Rosanna Falasca

Nombre real: Falasca, Rosanna Inés
Cancionista y letrista
(27 abril 1953 - 20 febrero 1983)
Lugar de nacimiento:
Humboldt (Santa Fe) Argentina
Por
Néstor Pinsón

u historia artística no difiere de la mayoría de las cancionistas del tango. En ella la excepción fue su apresurado final en pleno auge, sólo comparable al de Susy Leiva, en un accidente automovilístico.

La música y el canto estaban en su casa, el padre Ado Falasca era sastre y cantor melódico, actuaba en dúos y luego tuvo su propio conjunto.

Cuando Chany —como llamaban a Rosanna— cumplió los diez años, el papá advierte que canta muy bien, que no tiene voz de niña chillona, que lo hace con una natural impostación. Muy pronto la incorpora a su grupo musical y a las giras de los fines de semana por pueblos vecinos. Más tarde también, actúan en radio y en canales de televisión de las provincias de Córdoba y Santa Fe.

Todo avanza rápidamente. Temas populares, algunos en italiano, conforman su repertorio. Y fue actuando en la ciudad de Rafaela, provincia de Santa Fe, que la escucha un productor y los invita a Buenos Aires

Pasan tres meses y llegan en marzo de 1969 a la Capital. Casi de inmediato es invitada a presentarse en un café concert en el barrio de San Telmo. En el mes de agosto, su padre la inscribe en un concurso para nuevas voces organizado por el popular programa de Canal 9, Grandes valores del tango, por entonces conducido por Juan Carlos Thorry.

Su figura esbelta, alta, pelo rubio y lacio, de ojos claros, con una carita agradable, despierta la atención. Sólo conoce un par de tangos, uno es “Madreselva” que lo interpreta en la primera ronda de tres participantes. La eligen ganadora, pero la selección recién empieza. Sin embargo su presencia impactó al público y a los directivos. Hablan con su padre y le proponen sacarla del concurso para presentarla como una de las figuras del programa, con un contrato por cuatro años.

A partir de ese instante todo fue vertiginoso. Al año siguiente graba su primer disco larga duración, tiene apenas diecisiete años. Comienzan las giras, primero por Uruguay, luego por casi todos los países de Centroamérica.

El cine también aprovecha de su éxito, no con las características del treinta y el cuarenta cuando el tango era lo central y todo giraba alrededor de alguna letra, su presencia es requerida para compartir elencos con rostros de la televisión, con músicos melódicos y con otros que hacían rock, teniendo el rol de hacer algún tema con sabor a tango.

Si bien no nació como cantora de tangos —llegó a él por casualidad— el tiempo la definió como tal. Actuó en tres películas más, de esas rápidamente olvidables, pero un par de ellas con buena repercusión de público en los países que había visitado en sus giras. También dejaron un buen resultado económico. Fueron: Arriba juventud, en la que hacía pareja con un tal Palolo, adolescente galán olvidado inmediatamente; Siempre fuimos compañeros (1972), dirigida por el actor Fernando Siro, con el cantor pop Donald, que se hizo en la ciudad balnearia de Mar del Plata (400 kms. al sur de Buenos Aires) y finalmente, en 1976, Te necesito tanto amor, dirigida por Julio Saraceni y haciendo rubro con el cantante melódico Elio Roca.

Su carrera marchaba muy bien, asistía a todo festival que se hacía en la provincia de Buenos Aires y cosechaba público. Más adelante forma parte de una movida que se llamó Cruzada joven del tango junto a María Graña, Rubén Juárez, Reynaldo Martín y otros. Se trató de un intento fallido de reinsertar el tango en los jóvenes.

Sus dotes para la canción ciudadana no presagiaban una revolución, un movimiento de multitudes, pero su tono grave y cálido, su atrayente figura física y su personalidad superaban cualquier desliz. Además, estaba en un período de formación.

En 1971 graba para el sello Diapasón acompañada por la orquesta de Luis Stazo, entre los temas se destacan los tangos: “Amor de verano” y “Bajo mi piel”; el vals “Dos corazones”, el éxito del momento “Balada para un loco” y el clásico “Sin lágrimas”. El mismo año pero con la orquesta de Lito Escarso y para el mismo sello registra “Rondando tu esquina”, “Más solo que nunca” y “Madreselva”, entre otros.

En el año 1975 es contratada por la empresa EMI-Odeón, junto con la orquesta de Raúl Garello, donde hace varios tangos clásicos, entre estos: “El último organito”, “Pero yo sé”, “La última curda” y “Nostalgias”.

Por último en 1982, con la empresa discográfica Polydor graba sus dos últimos larga duración con el acompañamiento de Orlando Trípodi dirigiendo su orquesta y su cuarteto, entre otros registros están, “Sur”, “El pañuelito”, “Bien criolla y bien porteña” y “La cumparsita

Y fue en ese mismo año que comenzó a correr el rumor de sus problemas de salud. En el mes de noviembre la operan de una grave enfermedad. Enterada de las noticias publicadas dijo en un reportaje: «¡No tengo cáncer!». Lamentablemente el mal avanzaba con rapidez.

Su última presentación fue en la tradicional Botica del ángel, de Bergara Leumann.

Alguien le ofreció una quinta en Don Torcuato —a treinta kilómetros de la Buenos Aires— para que se repusiera. Fue inútil, allí falleció. Volvió muerta a su querido pueblo de Humboldt y allí está su mausoleo y una calle con su nombre.

Unos diez años más tarde un señor bien mayor, cabello blanco, de hablar suave, se presentó espontáneamente en mi programa radial Siempre el tango. Era Ado Falasca, su padre. No quiso reportajes ni que hiciera notar su presencia, sólo venía a entregarme un casete con diez temas cantados por su hija. Tampoco pidió que lo pasáramos, ni siquiera lo insinuó. Pasaron unos pocos minutos y se fue. No se trató de un reconocimiento especial hacia mí, la misma actitud tuvo con otros programas tangueros. Simplemente, era un respetuoso intento que no se olvidara el nombre de su hija. Tampoco, su paso por el tango y por la vida.