Enrique Saborido

Nombre real: Saborido, Enrique
Violinista, pianista y compositor
(27 agosto 1878 - 19 septiembre 1941)
Lugar de nacimiento:
Montevideo Uruguay
Por
Juan Silbido

unque nacido en la ciudad de Montevideo (capital de la República Oriental del Uruguay), residió casi toda su vida en nuestro país, cuya ciudadanía adoptó, manifestando que se consideraba tan porteño como el que más.

Hemos advertido que con respecto a la fecha exacta de su nacimiento difieren numerosos autores; ello ha determinado similares confusiones cuales los casos de Rosendo Mendizábal y Ángel Villoldo entre otros. No nos ha sido posible establecer ni el día ni el mes del mismo, pero tras del examen de la copia de la partida de defunción, acaecida en 1941 a la edad de 64 años, deducimos que nació en 1876 o 1877 (Nota de la dirección: La fecha comprobada nos la facilitó nuestro colaborador Orlando Del Greco).

Muy niño aún, pues sólo contaba cuatro años, pasó a Buenos Aires con sus padres. Añaden Héctor Bates y Luis Bates: «Cursó aquí la escuela primaria y el primer año del bachillerato. Abandonó sus estudios para trabajar, ingresando en una librería donde prestó servicios durante tres años, hasta 1892, y luego en la Secretaría del teatro San Martín por espacio de quince años».

Sus padres, Estanislao Saborido y Rosario Morcillo, eran españoles. Advirtieron en el pequeño Enrique su predisposición musical que procuraron alentar. Así, bajo la dirección del maestro Gutiérrez, inició estudios de violín que complementó con frecuentes ejecuciones al piano. Según, nuestro amigo Ricardo Llanes, puede tratarse de Juan Gutiérrez, en cierta época director del Instituto Musical de La Prensa.

Adquirió cierta habilidad y le menudearon invitaciones para integrar conjuntos reducidos que se dedicaban al repertorio popular; el violín fue desplazado por el piano y además comenzó a componer algunos trocitos musicales.

Muy celebradas eran sus improvisaciones y ello le valió actuar en residencias particulares, como las de Arredondo, Gowland, Hilcret y Molina.

En declaraciones formuladas al semanario Caras y Caretas (Nº 1561, 1/9/1928, página 126) confesó cómo fue creado el tango “La morocha”, que calificaba como su llave de oro. Con el mismo nos brindó un presente navideño cuya difusión se extendió al universo tras ser compuesto el 25 de diciembre de 1905, pero cedamos paso al autor:

«En esa época concurría al Bar Ronchetti (Reconquista y Lavalle), también frecuentado por una cantante y bailarina de gran belleza, Lola Candales, de nacionalidad uruguaya. Cierta noche departía un chispeante grupo compuesto por los jóvenes Victoria, un señor Argerich, y el diputado Félix Rivas; en la misma mesa Saborido platicaba entusiasmado con Lola, lo cual no pasó desapercibido para aquéllos. Decidieron acicatear su amor propio simulando ignorar sus aptitudes como compositor. Las insinuaciones entre los mismos iban y venían, hasta que uno, dirigiéndose a Enrique, manifestó que dudaba fuese capaz de escribir un tango que Lola pudiese cantar exitosamente. Así llegaron las cinco de la madrugada y todos fueron retirándose. Saborido ya a punto de acostarse experimentó cierta inquieta sensación al recordar lo sucedido. Se ubicó al piano y a las 6:30 horas concluía la partitura de “La morocha”, pero... ¿y la letra? Siendo las 7 recurrió a su amigo Ángel Villloldo quien a las 10 de la mañana cumplió su cometido. Se presentaron ambos ante Lola Candales que tras oír la música comenzó a ensayar el canto.

«Esa misma noche lo estrenó en el Bar Ronchetti. Destaquemos que quienes aplaudieron más calurosamente fueron los amigos retadores a los que se sumó la concurrencia. Tanto agradó a todos que hubo de repetirse hasta ocho veces».

A comienzos de 1906, el editor Luis Rivarola lanzó la primera edición. Afirman Héctor y Luis J. Bates que la posterior difusión impresa alcanzó los 280.000 ejemplares a $ 0,70 cada uno, agregando: «Sin embargo, a Saborido “La morocha” no le produjo ni un solo centavo. ¡Absurdo, inconcebible, pero exacto!» Un pseudo representante de Saborido percibió indebidamente la totalidad de los derechos. «Al autor le quedó la gloria...»

Sus compases llegaron a todos los patios porteños y fueron por todos entonados sus pegadizos versos. La fragata Sarmiento esparció buen número de ejemplares en los puertos que tocaba, contribuyendo a difundirlo por el mundo.

¿Fue “La morocha” el primer tango conocido en el exterior del país? Confesamos no poder develar la incógnita y sería deseable que alguien pudiese hacerlo aportando, claro está, pruebas que aparezcan aceptables.

La difusión lograda por “El choclo”, cuya aparición fue anterior, inclinaría las probabilidades en su favor; alguna conjetura hemos leído al respecto, pero en verdad nuestra duda y la de muchos persiste.

Notorio es que Saborído fue un descollante bailarín de tangos a cuya enseñanza se dedicó desde una academia ubicada en nuestra ciudad, según Héctor y Luis J. Bates, en pleno barrio norte, Cerrito 1070.

Su popularidad como pianista y compositor se amplió con su nombradía como profesor de baile; la referida entrevista al semanario Caras y Caretas nos entera de sus actividades como tal en París y que extractamos por considerar de interés:

«La marquesa de Reské, viuda del famoso tenor Jean Reské, deseaba difundir el tango argentino entre los franceses. Corría 1911 y acepté tan formal invitación; ya en París, me dediqué al principio a la enseñanza musical del tango, a fin de que se ejecutara debidamente. Como disponía de tiempo y advertí real interés entre las personas de la sociedad, les dicté lecciones de baile.

«Cierta noche que en el palacio de la marquesa se celebraba una recepción organicé, con el beneplácito de la concurrencia, un pericón cuyas figuras atrajeron a todos y fueron muy aplaudidas.

«En otra ocasión se me designó árbitro para demostrar que la furlana no era más decente que el tango; la discrepancia llegó a reflejarse en las crónicas periodísticas y el diario católico Le Gaulois concluyó calificando al tango como danza bella y graciosa. Luego impuso mi regreso a Buenos Aires el estallido de la guerra».

Se inicia en su vida desde aquel momento un orden de actividades diferente, el pianista, el compositor y el profesor de baile son ya del pasado, se convierte Saborido en un integrante más de la administración pública.

Evocaría en melancólica sucesión su época de violinista junto al Negro Lorenzo y su guitarra y Benito Masset con su flauta; trío que supo actuar en el palermitano Tarana. “La morocha” esparcida a los cuatro vientos y allende los mares; luego “Felicia”, al que consideraba el más tango de sus tangos.

Y tras los pasos de aquellos embajadores, Ángel Villoldo y los Gobbi que allá en Europa dieran a conocer nuestra música popular; viajó este rioplatense con triple diploma: pianista, compositor y bailarín.

Ese desempeño cumplido en tareas oficinescas no significaba haber agotado su inspiración, ésta se hallaba latente y en cualquier momento volvería a manifestarse. Así lo comprueba su reaparición en 1932 junto a Ernesto Ponzio, Juan Carlos Bazán y José Luis Padula entre otros en el teatro Nacional.

Posteriormente demostró su afán tendiente a hacer resurgir al tango, presentándose al frente de veteranas figuras musicales por la emisora LS6 Radio del Pueblo.

En noviembre de 1939 un agudo periodista nos lo describe así:

«Saborido cuenta 62 años gallardos y ágiles. Propenso a la obesidad, dueño de complexión recia y musculosa, estatura regular. Calvicie y canicie han entrado en su cabellera, cuando el ceño se acentúa parece más adusto, estalla en sus ojos una chispa de alegría y la línea jocunda de su labio sensual nos enfrentan a un hombre franco y de buen humor. Su estampa insinúa al ser que su cruzar por el placer sin dársele demasiado.

«Sus ejecuciones al piano poseían ritmo y cadencia, el sabor típicamente rezongón y sinuoso del tango. Surgen de las cuerdas vibradas al teclado por mano experta, tangos cuyo legítimo carácter no puede ser superado, porque el ambiente que lo inspiró... ¡ya no existe!»

Residía en Villa Devoto, San Nicolás 4541, ya fallecida su esposa Urbana Nicasia Ruiz; constituía su hija Rosario todo su afecto familiar y a la misma dedicó su tango último, titulado “Rosario”.

Su última composición editada se trata del vals “Dora”.

Saborido prosiguió desempeñando tareas administrativas en la intendencia del Ministerio de Guerra, sita en Piedras 147, allí mismo, a las 8:35 horas del 19 de setiembre de 1941, falleció víctima de un síncope cardíaco. Desde las columnas de Crítica, Carlos de la Púa reflejó en su decir porteño el homenaje que se leerá seguidamente:

«... murió el famoso compositor de tangos de la guardia vieja Enrique Saborido, autor de infinidad de obras de gran éxito, cuyos compases ya lejanos brillaron con fulgores propios en la época de oro de nuestra música popular. Por eso podemos asegurar que mientras quede en los patios del arrabal de Buenos Aires una maceta humilde de malvones o claveles cuidados con cariño por cualquiera de esas muchachas de nuestro suburbio, vivirá también generoso y renovado el recuerdo sencillo y cordial de aquella Morocha argentina que hace muchos años Enrique Saborido llevó del brazo de su talento a pasearla orgulloso por el mundo».

Acaso el éxito logrado en todo el mundo por “La morocha” y el no menos inolvidable “Felicia”, impidiera que su restante obra conquistara mayor popularidad. Diríase que se hallan destinados al olvido títulos como: “El Pochocho”, “Berlina de novios”, “Don Paco”, “El señor Leiva”, “Mosca brava”, “Coraceros del 9º”, “Pegué la vuelta”, “Ingratitud”, “La hija de la morocha”, “Caras y caretas (El canillita)”, “Papas fritas a ¡Federación!”, “Ortensia”, “Q'acés de noche”, “Boteshare”, “Prendé la vela”, “Martín”, “Reclutamiento”, “El cantor del callejón” (letra inclusive), “Al otro lado del arroyo”, “Queja gaucha”, “Náufragos”, “Angustia", “Metele Catriel que es polka” (polca), “Baquiano pa' elegir”, “Caña quemada”, “Fierro viejo”, “Que sea feliz”, “Rezongos postreros”, “Caridad” (vals), “Reliquia santa” (vals), y “Mi soberana” (zamba).

Publicado en el libro: Evocación del tango, de Juan Silbido, Buenos Aires, 1964.