ra uno con la política, la cultura y el tango. Tenía como el asombro en la mirada y paraba con amigos en el Parakultural y en El Beso.

Había nacido en Villa Domínico en 1953. Era hijo de italiano republicano y argentina de Flores, pero descendiente directo del compromiso. Solía ser un pibe discreto, silencioso, cuando un día el país convulsionado lo sacudió de golpe.

Elvio Vitali llevaba en la sangre la fuerza descomunal que esconde la voluntad transformadora. Y en la juventud despertó a la política y fue combativo hasta que tuvo que exiliarse.

De regreso, fundó la librería Ghandi; en los 90 aprendió a bailar el tango milonguero y con el nuevo siglo avanzado dirigió la Biblioteca Nacional y luego fue legislador de la ciudad.

Entre milongas, libros y política, casi no dormía para seguir soñando. Creó el Festival Internacional de Tango –que hasta hoy se realiza cada año–, descubrió al cantor Luis Cardei y generó la reglamentación de las milongas porteñas, entre otras cosas.

Fue, en todo sentido, un tranformador, un gestor cultural, como le gustaba llamarse; pero también el hombre que supo oponer a las diferencias la igualdad simple y poderosa que confieren los abrazos que bailan.