Por
Abel Palermo

ació en la localidad de Teodelina, Provincia de Santa Fe. A los 12 años, comienza a cantar en una orquesta característica de su pueblo, que dirigía Eduardo Soto.

Ya adolescente, sus padres, Ramón y Ana, se trasladaron a Córdoba. Al poco tiempo, conoció a Félix Dardo Palorma y, durante dos años, conformaron un exitoso dúo folclórico que actuó en la provincia de Córdoba y en provincias vecinas. Lamentablemente, Tito fue convocado a cumplir con el servicio militar y se disolvió el dúo.

Después de haber cumplido el año de conscripción, se radicó en Buenos Aires (1942) y forma un conjunto de guitarras con la dirección de Antonio Bassi. Ya estaba definido como cantor de tangos.

Actuaba en distintos espectáculos hasta que, en 1944, Agustín Irusta lo escuchó y lo recomienda a su compañero de toda la vida, Lucio Demare, quien en forma inmediata lo incorporó a su orquesta en reemplazo de Raúl Berón, uno de los más grandes vocalistas del tango.

A partir de ese momento y por una sugerencia del director, Tito Gutiérrez pasó a llamarse Horacio Quintana. Debutó en Radio El Mundo y en el cabaret Casanova.

El 27 de julio de 1944, llegó al disco, para el sello Odeon registrando el tango “Solamente ella” y, en el acople, “Me están sobrando las penas”. Después seguirían: “Corazón no le digas a nadie”, de Luis Castiñeiras y Enrique Munné; “Se va una tarde más”, de Luis Caruso y Enrique Cantore; los valses “Dos corazones” y “Alhucema”; “Torrente”, “Oriente”, “El aguacero” y la milonga “Señores yo soy del centro”.

Ya estamos en 1945. El 3 de enero, Demare registra el único instrumental: “Florcita”, de Agustín Bardi y en el reverso, con la voz de Quintana, “Igual que un bandoneón”, de Raúl Iglesias y Juan Gatti. Ese mismo año, grabaron: “Me quedé mirándola”; “Lo mismo que un tango”, de Julio Albano y Santiago Coppola; y el 11 de junio, la última grabación juntos, “Nos encontramos al pasar”, del primer violín de la orquesta, Raúl Kaplún y versos de José María Suñé. Entonces Demare disolvió la orquesta para partir hacia Cuba, contratado para reeditar el otrora famoso Trío Argentino, junto a sus amigos Roberto Fugazot y Agustín Irusta.

En su paso por la orquesta, Quintana dejó 14 registros y pudo demostrar toda su jerarquía de cantor, donde exhibe la interesante coloratura de su voz, su gran interpretación, sin exageraciones o dramatismos injustificados, con un fraseo cantable, es decir, con todo lo necesario que se debe tener para cantar bien el tango.

Al poco tiempo, formó un binomio con Raúl Kaplún que debutó en Radio Belgrano y en el Café El Nacional, pero duró muy poco, al finalizar el año Quintana fue convocado por Florindo Sassone para compartir el escenario con Jorge Casal. En marzo de 1947, pasó a la formación de Francisco Rotundo supliendo a Mario Corrales (quien luego pasara a llamarse Mario Pomar). El otro cantor era el consagrado Enrique Campos. En ninguna de las dos orquestas llegó al disco.

En 1948, inició su nueva etapa como solista, actuando en Radio Belgrano y realizando importantes giras dentro y fuera del país. En 1951 participa en la orquesta de su amigo Oscar Castagniaro junto a Héctor Insúa.

En su nueva condición de solista, vuelve a grabar en 1957, para el sello Odeon, un disco simple con el tango “Inspiración” y en la otra cara, la milonga “Taquito militar”, luego partiría a Uruguay, Chile y Perú.

Mantuvo la actividad hasta 1962, después se dedicó, aprovechando la experiencia adquirida en el mundo del espectáculo, durante tantos años, al manejo de espectáculos, festivales y artistas.

Representó a figuras de la talla de Hugo Del Carril, Atahualpa Yupanqui, Rosita Quintana y Edmundo Rivero.

Al final de la década del 60 su presencia se dividió entre tres ciudades: Buenos Aires, Córdoba y su querida Teodelina. En esta última, se produciría un hecho que marcaría el principio del renacimiento del alicaído tango, cuando vio actuar en su propia peña, a su amigo, el guitarrista Héctor Arbelo, acompañando a un joven intérprete, que además de cantar tocaba el bandoneón. Se trataba de un muchacho cordobés que hacía sus primeras armas: Rubén Juárez.

Inmediatamente, viajó a Buenos Aires con el cantor y lo hizo debutar en Caño 14, acompañando la cartelera con verdaderos mitos del tango, entre ellos: Aníbal Troilo. Después, la televisión y el primer disco larga duración. Con la guía de Quintana, a partir de 1970, Rubén Juárez se convertiría en una de las figuras más importantes de la música ciudadana.

Por último, quiero destacar su obra como compositor: “Para vos canilla”, su creación más importante, que grabó Juárez en julio de 1969; “Volver a Chaplin”, “Milonga de corralón”, “Carta a Rosaura”, “Es tuyo mi corazón”, entre otros temas.