cocina.

Es de carácter tan cruel
la maldita de la vieja,
que la otra noche a Tomás
casi le arranca una oreja.

Tomás maldice la hora
que se casó con la hija,
y brama por verse libre
de tan mala sabandija.

La salvación de mi amigo
es, según mi parecer,
que venga el cólera y lleve
a su suegra y su mujer.