Alberto Mastra

Nombre real: Mastracusa, Hilario Alberto
Guitarrista, cantor y compositor
(9 noviembre 1909 - 10 abril 1976)
Lugar de nacimiento:
Montevideo Uruguay
Por
Néstor Pinsón

migo muy querido de Aníbal Troilo que lo llamaba Mastrita, estuvo muy cerca de colocar a un amigo suyo en la orquesta del Gordo. El hecho ocurrió cuando Pichuco buscaba un compañero para Alberto Marino, luego de la partida de Fiorentino.

El guitarrero Marsilio Robles, hombre estable de Radio El Mundo, le comentó que su amigo Mastra acababa de incorporar a su trío a un notable cantor y guitarrista que llamaban Pajarito: Orlando Verri. Como Troilo andaba apurado contestó que si para Mastra era bueno, para él también. A través de un emisario lo mandó al sastre y a ensayar el vals “Palomita blanca”. Pasaron unos días, en el ínterin Marino insistió que el cantor debía ser su compadre Floreal Ruiz, convence al director y, finalmente, cuando Verri se presentó, el puesto ya no era suyo. Llegaron las disculpas del caso y todos amigos.

Troilo grabó cinco composiciones de Alberto Mastra: “Con permiso”, con la voz de Alberto Marino, en septiembre de 1944; “Miriñaque”, con Edmundo Rivero y Aldo Calderón a dúo, en octubre de 1949; “Un tango para Esthercita”, con Raúl Berón (1954); “Aguantate Casimiro”, con Roberto Goyeneche (1958) y “Mi viejo el remendón”, con Tito Reyes (1965).

Mastra nació en el barrio de La Aguada de Montevideo y pasó su infancia subiéndose a los humildes escenarios del recreo del Parque Rodó, entonces llamado Parque Urbano. De pibe, toda ocasión era buena para cantar. El público le pedía y el respondía. Lo llaman Carusito y también El pequeño milagro.

Fue un artista itinerante, recorrió los pueblos de su país y aún menor de edad, se cruzó a Buenos Aires, en 1926, para proseguir su marcha por el interior de la Argentina. Se lucía con la guitarra, llamando la atención de entendidos, pues era zurdo pero tocaba sin cambiar el encordado, lo que no era habitual, así conseguía sacarle a su instrumento originales sonidos que caracterizaron su estilo.

Gustaba de los tríos, el primero lo formó en 1933, lo denominó El Trébol, lo completaban Bahillo y Barroso —quien luego sería su cuñado—. Otro, en 1936, Trío Mastra, con su mujer, la cancionista Josefina Barroso y Alejandro De Luca. Hicieron presentaciones en Radio El Mundo y recorrieron varios países vecinos. Otro más, junto a Eduardo Márquez y Miguel Gurpide. Después, con Hugo Daniel y Carlos Montenegro y un último trío para grabar en Buenos Aires, junto al guitarrista Martín Torre y Arturo Gallucci en el contrabajo.

Dicen que fue un virtuoso del instrumento. Quizás, sólo se haya destacado dentro de un plano medio. Como cantor había sorprendido de pequeño, pero ya adulto, como solista, a su timbre de voz nada atractivo se le sumaba una indisimulable desafinación. No tenía las características del intérprete de temas criollos ni tampoco la postura del tanguero.

Al escucharlo, lo imagino inquieto en el escenario, diciendo las letras al ritmo de las milongas o los candombes, actuando la forma de expresarse de los personajes de sus canciones. Fue un cantautor mucho antes que esa palabra cobrara notoriedad. Y de los cantautores lo importante son los textos, sus pinceladas de la vida cotidiana y, en su caso, su protesta.

Cuando aún las compañías grabadoras no estaban instaladas en Montevideo, registró cuatro temas para la empresa Victor en Buenos Aires. Tres de ellos de su autoría: “El viaje del negro”, “La polquita de José”, “Se va la carreta”. El sello Sondor del Uruguay le abrió sus puertas en 1956 y allí grabó un larga duración con el acompañamiento del guitarrista Abel Carlevaro. Sus últimos registros datan de 1969.

Su faz autoral es digna de destacar. Sus creaciones se incorporaron rápidamente a los repertorios de los intérpretes más importantes, entre otros, el de Edmundo Rivero quien realizó creaciones con “Bon jour mamá” y “No la quiero más”. También le pertenecen: “La fulana”, “El criollo oriental”, “Maldonado [c]”, “Candombe federal”, “Fatalmente nada”, “Después del gris”, entre más de cien títulos registrados.

Dijimos que fue un artista itinerante y, pensar en ello, nos lleva a imaginar un circo. ¿Qué cosa más errante por los caminos que un circo? Mastra la hizo completa. Por 1954, con nueva mujer, Lía Méndez, se compró un parque de diversiones —primo hermano del circo— y juntos recorrieron otra vez el Uruguay.