Por
Néstor Pinsón

uando de compositores se trata y salen a relucir los nombres más destacados, e incluso los de segunda línea, observamos que siempre se prescinde de Rodolfo Sciammarella. Los que así actúan tendrán sus razones aunque es posible, si buscamos causas estrictamente musicales, que lo consideren demasiado entregado a lo comercial, un músico facilista, un hacedor de melodías sencillas. También pensarán que su creación no se limitó exclusivamente al tango, que abordó otros géneros musicales y lo que es peor, su numerosa producción de jingles publicitarios. También pudieron existir causas políticas a raíz de sus ideas y su relación con el peronismo.

Además, es posible que el hecho de haber logrado tantos éxitos —fruto de su extraordinaria facilidad para componer, de su chispa permanente— y consiguientemente, los dividendos obtenidos por su obra, hayan generado una dosis inconsciente de envidia entre colegas y exégetas.

Sus títulos más conocidos se caracterizan por sus agradables melodías que el público inmediatamente incorporaba, memorizándolas en silbidos y canturreos en la calle y en el trabajo.

En su familia todos tocaban algún instrumento. El se inclinó por el piano. Dicen que su labor profesional comenzó en 1926 como pianista y cantor en la primitiva radiotelefonía. Y que el mismo año compuso un tango, encargándole la letra a su amigo periodista, José María Caffaro Rossi que trabajaba en el diario La Razón. Pero al director del referido periódico no le gustaba tener un tanguero en su staff y le dio a optar entre su empleo o el tango. José María continuó en el diario aunque igual escribió la letra solicitada, que firmó Sciammarella con el título “No te engañes corazón” y que enseguida estrenó Ignacio Corsini en el teatro y después llevó al disco en noviembre del mismo año. A mediados de 1928, también lo grabó Gardel. El Zorzal le grabó además: “Por qué me das dique” con letra de Luis Alonso, “Che Bartolo”, “Dos en uno” y “Vieja recova”, los tres con versos de Enrique Cadícamo.

Musicalizó muchísimas comedias y revistas teatrales, alrededor de ochenta films, comenzando por Dancing, en 1933, donde Amanda Ledesma canta “No quiero verte más”. En la famosa película ¡Tango!, Libertad Lamarque le canta “Andate” con letra de Roberto Fontaina en colaboración con el propio Sciammarella y después, en Ayudame a vivir, el tango “Arrepentido”. Luego le compuso todos los temas de la película Besos brujos.

Azucena Maizani incorporó a su repertorio sus títulos: “Virgencita de arrabal”, “Coperita posta” y “Llevatelo todo”. Agustín Magaldi estrenó “No quiero verte llorar”, donde figura como autor de la letra y Magaldi de la música. Charlo le registró ocho temas, entre los que se destacan “Parece mentira” y aquel éxito arrasador que fue el vals “Salud dinero y amor”.

Francisco Lomuto grabó veintiún temas suyos, entre los cuales podemos mencionar a “Qué fácil es decir”, “De igual a igual” y un vals popularizado a través del film del mismo título: “Isabelita”.

Fueron pocos los cantores solistas y las orquestas que no hayan incluído en sus repertorios algún título de su autoría. La Orquesta Típica Victor con “Adiós Buenos Aires”, con letra de Leopoldo Torres Ríos y cuatro temas más. Tres interpretó Ángel Vargas y varios Juan D'Arienzo. Y hasta Julio De Caro incluyó el vals “Demasiado tarde” y el tango “Tené cuidado”.

Otro notable éxito que a fuerza de difusión aprendió todo el país fue, allá por 1950, cuando Alberto Castillo la emprendió con la marcha “Por cuatro días locos

También son suyos clásicos del género como: “Hacelo por la vieja”, “Chatita color celeste” u otros como: “Dime mi amor”, “Tres recuerdos”, “Total para que”, etc. Es interesante aclarar que el tango “Llevatelo todo”, donde aparece como autor de la letra, confesó que no era de él, que fue un regalo por favores recibidos de Luis Alonso.

Adhirió al peronismo desde sus comienzos y fue autor, entre otras canciones partidarias de escasa difusión, de la marcha “Evita capitana”, que grabaran no comercialmente Nelly Omar y Juanita Larrauri. Cuando cae el gobierno del presidente Perón, en 1955, como ocurrió con otros peronistas del ambiente artístico, él fue buscado con ahínco por las nuevas autoridades para establecer un nuevo orden, el orden de los militares salvadores de la Patria. Pero llegaron tarde, él ya se había ido exiliado a México primero y después a España.

Fuera del país, continuó con su actividad publicitaria y fueron frecuentes sus visitas en España a la residencia del General Perón, quien también estaba exiliado en Madrid en el barrio Puerta de Hierro.

Cuando regresó a la Argentina pronto se hizo notar en sus nuevas labores, pero ya nada era igual, el tango casi no se escuchaba y Buenos Aires había cambiado mucho. Yo lo recuerdo activo y vital en su forma de caminar, cuando me lo cruzaba por la avenida Corrientes o por Callao, tenía setenta y un años y la vida debió haberle durado un poco más.