Por
Néstor Pinsón

ncansable itinerante con su bandoneón a cuestas, recorrió más de veinte formaciones hasta tener su propio conjunto. Un largo camino hasta tener la satisfacción de ser elegido por sus pares presidente de la Asociación Bandoneonística Argentina (A.B.A.), de la cual Piazzolla era su presidente honorario.

De sus composiciones basta una para ser siempre recordado: “Esta noche en Buenos Aires”, con letra de Avlis. Fue estrenado en 1944 por el gran Angelito Vargas. Más de cuarenta años después, alguien comentó: «A tantos años de su estreno, seguirá hablando de un almanaque alegre con signos de colores y de un carnaval sonriente que no dejará de serlo mientras perdure su evocación.»

Fue el segundo de ocho hermanos, todos nacidos en la misma casa donde los padres italianos se radicaron cuando llegaron al país, a fines de 1910, en el barrio de Barracas. Cuando llegó a la vida la música ya estaba instalada en el hogar, su padre tenía un conjunto con otros músicos vocacionales. Tocaba tanto la guitarra como el violín o la mandolina y además de sacarse el gusto con el afán artístico, la posibilidad de ganar un dinero en toda reunión para la que eran requeridos.

Su extenso periplo comienza en 1929 en el conjunto Silvestri-Pugliesi, conformado por muchachos del barrio. Sigue con el conjunto Del Piano-Paradiso, con Eugenio Jódice como segundo bandoneón y Luis Estrada de tercero, éste era futbolista en Boca Juniors, suplente del recordado zaguero Bidoglio, Carmelo Paradiso en violín y su hermano Vicente al piano.

Debutaron en el salón Liguria, de la calle Azara 645 en 1930, y tuvo la suerte que Roberto Firpo se hallara presente el día del estreno. Inmediatamente se interesa por él para actuaciones en el Palace Teatro, durante los entreactos de las películas mudas, como era costumbre. Tuvo que pedir autorización a su papá para ello.

En 1931 es invitado a participar en la orquesta de José De Caro, acepta el ofrecimiento pero sin dejar a Firpo, alterna con ambos teniendo don Roberto la prioridad.

Al año siguiente pasa a la orquesta de Osvaldo Fresedo, con quien permanece hasta fines de 1933. El cine refleja en imágenes éste momento, cuando en la pionera película ¡Tango! Del Piano aparece con la orquesta, el último de la fila de bandoneones, bien arriba, a la derecha de la pantalla. También aparece en Los tres berretines, filmada en el mismo año.

Entre 1934 y 1935, participa en la orquesta de Augusto Berto. La formación no tenía cantores permanentes, pero ocasionalmente utilizaba a los vocalistas Mariano Balcarce y Ángel Vargas. Allí comienza su perdurable amistad con este último. También trabaja con las orquestas de Eugenio Nobile, luego dedicado al jazz y con la de Federico Scorticati (Freddy). Si bien era su costumbre, nunca como en esta época actúa en tantas formaciones al mismo tiempo. La agrupación de Scorticati se había formado para acompañar a la cancionista Dorita Davis. Sigue con Berto para las presentaciones radiales de Juanita Larrauri.

A fines de 1935, ingresa a la orquesta de Juan Canaro. El pianista era el maestro Carlos Di Sarli, uno de los bandoneones Domingo Federico y el primer violín Víctor Felice. Son casi dos años de actuación hasta que decide retirarse, pero al poco tiempo regresa y tienen presentaciones en el cabaret Tabarís, uno de los violines era Alfredo Gobbi. Los vocalistas son Alberto Tagle, Fernando Díaz y las hermanas Desmond.

El año 1937, lo encuentra también con la orquesta Los Mendocinos de Francisco Lauro, que luego pasa a ser dirigida por Juan Sánchez Gorio y, en sus últimas apariciones, por el pianista Bernardo Blas. Aquí el vocalista era Mario Landi. En 1938 acompañan a las cancionistas Yola Yoli, Laurita Esquivel y a principios del año 1940, a las cancionistas Carmen Duval y María de la Fuente.

Al año siguiente actúa con la Orquesta Típica Víctor, es su reencuentro con su amigo Ángel Vargas e interviene, justamente, en las tres únicas grabaciones que deja el cantor con esta agrupación: “Adiós Buenos Aires”, “Sin rumbo fijo” e “Incertidumbre”. Eduardo también participó en el registro del tango “Alma”, de Scorticati y Juan Sarcione, cantado por Alberto Gómez.

Durante 1939, trabaja en tres orquestas: la de Roberto Firpo, por segunda vez, la de Juan Canaro, por tercera vez y la de Freddy Scorticati, vaya uno a acordarse cuantas veces fueron. Con Canaro eran vocalistas Andrés Falgás y Alberto Del Valle y con Freddy, Mario Corrales (más tarde rebautizado Mario Pomar).

El violinista y director Roberto Zerrillo lo contrata en 1940. Insistió para conseguirlo, lo consideraba imprescindible en su formación. Actúan largo tiempo en Montevideo. Se había retirado Juan Carlos Howard y el piano fue ocupado a partir de ese momento por César Zagnoli. El cantor era Jorge Cardoso, luego radicado hasta su muerte en España.

A fin de 1940 ingresa a la orquesta de Joaquín do Reyes. El cantor era Eduardo Morel (Eduardo Zelada Olazábal). En 1943 es contratado por Miguel Caló, va como primer bandoneón, el segundo es Armando Pontier. Es una breve relación, Del Piano ya no aguanta no poder imponer sus arreglos, como tampoco seguir siendo músico de línea. Finalmente, ese mismo año pasa a la formación de Ángel D'Agostino, tras el retiro de Alfredo Attadia, fue en el breve periodo que Ángel Vargas se retira de la orquesta. Regresa a los dos meses y los amigos vuelven a estar juntos.

Es a partir de este momento, cuando a Eduardo Del Piano se lo comienza a reconocer y a valorar, y el golpe definitivo lo da cuando Vargas incorpora a su repertorio “Esta noche en Buenos Aires”. El tango lo venía haciendo Alfredo de Angelis con Julio Martel, versión insuperable para su autor, quien se entusiasmaba cuando Martel levantaba la voz en el final de la segunda parte. Pero no lo pudieron grabar pues la autorización la había conseguido Francisco Canaro para que la cantara Eduardo Adrián. En esa época no se permitía que un tema grabado por un sello lo hiciera también el sello competidor. Pero esto ocurrió en los papeles porque finalmente Canaro no lo llevó al disco, si lo hicieron Antonio Rodio con Alberto Serna y, por supuesto, el Ruiseñor Porteño.

Con D'Agostino, Eduardo realiza muchos arreglos y orquestaciones; trascienden “A pan y agua”, “De pura cepa”, “De corte criollo”, “El cornetín del tranvía”, que comienza con un solo de su bandoneón. No existe la improvisación, trabaja con comodidad sus solos, sus variaciones. Con Vargas se lucían, porque Ángel le pedía un contracanto que tenía una gran aceptación en el público.

El 10 de septiembre de 1946, ocurre la última llegada al disco del rubro D'Agostino-Vargas, después, la definitiva separación del cantor, quien marcha a la provincia de Mendoza para actuar en Radio Aconcagua contratado por cinco meses. Los músicos de la orquesta empiezan a tener problemas con D'Agostino y a raiz de un compromiso contraído con un club de la ciudad de Morón, proponen a Eduardo y al violinista Victor Felice como representantes, para no perder el trabajo ya asegurado. Los cantores de esa breve temporada fueron Tino García y Oscar Alsina, un muchacho que no llegó al disco.

A su regreso a Buenos Aires, Ángel Vargas le pide a Eduardo que le dirija el acompañamiento, este acepta, y en junio de 1947 se produce el debut de Eduardo Del Piano al frente de una orquesta.

En esa primera actuación ocurre un hecho curioso y trascendente, el locutor Raúl Astor, al presentarlos, se le ocurre decir: «Con ustedes el Ruiseñor de las calles porteñas, Ángel Vargas.» Bautismo definitivo, que vale aclarar, no se produjo durante la estadía del cantor en la orquesta de D'Agostino.

Juntos realizan 20 grabaciones y en el mes de octubre de 1950 se produce la separación artística, porque la amistad continuó siempre. El director necesitaba tener una orquesta a su nombre.

Con respecto a la búsqueda de los cantores, con el primero no hubo problemas, fue Mario Bustos que venía de actuar con Carlos Demaría. Con el otro elegido sí los hubo. A Eduardo le gustaba Osvaldo Cordó, pero no imaginaba que se trataba de un muchacho con serios problemas de personalidad, relatar algunos sucedidos sería caer en anécdotas risueñas, atento esto se decidió por Héctor De Rosas. Estuvo a punto de probar a Luis Tolosa, pero este llegó tarde a la cita.

El debut fue en el Tango Bar de la avenida Corrientes, más tarde pasó a la confitería Adlón, en un primer piso de la calle Florida, aquí con tres vocalistas, pues fue incorporado Rubén Grillo. Cuando los dos primeros buscaron nuevos rumbos llegó Adolfo Rivas y a éste lo reemplaza luego Roberto Bayot.

Así hasta 1958, la época ya no es buena para el tango, desde hace un par de años las empresas discográficas vienen metiendo el rock y Del Piano se desmoraliza. Decide parar por un tiempo y se dedica al comercio. Junto con su esposa atienden una perfumería de su propiedad que funcionaba en la avenida Galicia en la ciudad de Avellaneda.

Habían transcurrido muchos años y si bien su carrera ya había finalizado, en varias ocasiones formaba pequeños conjuntos para actuaciones circunstanciales o para acompañar a algunos cantores en sus grabaciones. Así los casos de Osvaldo Ribó, Néstor Novoa, Carlos Danel, Néstor Soler y algún otro que se me escapa del recuerdo.

Su fallecimiento fue inesperado, la muerte lo sorprendió solo, en su casa, en un instante en que su compañera había salido. Se llevó en lo artístico una gran pena, un deseo incumplido, lo manifestó muchas veces. Que sus grabaciones nunca hubieran sido reunidas en un disco larga duración. Muchos años después, una producción de FM Tango reparó en parte esta omisión produciendo un compacto donde están la mayoría de los registros con Ángel Vargas.