Por
Néstor Pinsón

ue un hombre de mediana estatura, o un poco menos, de frente amplia por culpa del cabello que había comenzado a retroceder, de rostro serio y una extrema amabilidad. Nadie que no lo conociera podía sospechar cuando entraba casi todas las tardes al Café El Águila (algo así como el anexo de SADAIC, que estaba al lado, frecuentado por todo tipo de gustadores del tango) con medio cigarrillo que salía de su boquilla («¡Cuánto cuesta dejar de fumar!», solía repetir) fue un bandoneón de primera, que como director se lució en escenarios exigentes.

Nacido en la actual ciudad de San Isidro —en la zona norte del conurbano—, cercana al límite con la ciudad de Buenos Aires, y teniendo a su orilla el Río de la Plata. Zona de quintas, entonces, y de elegantes construcciones más adelante. Inició los estudios primarios junto con los musicales en un instituto de la zona. Fue allí que lo subyugó el sonido del fueye. De sus maestros, recibió consejos, uno de ellos fue Pedro Maffia.

Apenas adolescente integró un cuarteto que se presentaba en los intervalos de las películas que se pasaban en cines de su zona y un poco más allá, hasta San Fernando. Poco después ya bajaba hasta nuestra capital como parte de un sexteto que tocó en la Confitería Pedigrée, de ambiente más familiar que otros locales de la zona, en el barrio de Palermo —en las calles Santa Fe y Serrano—, frente a la Plaza Italia con su estatua ecuestre de Garibaldi. Ante un público conocedor se puede decir que aprobó el examen.

A fines de noviembre de 1928 llega a España la orquesta de Cátulo Castillo, varios meses después, su padre José González Castillo, que permaneció en Buenos Aires, se le apersona en el Café Germinal para ofrecerle viajar, ya que se retiraban de la orquesta para regresar a Buenos Aires, Miguel Caló y el bandoneonista mendocino Pablo Enrique Flores. Aceptó Cima y allí marchó. Fue un tiempo de experiencia aunque no prolongado, aquel conjunto reunido a los apurones y con poco ensayo no supo y no pudo trascender, aunque hubo quienes relataron lo contrario.

En nuestra ciudad ya había tenido la ocasión, fue en 1927, de actuar en la orquesta formada por Pedro Maffia para los carnavales del Centro Esloveno. Poco después se integró a la formación de Juan Canaro en el Tabarís, junto a José Tinelli, Ateo Dapiaggi, Adolfo Muzzi y Hugo Ricardo Baralis (contrabajo). Luego, siempre por breves temporadas, con Adolfo Avilés, Juan Polito, Anselmo Aieta, Luis Moresco, Roberto Dimas Lurbes, Ernesto Ponzio, Antonio Bonavena, Ricardo Brignolo.

De regreso de Europa se presentó en el cuarteto a cargo de Miguel Caló, en el que también estaban Luis Adesso y Raúl Kaplún para unas actuaciones en el Teatro Astral. De inmediato cita a Joaquín Mora a su lado como segundo fueye, Luis Minelli (piano) y Luis Cuervo (violín) un cuarteto para cumplir actuaciones en un café del barrio de Parque Patricios, esto ocurrió en el año 1930. Llamó a otros muchachos, entre ellos cabe destacar el excelente pianista luego tan respetado cuando siguió su carrera dedicado enteramente al jazz, Héctor Lagna Fietta y tuvo el primer conjunto a su cargo. Estuvieron presentes en cafés de renombre del centro de la ciudad, como lo fueron El Guaraní en la ochava noroeste de Corrientes y Esmeralda, y en el Cabaret Franz y Fritz, de Paraná 348. Y la rutina habitual cuando se sumaron las radios, Stentor, La voz del Aire, Porteña, Argentina, Del Pueblo y otras.

No era de anclarse en un trabajo, saltaba de uno a otro. Emprendió un par de giras, una en 1936 a la ciudad de Lima y al año siguiente otra más amplia, pues recorrió países de toda América y llegó a Europa sin pasar tantos sobresaltos como en el viaje primitivo con Cátulo Castillo, los hermanos Malerba, Roberto Maida y otros.

Por su formación pasaron brevemente un muy joven José Basso, Horacio Salgán y Juan Sánchez Gorio.

El 21 de julio de 1944 el cantor Héctor Mauré graba con la orquesta de Juan D'Arienzo el tango “Amarras”, uno de sus grandes éxitos, y última participación en la orquesta. Pasa a ser solista y encarga la formación y dirección de su orquesta a Alberto Cima. Debutan en LR3 Radio Belgrano el 1 enero de 1945. Esta relación duró solamente hasta el mes de septiembre del mismo año. Lo último que se pudo saber de su trayectoria, fue una serie de actuaciones con el que anteriormente pasara por la orquesta de Roberto Firpo, el cantor Carlos Varela.

José Barcia lo señala en su nota como una figura señera del tango. Oscar Zucchi (en una comunicación personal) señaló respetuosamente, que fue un buen bandoneón de fila. Se le consignan la creación de unos doscientos temas. Destacamos los siguientes: “Cuidado con los piropos” realizado en España y con buena repercusión, “Calle Corrientes”, “No volverá”, “Página de amor”, “Camino gris”, “Cortada maleva”, “Mi mamá me lo dijo”, “Muchachito”, “No pienses más”, “Adiós juventud”, “Desde lejos”, “Ridi pagliaccio”, “Pebeta loca”, “Muchachita linda”, “Punto bravo”, “Viejo barrio de Colón” y finalmente la cita de “Entre rejas invisibles”, que lo llevó al disco Francisco Canaro en 1941 con la voz de Ernesto Famá.

Entre sus datos, ignoramos la fecha de su fallecimiento. Un hecho curioso fue lo último que se supo de él. Salía Alberto Cima —una tarde— del ya nombrado Café El Aguila, cuando al llegar a la vereda cayó al suelo. ¿Un desmayo o un infarto?, o lo que uno pueda pensar. Varios salieron a la calle. El tan respetado conocedor e investigador Héctor Ernié (ya fallecido) se lo relató a Zucchi, que lo había conocido pues conversaron varias veces para su inmenso trabajo sobre los bandoneonistas. Sintéticamente: llamaron a una ambulancia, lo cargaron en ella y partió. Nunca más se supo de Alberto Cima. Los familiares realizaron todas las averiguaciones debidas. Por razones legales, consiguieron la acción judicial que se le pusiera fecha cierta a su muerte, de la cual no tenían dudas. Todas las especulaciones corren por cuenta de los lectores. Incluso la oportunidad que alguien pudiera aportar un dato. Su domicilio, estaba en la calle San Isidro cerca de la Avenida General Paz y por lo tanto en el límite con la Capital Federal. El mismo nombre de la ciudad cercana donde nació.

Sobre una nota de José Barcia con agregados de Oscar Zucchi.