José Luis Padula

Nombre real: Padula, José Luis
Guitarrista, pianista, compositor y director
(30 octubre 1893 - 12 junio 1945)
Lugar de nacimiento:
(Tucumán) Argentina
Por
Néstor Pinsón

ste músico hijo de inmigrantes, nacido en la norteña provincia de Tucumán, incursionó en el tango y en el folclore. Su padre era italiano, él le trasladó su inclinación por la música. Ya de niño, tocaba la armónica y la guitarra. Lamentablemente, quedó huérfano a los 12 años y no contó con su madre, de la que casi nada se sabe. Por ese motivo, siendo aún muy joven, salió a la calle a procurarse la subsistencia.

Se le ocurrió incorporar su armónica a la guitarra. La fijó a un palo sostenida por un cinturón a la parte superior del instrumento y así llegaba a su boca. La curiosidad que despertó tal conjunción en la gente, sumada a su intuición musical y a la facilidad para ser melodioso, le permitió recorrer su provincia y otras aledañas hasta recalar en la ciudad de Rosario, en la provincia de Santa Fe.

Todo este andar trashumante lo convirtió en un bohemio impenitente. Pudo vivir, pero siempre con el último centavo en el bolsillo, sin embargo, mantuvo esposa y seis hijos cuando definitivamente se instaló en Buenos Aires.

Manuel Escobar, pianista tucumano varios años menor, frecuentaba su mesa con otros amigos y recordaba que alguien una vez le preguntó a Padula, si era cierto que en el Café España —donde tocaba en una orquesta—, había puesto en su atril la partitura al revés porque no sabía para nada de notación musical. «Así fue», contestó.

Era un dotado natural que llegó a tener un estilo limpio lleno de ritmo y sugerencias cuando en el piano tocaba tangos. Y continúa Escobar: «Fue un hombre de físico bien armado, correctamente vestido de acuerdo a sus posibilidades, amigo de la noche, dicharachero y bromista, autor de frases originales, gran tomador de café, y al que algunos llamaban El Tuerto por su ojo derecho cerrado. Fue un talento y un tipo querible.»

Instalado desde 1936 en nuestra ciudad, su primer trabajo fue en un cafetín de Avellaneda, donde ganaba dos pesos con su guitarra con la armónica adosada. Pero cuando por causalidad en el altillo del local encontró un piano y el dueño del local lo escuchó practicar, le propuso pagarle el doble si también trabajaba de pianista. Su estadía en la ciudad no fue permanente, realizaba frecuentemente viajes a Rosario y a Córdoba cuando surgían trabajos.

En Tucumán, con su orquesta típica, hizo presentaciones en Radio Aconquija (hoy Radio Independencia) y en Buenos Aires, en Radio Prieto donde su vocalista fue Ángel Vargas. Con este gran cantor grabó dos temas de su inspiración: “Brindemos compañero”, letra de Enrique Cadícamo y la ranchera “Ñata linda”, con versos de Lito Bayardo.

Previamente, por 1932, integró la orquesta que conducían Ernesto Ponzio y Juan Carlos Bazán. Trabajó además, en la revista evocativa De Villoldo a Gardel, representada en el Teatro Nacional, en la que asumió el rol de Villoldo, por su versatilidad con los instrumentos.

Su creación de mayor éxito fue el tango “Nueve de julio”, que llevaron al disco innumerables intérpretes. Fue editado en la ciudad de Rosario en 1918 como tango-milonga, sin letra. Bohemio y sin dinero, vendió los derechos de autor en cinco pesos a un señor Trebino, para cobrarlos cuando se editara en Francia por la editorial Salabert. Más adelante, encargó en Buenos Aires una nueva edición a la editorial Perrotti. Cuando esta apareció fue con una letra no autorizada realizada por Eugenio Cárdenas. Lito Bayardo relató al respecto que a fines de la década del veinte se enteró de éste despropósito e inició una investigación por su cuenta y luego acciones legales con el consentimiento de su amigo Padula, quien aceptó que Bayardo escribiera una nueva letra, la que fue grabada por Agustín Magaldi.

Bayardo nos cuenta una linda anécdota. Estaban en Rosario terminando de acoplar su letra al tango, el músico quedó en la casa tocando el piano, mientras, él salió por un compromiso. Magaldi estaba citado para las cinco de la tarde para conocer la composición. Estando en sus gestiones se encontró con Gardel quien pasaba unos días en Rosario, era 1931. «Gardel me pidió un viejo estilo que me había cantado: “Amargura (El Floridense)”. Encontré la partitura y quiso ir a mi casa para que se la pasara. Cuando entramos sorprendimos ensayando a Padula y Magaldi. Gardel que conocía la música se acercó y leyendo el borrador de la partitura le hizo dúo. Fue una lástima no poder registrar aquel momento único.»

Y para finalizar con Bayardo, otra anécdota: «En mala época me vine a Buenos Aires con mi mujer, plena crisis del treinta. Alquilamos una pieza en Belgrano y Cevallos y tan mal iban las cosas que pensé en empeñar mi guitarra... Un día se aparece José Luis, venía para hacer tiempo hasta que lo atendieran en la editorial Columbia donde debían pagarle algún dinero. Tuve que salir un rato y le dejé la guitarra diciéndole en broma que compusiera alguna cosa. Al regresar me hizo escuchar una ranchera que me gustó. Me pidió que le pusiera letra y a mí ya me sonaban unos versos, la titulé “La mentirosa [b]”. A la tarde, propuse ir a lo del amigo Perrotti. Padula la repasó al piano y yo la entoné. «Muy buena.», dijo el editor. «¿Y la partitura?» —preguntó. Claro, aún no la había. Entonces le dije que contara con ella a la brevedad, pero que en ese momento necesitábamos un adelanto. Nos dio cinco pesos, tres para el músico y dos para mí. Fue un éxito notable, se tocó en todo el mundo.»

Padula compuso otras obras notables: el tango “Tucumán”, que grabó D’Arienzo; “Lunes”, posiblemente su otro tema más difundido, con letra de Francisco García Jiménez, que entre otros grabó Alfredo De Angelis, con la voz de Carlos Dante; la milonga “Picante”, registrada por Biagi; “Memoria”, grabado por Fresedo en 1926; los tangos “Bicho feo” y “En tren de farra”, registrados por Juan Maglio. La Orquesta Típica Víctor llevó al disco: “La mentirosa [b]”, “Lunes” y los valses “Noche de estrellas” (que también grabó Canaro) y “Noches de invierno”.

Con la colaboración de Lito Bayardo: los valses “No dudes de mí” y “Me duele el alma”, grabado por Virginia Vera; y las rancheras “La mentirosa [b]”, —ya nombrada- y “Afilando”. También le pertenecen: “Pirincho”, “El chiflado”, “El borracho”, “Pasó en mis pagos”, “Dulce tango”, “La diana”, “El varoncito”, “25 de Mayo”, “Noche de estío”, “Mi vida”, “Tristezas del alma” y tantos más.

En síntesis, este arquetipo de Buenos Aires, dueño de un extraordinario talento natural, fue un impecable melodista, que sin saber música vivió de ella y nos dejó creaciones que vencieron al tiempo y que hoy son auténticos clásicos del tango.