Por
Gaspar Astarita

i bien adquirió mayor difusión a través de letras para canciones populares —especialmente tangos—, es un poeta que excede ese estrecho límite al que lo circunscribe la cancionística, para proyectarse al campo general de la poesía, estableciendo un apropiado equilibrio en esa nunca develada oposición que existe entre poesía culta y poesía popular. Además, sus versos, desprovistos de los compases musicales para los que fueron creados, llevan implícita su propia musicalidad. Pueden pasar cómodamente al género recitativo sin que se advierta perturbación alguna. Se da, en la mayoría de sus versos cantables, escritos antes o después de llegar al pentagrama, aquel axioma de Ramón del Valle Inclán: «el milagro musical de la poesía».

Pero para que Majul lograra ese equilibrio es prudente señalar que él ha sabido manejarse cómodamente en la composición popular, conjugando satisfactoriamente los dos elementos primordiales que convierten a una letra de tango en una auténtica expresión poética: la artesanía y el arte. Porque hay que establecer, de una vez por todas, que las buenas letras de tango son una armónica y misteriosa alianza de estas dos cosas. Su elaboración debe pasar, primeramente, por ciertos secretos que tiene el armado, las medidas, las acentuaciones (la artesanía). Pero al final, el tema y su tratamiento, la sugestión, el sentimiento, el desarrollo y el adecuado uso de los recursos de la gramática en función de la música -para que el todo adquiera el genuino nivel cultural que exige todo género literario—, deberá filtrar indefectiblemente por la poesía (el arte).

No es, pues, arte menor o poesía popular aquella que se cobija en el tango. Porque éste, como dice Julio María Aguirre: «constituye el ámbito cultural que acoge, providencialmente, a la poesía. Un ámbito donde ella se recoge para brindarse a los que menos tienen y más la necesitan». (El libro de los 30 años. Academia Porteña del Lunfardo. Editorial Fraterna, Buenos Aires, 1993).

Es también necesario destacar que el nombre de Eugenio Majul ha sido y es poco transitado por la anterior y actual legión de hombres vinculados a los medios de difusión. Poco se sabe de su vida y de su obra y poco se divulgan los trabajos suyos que merecieron el registro discográfico. Ocurre con él lo mismo que con muchos autores. El desconocimiento y la ausencia total de juicio valorativo para detectar los positivos valores literarios del tango, hacen que todo lo que se difunda, a través de intérpretes, periodismo, programas de radio, etcétera, se circunscriba a los diez o quince autores más conocidos.

A tratar de buscarle a Eugenio Majul un mejor y merecido reacomodamiento en la historia de la literatura del tango apunta este trabajo.

Porteño por nacimiento, por crianza y por sensibilidad, nació en el barrio de Palermo (Malabia y Niceto Vega). Su padre, Julio, sirio de nacionalidad, llegó el país a los nueve años y a los veinticuatro se casó con Ana Adela, matrimonio del que nacieron dos hijos: María Julia y Eugenio. Éste cursó sus estudios primarios en dos escuelas del barrio, la de Córdoba y Julián Álvarez y la de Loyola y Serrano.

Los secundarios los hizo en el Instituto Bartolomé Mitre y, finalmente, en el Instituto Nacional del Profesorado Secundario donde cursó dos años nada más de Literatura y Castellano (allí tuvo de profesores a Rafael Alberto Arrieta y Roberto Giusti). Y luego el trabajo, siempre en corretajes, la calle y la poesía.

Como todo muchacho de barrio, se inició componiendo versos para las murgas, en las que además intervenía. Colaboraba también con algunas estrofas para modestas publicidades de comercios barriales. Para la despensa Don Roque, de Malabia y Lerma, y también para la Panadería Macrina («Se vende también harina / de primera calidad.»). Posteriormente, comenzó a escribir en forma regular, dando rienda suelta a una manifiesta vocación que, desde entonces, nunca lo ha abandonado.

Fue un enamorado de la poesía y a ella le ha brindado siempre sus mejores afanes. De aquellos años juveniles, de afirmación y aprendizaje, quedó diseminada una gran cantidad de páginas que nunca quiso publicar, salvo excepciones. Hasta que en 1944, fue tentado por la canción popular y tomó contacto con algunos músicos que le solicitaron sus versos.

De su vasta producción autoral mencionaremos algunos títulos que llegaron al disco y, por lo tanto tuvieron mayor difusión, aunque, según Majul, hay muchas otras composiciones que consideraba de excelente valor pero que no tuvieron la fortuna de éstas. La apretada síntesis podría ser la que sigue: “Alguien”, con música de Héctor Stamponi; “Única” y “Tengo”, con el bandoneonista Roberto Pérez Precchi; “No matarás”, con el pianista Juan José Paz; “Mientras viva”, con Lucio Demare; “La última lágrima”, con Armando Pontier; “Con las manos vacías”, música de Roberto Vallejos; “Hermana” y “Feliz cumpleaños mamá”, con Roberto Abrodos; “Nunca, nunca te olvidé”, con Astor Piazzolla; “Antes del adiós”, con Roberto Nievas Blanco; “Todavía no”, con Edmundo Rivero; “El perfume del pan”, con Sebastián Piana; “Pero, por qué”, con Aquiles Roggero.

Y dando un salto hasta estos últimos años, digamos que con Antonio Nevoso ha compuesto “Mi domicilio” y “Anoche bastante tarde”, y con César Isella la milonga “A bordo de mis zapatos”.

Cuando escribió el vals “Hermana”, dedicado a su hermana María Julia, les puso música Roberto Abrodos, uno de los integrantes del famoso conjunto folklórico Los Hermanos Abrodos, y con ellos llegó al disco. Majul entendió entonces que su vals, de clima ciudadano, debía tornarse en una composición de carácter campesino. Entonces, a la letra original, con muy pocas palabras, la revistió de una geografía campera acorde con la identidad del conjunto. Pero no fue un pedido del compositor. Fue una concesión que hizo el propio autor de los versos, quien con el tiempo, se arrepintió, pues otros intérpretes, como Oscar del Cerro, Enrique Espinosa y Alfredo De Angelis, grabaron el vals con esos versos cambiados.

El arrepentimiento le duró siempre a Majul. Hasta que habló con el cantor Juan Carlos Godoy para que se lo registrara en una grabación no comercial. Éste accedió y también el gran pianista Carlos García, quien lo acompañó y, desinteresadamente, estos dos artistas le obsequiaron al poeta una estupenda versión con los versos originales. Esa grabación, de la cual circulan muy pocas copias, lo redimió ante su hermana.

Estrechamente ligado a la poesía durante toda su vida, ha publicado, en la década del 90, un puñadito de poemas en un opúsculo titulado Instantes. Es la primera vez que Eugenio Majul ve algo de su producción reunida en un libro, en un modestísimo volumen que ha salido de Talleres Gráficos Lito, en el año 1996 y que el autor ha dedicado a sus padres. Se siente muy orgulloso de haber dado a la letra impresa este poemario con sus humildes recursos, única manera de que sus versos no dedicados a la canción popular quedaran como testimonio. Su intacta sensibilidad, su romanticismo y cierto halo de tristeza mezclado con una suave nostalgia, se advierten en el contenido de Instantes.

Vivió siempre muy sencillamente, desempeñó en la actualidad un cargo en SADAIC, con la dignidad y el decoro que fueron prendas características de su personalidad durante toda la vida.

Publicado en la revista Tango y Lunfardo, Nº 89, Chivilcoy, 16 de diciembre de 1993.