Por
Daniel Pedercini

n reloj, para que funcione, debe tener sus piezas colocadas en el lugar que corresponde y bien aceitadas. Así es el tango, una gran máquina que integran: autores, compositores, directores, cantores y músicos. A través de la historia, hemos comprobado que este gran reloj funcionó y funciona porque hubo y hay grandes piezas que estuvieron y están ubicadas en el lugar exacto, muy bien sincronizadas. Una de ellas y fundamental fue el gran violinista Alberto del Bagno.

Hijo de Antonio del Bagno y Luisa Caporilli, nació en la localidad de Santos Lugares (Provinicia de Buenos Aires), pero antes que cumpla el primer año de vida, la familia se trasladó a una casa en el barrio porteño de Villa del Parque. Allí, funcionaba una sucursal del Conservatorio Musical Williams donde su padre era el director y donde Alberto, a los 9 años, comenzó a estudiar violín.

Don Antonio era también violinista y, dentro del tango, tocó entre otros con Juan Maglio (Pacho) y la Paquita Bernardo, en el Café La Paloma, además de animar fiestas particulares con su violín y un pianista, llevando al pequeño Alberto, con 11 años, a participar de esas reuniones.

Quiero detenerme aquí para contarles el parentesco entre Alberto del Bagno y la del eximio contrabajista, Rafael del Bagno. Alberto y Rafael eran primos, los padres de ambos eran hermanos pero no tenían casi trato familiar. Rafael conoció a Alberto cuando éste participaba en la agrupación de José Pascual. Luego, a lo largo del tiempo, ambos se cruzarán trabajando en innumerables orquestas, entre ellas, las de Aníbal Troilo, Francini-Pontier y Joaquín Do Reyes.

Los comienzos profesionales de Alberto fueron en la orquesta de Lucio Demare, en tiempos en los que el cantante era Juan Carlos Miranda. En 1940, integró la agrupación de José Pascual llamada Los Príncipes del Tango. Ese año fue requerido también, por varias orquestas de jazz.

Primero fue la Pasadena Jazz, al año siguiente —en 1941—, Los Trovadores de América y la Brighton Jazz de Elvino Vardaro. Es en esos tiempos, que se acercó al jazz su amigo y, hasta ese momento un desconocido, Enrique El Mono Villegas.

Volviendo a la Brighton Jazz de Elvino Vardaro, éste disolvió la agrupación y formó una orquesta de tango a la que incorporó a Alberto. Ya, en 1942, lo encontraremos tocando en el conjunto de Joaquín Do Reyes.

Un año más tarde pasó a la agrupación de Ángel D'Agostino hasta 1945, pasando luego, a la de Mario Maurano. En 1946 fue convocado para integrar la orquesta Francini–Pontier, hasta la separación del binomio en 1955. Continuó con Armando Pontier en la nueva formación del bandoneonista, durante los siguientes veinticinco años.

Además, fue integrante del primer conjunto de cuerdas de Astor Piazzolla, en 1956. Mientras era integrante de la orquesta de Armando Pontier, tuvo participación también en otras agrupaciones como violín solista, así podemos nombrar las de: Leopoldo Federico, Eduardo Del Piano, Alberto Di Paulo, Jorge Dragone, el septimino de Horacio Salgán, Alberto Caracciolo y el Sexteto Mayor.

Actuó, junto a Pedro Laurenz, en la recordada Carpa del Pueblo, organizada por Hugo Del Carril. Integró la orquesta estable de Radio Splendid acompañando a grandes cantantes: Alfonso Ortiz Tirado, Pedro Vargas y Tito Rodríguez.

Como violín de fila, estuvo en las orquestas de: Osvaldo Fresedo, José Basso, Florindo Sassone, Miguel Caló, Alfredo De Angelis, Enrique Rodríguez, Carlos Figari, Raúl Garello, Baffa-Berlingieri, José Colángelo y el conjunto de cuerdas de Antonio Agri.

Con Aníbal Troilo integró la agrupación para grabaciones en la RCA-Victor y en la inolvidable presentación de El Gordo en el Teatro Colón, en 1972.

Formó parte de la orquesta estable de Canal 9, entre 1965 y 1985, participando además, del programa televisivo Grandes Valores del Tango.

Llegó a grabar con conjuntos de la nueva ola como Pintura Fresca, también con cantantes populares como Piero y Sandro y hasta acompañó al tenor Plácido Domingo.

En 1980, participó como miembro fundador de la Orquesta del Tango de la Ciudad de Buenos Aires que dirigían Carlos García y Raúl Garello.

Alberto del Bagno tuvo otra pasión, la música clásica. Durante su juventud dio varios conciertos, integró la Orquesta Argentina de Música de Cámara, el Cuarteto del Conservatorio Municipal, y la Orquesta Estable del Teatro Colón.

También tocó en ciclos de zarzuelas en el Teatro Avenida. Cabe destacar que, en 1950, transcribió las partituras de Bach, escritas para clave y violín, pasándolas a bandoneón y violín, que grabó con su entrañable amigo el bandoneonista Fernando Tell.

El 13 de enero de 1985, padeció un accidente cerebro vascular cuya secuela dejó inmovilizada la mitad de su cuerpo durante casi ocho años.

Alberto del Bagno, fue un hombre que dedicó su vida a lo que más amaba, la música. Pero lo más importante, es que fue un hombre de principios, de los que ya no se encuentran fácilmente. Aquellos que lo conocieron podrán dar fe de esto. Este es mi humilde recuerdo para un insoslayable del tango.