Por
Ricardo García Blaya

uve la oportunidad de compartir con él una velada en la tanguería La Cumparsita, del barrio de San Telmo, ambos de espectadores de un show mediocre, no nos conocíamos y no intercambiamos una sola palabra. Era su momento de mayor vigencia y, a medida que pasaban los artistas por el escenario, lo saludaban destacando su presencia. Me impresionó su pinta y su humildad.

Lo vi actuar en varias ocasiones, haciendo gala de un fraseo expresivo y varonil que nos recuerda al de Alfredo Belusi, aunque muchos lo confundan con el de Julio Sosa. Cantaba con garra, buena dicción y su figura aplomada y elegante dominaba el escenario presagiando un futuro promisorio.

Nació a 230 kilómetros de la Capital, en Rojas, Provincia de Buenos Aires. Hijo único, alguna vez dijo que sus padres eran gente de trabajo y que fue rebelde con el estudio. Adoraba la música y de muy chico comenzó a cantar folclore con un grupo vocal, abandonando el colegio en segundo año. Ya radicado en Buenos Aires, estudió guitarra y piano en el Instituto Fracassi.

Desde los dieciséis años intentó sostenerse económicamente, trabajando en las tareas más diversas, desde vendedor de huevos y helados hasta de empleado en el Correo, también en una panadería del barrio de Chacarita, pero siempre cantando.

Un día, tuvo la suerte de que lo escuchara Héctor Varela, quien, gratamente impresionado, lo presentó en el concurso de Grandes valores del tango, en canal 9 de televisión. A partir de entonces, quedó enganchado con el tango.

Él mismo me contó que ese concurso fue en el año 1979 y, que además ganó, al año siguiente, el concurso nacional de la sociedad de autores y compositores, SADAIC, representando a la Capital Federal, con dos temas de Juanca Tavera y Osvaldo Tarantino: el tango “Ilustre deconocido” y la milonga “Me llaman el Negro”.

Alejandro Romay, dueño de canal 9, lo contrata en exclusividad por nueve años. Desde entonces, comenzaron sus actuaciones en varios programas de la emisora, entre ellos el de Eduardo Bergara Leumann, La botica del Ángel. Según sus propias palabras: «Las anécdotas más ricas y divertidas ocurrieron durante las grabaciones del ciclo, pero, lamentablemente no se pueden contar».

Después, una frustrada ida al Japón: «Iba a ir con Pepe Basso, pero al final desistí, preferí quedarme en la Argentina, así que de emergencia lo llamaron a Fernando Soler, pero lamentablemente para él, los japoneses no cambiaron mi nombre de la programación y quedó como si hubiese ido yo, pero la verdad es que fue Fernando».

En muchas ocasiones reconoció su respeto y admiración por Alfredo Belusi y siempre, en sus actuaciones, recordaba esta anécdota: «Siendo aún muy nuevo en la profesión, estaba de visita en el Social Rivadavia, en Mar del Plata, cuando los dueños, al reconocerme por haberme visto en televisión, me pidieron que cantara. Yo no tenía los arreglos y los músicos, en realidad un trío que dirigía un pianista de nombre Julio Dávila, no me querían acompañar. Entonces, se me acercó el Negro, que había estado escuchando la conversación, y me llevó a su camarín y me dijo: «Flaco, sé que hacés muchos temas de mi repertorio y estás en mi registro. Tomá mi carpeta de arreglos y elegí los temas que querés hacer». Nunca pude olvidar semejante gesto de este consagrado cantante. Ni siquiera sospechaba que me conocía».

Entre sus orquestas preferidas estaban las de Aníbal Troilo y Osvaldo Pugliese y, en cuanto a los cantores, admiraba también a Roberto Goyeneche, Julio Sosa, Alberto Marino, Edmundo Rivero y Floreal Ruiz.

Cantó con las más importantes formaciones de su tiempo: José Basso, Osvaldo Berlingieri, José Colángelo, Osvaldo Piro, Néstor Marconi y Osvaldo Tarantino, entre otras.

«Grabé para la CBS-Columbia, dos discos, y uno más editado solamente en Japón, que ni yo lo escuché, ni tengo en mi poder. El primero es del año 1983, su título A partir de hoy, con arreglos pertenecientes a Pepe Motta y al Chino Eduardo Cortti, quien fuera primer bandoneón de José Basso. El segundo, es de 1989, se llamó Recordándote, con arreglos de Armando Calderaro (Pajarito)».

Realizó giras por Uruguay, Brasil, Paraguay, Chile y Bolivia. Entre 1985 y 1989 estuvo radicado en Venezuela, donde trabajó para la cadena de hoteles Intercontinental. En ese período, hizo algunos viajes para actuar en Argentina, presentándose en los más importantes locales nocturnos: Michelangelo, Cambalache, El Viejo Almacén y Señor Tango. En el país caribeño, la compañía Columbia reeditó uno de sus discos.

Hoy vive en los Estados Unidos, en la ciudad de Fresno, California. Actuó en Los Ángeles, San Francisco y Las Vegas. En octubre de 2003 viajó a Europa, para presentarse en la ciudad de Zurich (Suiza).

Hace muy poco me confesó su decisión de abandonar el canto: «El porqué de mi retiro, querido Ricardo, es porque considero que ya cumplí un ciclo y siempre admiré a los inteligentes de este rubro, como el caso de Julio Martel. Yo quiero dejar mi labor, buena, mala o como quieran juzgarla, entero. Sabés que los años pasan y no quisiera caer en la dependencia de esperar que me llamen dentro de unos años, para que trabaje por lástima. Prefiero sufrir ahora el desarraigo, a llegar a extremos que vos y yo conocemos. Además, cada día que pasa, noto que el tango está siendo vapuleado por los dueños de los locales que no se calientan por poner un sonido bueno y tienen a los cantores hasta altas horas de la noche en espera, sin respetarlos por lo que son o lo que fueron, pero mas allá de todo, el respeto por el ser humano que para mí es lo más importante. En una palabra, ya no disfruto de hacer lo mío con dignidad».

Lamentamos mucho el retiro de este querido amigo, pero respetamos su coraje de decir lo que siente y su hombría de bien, acorde con su calidad artística y profesional.