Por
Hernán Volpe

aturalizado ciudadano argentino, dato que consta en la solicitud de ingreso como socio a SADAIC, estimamos que nació en Italia, pero desconocemos realmente el preciso lugar y en qué año llegó a Buenos Aires.

Sería imposible no relacionarlo con Osvaldo Pugliese y su orquesta. Porque fue un colaborador de la primera hora, de aquellos incipientes prolegómenos, de esa aventura de muchachos bohemios y soñadores que era el tango por los finales de la década de 1930. Pero también, de artistas natos, íntegros y fundadores de estilos y formas para toda la vida del género. A don Enrique Camerano —El Gitano—, primer violinista de la orquesta de Pugliese, entre el 11 de agosto de 1939 y mediados de 1958, lo situamos entre ellos.

Pugliese desde el piano, Osvaldo Ruggiero desde el bandoneón, Aniceto Rossi desde el contrabajo y Camerano desde el violín; fundaron el estilo yumba o estilo Pugliese. Se trata de una forma determinada de marcación rítmica y, cada uno de ellos, aportó lo suyo desde su instrumento y desde su propia inventiva, dándole definitiva identidad al estilo de la orquesta. Es mucho más que un simple capricho de marcar el primer y el tercer tiempo fuerte del compás, el segundo débil y apenas la insinuación del cuarto tiempo. ¡Mucho más! Staccatos y rubatos maravillosos, inventados en el momento mismo de la ejecución, imposibles de escribir, contrapuntos entre las cuerdas y los bandoneones o entre el piano conductor y los violines o fueyes y siempre, esa esencia pura del tango elaborado, pensado, orquestado en equipo con multiplicidad de ideas, en pos de un único objetivo: la estética musical.

Parte fundamental de todo aquello fue Camerano, a lo largo de 19 años, participando como solista en todas las grabaciones, siendo los primeros registros “El rodeo” y “Farol”, el 15 de julio de 1943; y sus dos últimas intervenciones en discos Odeón, con “Las tres banderas” y “Acquaforte”, el 23 de julio de 1958. Luego, decidió retirarse de la actividad, a los 50 años, joven aún, por causas personales. Se radicó en la costa bonaerense, en Villa Gesell, y se dedicó al comercio de ropa de lana. Tenía mucho para dar seguramente pero, también, esa actitud dio paso a camadas nuevas y así descubrimos, por ejemplo, a Oscar Herrero, quien fue promovido a primer violinista en su lugar.

Intervino en más de doscientas grabaciones, donde podemos dimensionar los valores de este violinista particularmente inspirado; tal vez no tan virtuoso técnicamente como Elvino Vardaro, Enrique Francini o Simón Bajour, pero de condiciones artísticas innatas, de notable personalidad, de un refinamiento sonoro tan agradable al oído. Traía consigo mismo una forma de tocar tan propia, de raigambre decareana sí, pero nada imitativa; él fundó su propia escuela. En algún libro de tango, he leído alguna vez que Simón Bajour dijo que Camerano tocaba con reminiscencias gitanas. Tal vez ahí, la clave de su sonido tan especial. Entiendo que Bajour, quería significar, la forma de arrastrar las notas, pasando el mismo dedo sobre la cuerda al cambiar de nota, lo que da un sonido muy especial, una especie de portamento hablando técnicamente. Ese recurso pasó a formar parte del propio estilo de la orquesta que, en los años 1970, intentó cambiar un poco Mauricio Marcelli, de formación clásica académica. También he leído por ahí, que alguien dijo que Camerano nació para tocar en la orquesta de Pugliese; creo que es así, como otros violinistas se han identificado con otros estilos, haciéndonos pensar que, efectivamente, nacieron para tocar con determinado director: Roberto Guisado con Carlos Di Sarli, David Díaz con Aníbal Troilo, Antonio Agri con Astor Piazzolla, Víctor Felice con Horacio Salgán, Enrique Francini con Miguel Caló, etc.

El violinista Ramiro Gallo, destacado músico de las nuevas generaciones del tango —ferviente admirador de Camerano—, nos regala estos conceptos enriquecedores: «Si hay algo por lo que buscaremos y justificaremos su memoria, será por su legado sonoro, sus grabaciones, su sonido, su estilo, y la marca imborrable que dejó en los músicos y en el público al que expresó con su violín de manera magistral y única. Entonces, pongamos atención a ese sonido y tratemos de entender su materia, de qué está hecho. Qué elementos técnicos sirvieron de vehículo para esas emociones tan profundas y tan particularmente expresadas.

«En primer lugar, diremos que dejó de lado por completo el virtuosismo entendido como pirotecnia. Su personalidad se inclina más hacia lo profundo, se aleja de lo efímero. El vehículo para esto, es su tono denso, lleno. Diríamos los músicos, un sonido gordo. Diríamos los violinistas que toca con bastante presión pero nunca ahogando el instrumento. Es grande pero nunca estridente, siempre cálido. En los agudos no encuentra dificultad para entregar el mismo timbre profundo. Desde el punto de vista del sonido es el ideal de todo violinista: suena con las mejores cualidades en todo el registro. A estas características le suma un vibrato justo. Esto es, nunca suena demasiado rápido y nervioso, y tampoco es lento. Podemos afirmar que es el exacto y más correcto para su tipo de sonido. Un sonido más estridente admitiría y quizás exigiría un vibrato más nervioso. Sin temor a exagerar, podemos hablar ya de perfección al enumerar estas dos cualidades combinadas. Tono y vibrato son las dos vías a través de las cuales se puede plasmar una personalidad.

«Sin embargo aún falta el detalle más peculiar: su forma de destacar las notas una por una. Esto se logra a través de una presión del arco sobre las cuerdas suavemente entrecortada, no uniforme. La separación nota por nota, no ocurre de forma brusca, sino con una permanente resonancia. Los dedos de la mano derecha presionan y levantan remarcando cada sonido. Es casi como hablar separando en sílabas, pero de una manera natural, no mecánica, donde cada nota tiene su momento de existencia, su propio énfasis.

«Alguna vez le pregunté a Emilio Balcarce si este toque único tenía su antecedente en algún violinista anterior, alguien que hubiese al menos esbozado la forma. Emilio me respondió categórico que no, que era el fruto de una personalidad avasallante, que necesitaba expresar cada nota con un fuego propio.

«Finalmente, diremos que en sus solos tiene una manera de exponer los contenidos siempre lógica y con un gran sentido de la forma. No entrega toda la energía desde el comienzo sino que la regula para descargarla en el momento preciso, donde la frase ha llegado al clímax. Se escucha un análisis previo y una ejecución pensada, meditada y lograda.

«Una palabra aparte merece como líder de fila, al considerar que la cuerda de la orquesta sonó siempre con su sello personal. Esto es, su manera de sentir fue transmitida a todos los músicos cuerdistas, quienes expresaron con el mismo sentido del sonido, del timbre, y de la forma, convirtiéndose esta en sello distintivo del estilo todo de Pugliese, y sobreviviendo incluso luego del alejamiento de Camerano de su actividad en la orquesta.

«Mi amigo Dario Viri, violinista y violista italiano, y apasionado músico de tango, me comentaba hace poco, que les ha enseñado las grabaciones de Camerano a sus colegas de la música clásica en Italia. Esta gente con escasa o ninguna información acerca del género, se ha mostrado siempre profundamente conmovida y sorprendida por este violinista al que no conocen, y al que unánimemente admiran sin más. Es que la música de Camerano trasciende los límites del tango mismo. Es un violinista completo, y un artista con mayúsculas que ha traducido a sonidos, de manera clara y definitiva, las más profundas emociones humanas.»

Raúl Garello me cuenta: «No tuve amistad con Camerano, pero lo vi actuando con Pugliese en mi ciudad natal Chacabuco, cuando yo tenía 14 o 15 años. Cierro los ojos y me parece que los veo, me acuerdo exactamente donde se ubicaba cada uno de los músicos. Era un violinista creador y llevaba la cuerda a límites sublimes. En aquella época estábamos todos locos con el estilo Pugliese, ¡esos rubatos!».

Néstor Marconi dice: «Me tocó trabajar mucho con Enrique Francini, un violinista opuesto a Camerano, desde la concepción académica del instrumento, pero gracias a la admiración que le tenía, lo pude descubrir y valorar. La esencia más pura del tango y la esencia más pura del estilo Pugliese.»

Escuchando las grabaciones, en la mayoría hay un solo destacado o bien una cadencia, si son tangos cantados. Según el tratamiento orquestal y la estructura del arreglo, sobre todo en las versiones instrumentales, su participación se agiganta y nos encontramos con “Chiqué” (dos tomas grabadas el mismo día) y un solo de antología. Pugliese mantuvo vigente en su repertorio ese tango, con el mismo arreglo hasta el final de la orquesta. Otros tangos en donde podemos escuchar en primer plano el violín de Camerano son: “Orgullo criollo”, “Mi lamento”, “De floreo”, “Nochero soy”, “Fuimos”, “Si sos brujo”, “La yumba”, en sus dos grabaciones de 1946 y 1952, siendo la segunda más enérgica y brillante y “La rayuela”. Vale la pena escuchar con atención por ejemplo el tango “Te aconsejo que me olvides”, cantado por Juan Carlos Cobos, grabado el 13 de mayo de 1954, cuyo arreglo orquestal lo hizo el violinista Julio Carrasco. Aquí el lucimiento de Camerano es de una sutileza magistral, ya que en la segunda parte del canto hace un puente de pocas notas y acompaña solo la entrada del cantor dos compases. Ahí, hacía la diferencia, esa que divide a un músico o buen músico de un artista. Por suerte quedó grabado y al alcance de todos.

Cuando Camerano deja la orquesta, Pugliese se ve en la necesidad de cubrir la plaza vacante de solista y promueve a Oscar Herrero –un gran violinista, pero con otras condiciones muy distintas-, entonces se agrega a la orquesta el violoncello, que refuerza los graves en las cuerdas. Esto se advierte ya en la grabación del tango “Unión Cívica”, en noviembre de 1958. Ese agregado dio buen resultado y quedó definitivamente en la orquesta, primero con Adriano Fanelli y luego con Quique Lannoo. (Para la misma época, Aníbal Troilo también incorporó este instrumento, pero Osvaldo Fresedo y Astor Piazzolla, ya lo utilizaban desde tiempo antes).

Víctor Lavallén me contó que él se incorpora a la orquesta de Pugliese en enero de 1959; y no lo conoció a Camerano personalmente: «Se había retirado unos meses antes, ya estaba Herrero como solista; pero se trataba de mantener la forma y Ruggiero le había escrito a Herrero varios solos y yeites que hacía Camerano. Al principio se lo imitaba, pero después Cacho Herrero fue imponiendo su personalidad. De todas formas tanto Ruggiero como Camerano eran Pugliese.»

Como compositor mencionaremos dos tangos: “No quiero perderte”, cuya letra está firmada por Alberto Morán, quien además lo grabó con Pugliese el 17 de marzo de 1954, siendo su última participación en el disco junto a la orquesta, y “Marianela”, con letra de Manuel Barros, pero no fue grabado.

Gracias a todotango.com, intentamos rescatar del olvido y brindarle un reconocimiento a este relevante y gravitante músico. Delinear una revalorización de su obra, subrayando algunos aspectos técnicos. Como muchos otros, de perfil bajísimo, casi desconocido para el gran público; pero un apellido que despierta admiración entre los músicos con sólo mencionarlo. ¡Ah… Enrique Camerano! ¡Palabras mayores!

Colaboración especial del maestro Ramiro Gallo.