Por
Néstor Pinsón

amá nació en Buenos Aires en el barrio de San Cristóbal. Su voz nos dejó más de trescientas grabaciones y bien se lo puede considerar, sin haber sido el primero, el estribillista por antonomasia. De tal cantidad de registros no superan los veinte, aquellos en los cuales interpreta la letra entera.

No fue la suya una voz para destacar, tampoco su estilo que no difería del de sus colegas de entonces, incluso su afinación no era perfecta. Pero su inquietud artística, que le venía desde muy chico y su simpatía, además de una agradable presencia y un buen padrinazgo lo ubicaron en los primeros lugares de su época.

Comenzó en el teatro, después cantó con Osvaldo Fresedo y, brevemente, con Carlos Di Sarli. La unión con Francisco Canaro, que le deparó giras, radio y obras teatrales que duraban un año, hicieron posible su ascenso a la fama.

La popularidad de Canaro fue inmensa en su apogeo y Famá participó en esta etapa consagratoria, uno de los capítulos de oro de nuestro tango.

No obstante la cantidad de grabaciones, su trayectoria no fue extensa, apenas catorce años en el quehacer artístico, a los treinta y cinco años ya estaba retirado del espectáculo. En el mes de julio de 1977, nuestro amigo, el historiador Oscar Zucchi le realizó una entrevista y el cantor nos dice:

«Nací en la zona del mercado Spinetto y de muy pibe ya estudiaba canto con el maestro Francisco Corbani. Ocurría que era mi maestro de música en la escuela primaria a la que concurría... Y también era profesor del Teatro Municipal Infantil Lavardén, donde yo era el primer actor y cantor. Fue cuando el presidente argentino era Marcelo Alvear (1922-1928) y yo cantaba en las plazas, en actos organizados por la Municipalidad de Buenos Aires. Me presentaba de smoking blanco y pantalones cortos. Así empecé».

Y continúa diciendo: «De muchacho pretendí ser escribano, pero duró muy poco. Abandoné por el gran rey del tango que fue Carlos Gardel. Lo admiraba sin conocerlo personalmente. Mi primer experiencia profesional fue en una obra en el Teatro Nacional. Mi padrino era el jefe de policía, quien me consiguió una prueba en el teatro. Fui un día al escritorio de Pascual Carcavallo, que era el director, que estaba detrás del escenario y allí fue donde me presentó a Claudio Martínez Payva y al músico Atilio Supparo. Se apareció el guitarrista Rafael Iriarte (El Ratita), que le decían así porque era muy chiquito de cuerpo, y canté su tango “Trago amargo”. Acto seguido, como sabía recitar —en el Lavardén tuve de maestra a Alfonsina Storni—, me mandé “Las tristezas del inca” de Santos Chocano. Me aceptaron. Había necesidad de estrenar una nueva obra porque la que estaba en cartel debía bajarse por el embarazo de Libertad Lamarque, ya una gran estrella.»

Hablando del debut, nos comenta: «Me ayudó mucho un gran señor, un caballero, que todos los días me llevaba a su casa. Allí se sentaba al piano y ensayábamos dos tangos suyos “Botija linda” y “Margarita Punzó”, era Gerardo Matos Rodríguez. Ambos temas, junto con “Alhaja falsa” de Salvador Merico, quien era a su vez el director de la orquesta del teatro, los estrené en la obra La Rosa de Hierro.

«A comienzos de 1928, viajé a París con Osvaldo Fresedo. En realidad tenía que ir Sofía Bozán, pero a último momento no pudo y viajé yo. En Buenos Aires, con Fresedo, no actué en público, sólo hice grabaciones para el sello Odeon. En cambio, en París, inauguramos el cabaret Nouvelle Garrón, en la rue Fontaine, en Montmartre. En seguida visitamos a Gardel, que se había presentado en el cabaret Florida, que estaba abajo del casino de París.»

El cantor nos confiesa, en este instante de la charla: «Gardel, después de actuar, se venía con nosotros que trabajábamos hasta las cuatro de la mañana. Cada noche se aparecía con una mujer distinta... Hay veces que mejor sería que algunos se metieran la lengua en otra parte, los que dicen que Gardel era maricón. ¡Qué mujeres! ¡Qué damas! ¡Así, yo también hubiera querido ser maricón!

«También estuvimos con Fresedo en el Paramount, en el Lido y, el seis de enero de 1929, fuimos los únicos argentinos, junto a Gardel, que actuamos en el beneficio anual llamado La Copa de Leche, donde asistían los principales artistas y las autoridades del país, incluso el presidente de Francia monsieur Doumel.»

Vuelve de París sin Fresedo, sin un peso pero con mucha farra encima. Una vez en Buenos Aires, Carlos Di Sarli le propone grabar con su sexteto y el maestro le preguntó: «¿Estás contento?, y sin esperar respuesta agregó: No te ofendas, y me metió cincuenta pesos en el bolsillo. «Salvado Famá», pensé, era mucha plata. El tranvía costaba diez centavos.

«Francisco Canaro, con un gran olfato comercial, me citó para una prueba, estaba la orquesta presente y yo sabía que se iba a grabar. Por elección mía canté “Lo han visto con otra”, no podía fallar llevaba un año cantando este tema con Fresedo. La grabación salió en la primera y única toma.»

Luego vino el teatro, donde participa en la obra La Muchachada del Centro, después los carnavales en el Teatro Ópera, todo con gran éxito.

A lo largo de su charla puede advertirse que fue un trabajador en el tango, nunca conservó sus grabaciones ni llevó la cuenta de cuantas fueron. Con Canaro grabó alrededor de doscientos cuarenta temas.

Una anécdota interesante ocurrió cuando grabó el estribillo de “La que murió en París”, de Enrique Maciel y Héctor Blomberg, en la sala de grabación estaba Gardel para también grabarlo con Canaro, pero con la letra entera. Lo curioso es que no existe constancia de que Gardel haya grabado ese tango.

Además de Fresedo, Di Sarli, la Orquesta Típica Víctor y Canaro, también lo hizo con la Orquesta Típica Porteña, la Orquesta Típica Columbia (2 temas), con Juan Canaro y, ya como solista, acompañado por la orquesta de Alberto Gambino en 1936. Con guitarras grabó dos temas “Tardecita gris” (de Ciriaco Ortiz y Juan Sarcione) y el vals “Rosamel [a]” (de Carlos Di Sarli y Héctor Marcó).

Intervino brevemente en varias películas, hizo radioteatro, algunas giras más y en su final vuelve a Francisco Canaro, de quien se desvincula en 1940, junto con el cantor Francisco Amor. Ambos formaron la suya, que estaba dirigida por Federico Scorticati, pero no llegaron al disco.

Ernesto Famá fue autor y compositor de algunos temas, junto con Luis César Amadori, Antonio Botta, Enrique Dizeo y otros amigos.