Por
Néstor Pinsón

an dicho que fue Juan D'Arienzo el que lo recomendó a Francisco Canaro. Cenaban en una cantina de la calle Paraná. Pirincho comentó que necesitaba un cantor pues sólo tenía a Guillermo Rico y allí surgió su nombre. Se había retirado Carlos Roldán, se aproximaba un nuevo estreno teatral y el tiempo no sobraba.

Ya enterado, se presentó Alberto Guida —ese era su seudónimo entonces— en la oficina de Canaro de la calle Montevideo al 600, estaba también Mariano Mores. Lo hicieron cantar “Dicen que dicen”, “Pan” y algunos otros tangos. Conformó, y como Canaro era expeditivo, sin más vuelta lo contrató. Antes de retirarse le entregaron varias partituras para que las fuera aprendiendo. Entre ellas, “Adiós pampa mía”.

Transcurría el año 1945 y la nueva obra teatral era una adaptación libre de El tango en París, de Enrique García Velloso, estrenada en el año 1913 por Florencio Parravicini en el Teatro Argentino. Esta vez fue en el Teatro Presidente Alvear, con guión de Ivo Pelay, música de Canaro y Mores. La dama joven fue Alicia Vignoli y un elenco de experiencia para estas obras con humor, romance y música. Se estrenó “Adiós pampa mía”, un éxito, un clásico internacional al nivel de “La cumparsita”, “A media luz”, “Caminito” y “El choclo”. Guillermo Rico cantó “Niebla”. Ibis Blanco junto a Oscar Villa (Villita), eran los bailarines y cantaron la milonga “Serafín y Julia Paz”. La Vignoli a dúo con Rico el vals “No llores más”.

El público llenó la sala todas las funciones hasta el término de la temporada. Luego, como era costumbre de Canaro, se presentaba un tiempo en el Teatro Artigas de Montevideo.

En dicha obra había un personaje, un resero, llamado en la ficción Alberto Arenas. Canaro se iluminó y sin más lo llamó a su cantor para decirle que a partir de ese momento se llamaría Alberto Arenas. El público lo consideraba por su voz potente y figura desafiante.

Llega el 5 de julio de 1946 y se repone la que había sido la primera intentona teatral de Canaro en 1932, la famosa Canción de los barrios, ya sin Tita Merello, ocupa su papel Virginia Luque, apoyada por esa notable segunda que fue María Esther Gamas. Enrique Lucero, hermano de Mores, ocupaba el lugar que había tenido Guillermo Rico. Virginia canta el tango “Si tú me quisieras”, compuesto por Canaro para esta reposición, que no figuraba en la primera versión. La gente acompañó como siempre.

En 1947, se estrena un pastiche argentino-mejicano con actores y música de ambos países, la figura era Jorge Negrete. La obra tuvo éxito en Buenos Aires, pero cuando pasó a Montevideo sobrevino el escándalo. El mejicano había hecho declaraciones que no gustaron a los uruguayos y cada vez que aparecía en escena el público protestaba.

Arenas también interviene en la obra siguiente, en 1949, Con la música en el alma. Dos años más tarde se estrenó su adaptación al cine, en la compañía Río de La Plata, propiedad del maestro. Fue un fracaso. Allí se lo ve a Alberto Arenas cantando un tema montado en un caballo durante un arreo, con vistas permanentes, en un segundo plano, de la Avenida General Paz casi desierta.

Cuando viajaban a Montevideo, siempre estaba esperándolos Radio Carve, allí actuó también nuestro cantor, lo mismo en los festejos de carnaval, compartiendo su presencia en ambas orillas del Río de la Plata.

La unión Arenas-Canaro se mantuvo hasta 1957. Muchos ciclos de radio, algunos recordados, como su participación en el Glostora tango club, en Radio El Mundo, también actuaron en Radio Splendid y por supuesto, en los estudios de grabación.

Entre 1951 y 1954, hicieron giras a Brasil y numerosas presentaciones en ciudades argentinas del centro y norte del país. Su presencia junto a Canaro fue suficiente para que su nombre figure en cualquier recorrida por la historia del tango.

Pero hubo un tiempo anterior a 1945, en que su trayectoria no pudo exceder un plano apenas secundario. Fue cantor solista, acompañado de tres guitarras, en la fugaz Radio La Nación. También Radio Porteña y Callao contaron con su nombre en el elenco. Tuvo un paso breve por la orquesta de Alberto Pugliese, que a veces contaba con Osvaldo en el piano. Más adelante, un conjunto que hizo menos historia aún, el de Mario Rocha, con José Basso en el piano, en alguna ocasión.

Después de Canaro cae en un paulatino olvido. Era un cantor que recogía la popularidad de la orquesta, de su público adicto. Sus condiciones personales no generaban, por sí solas, una adhesión. Era el principio del final. Se dedicó a manejar un taxi para asegurarse su sustento y, subsidiariamente, a la música.

Así fue que cantó en un cuarteto dirigido por Vicente Fiorentino. Luego actuaciones diversas que se le iban presentando y un digno retorno, a los 65 años de edad, con el cuarteto de Enrique Mora, con el que vuelve a grabar un disco con dos temas. A comienzos de los 80 integra junto a Roberto Maida y Ernesto Famá, una embajada para nostalgiosos y marchan de gira a Colombia durante un par de semanas.

Su primera llegada al disco fue el 24 de agosto de 1945 con “Adiós pampa mía”. Con Canaro realizó 80 registros, el último como solista, posiblemente una atención del director, el tema “Copa de silencio” cuya letra y música figuran de su autoría. Cerró su ciclo de grabaciones, haciendo dos dúos con su colega Juan Carlos Rolón, acompañados de guitarras.