Tete Rusconi

Nombre real: Rusconi, Pedro Alberto
Bailarín
(9 enero 1936 - 7 enero 2010)
Lugar de nacimiento:
Buenos Aires Argentina
Por
Silvina Damiani

ailarín porteño, aclamado en las pistas de las milongas. Desarrolló un personal estilo para el vals y su forma de escuchar la música era sencillamente magistral.

Tete Rusconi fue un verdadero porteño. Había nacido en Pompeya, a una cuadra de Centenera y Tabaré, ese barrio que Homero Manzi inmortalizó a través de sus poesías. Comenzó a dejarse deslumbrar por los bailes populares con apenas 14 años y aprendió de las miradas misteriosas de los milongueros todos los secretos del tango salón. Uno de sus referentes fue Tin, legendario bailarín con predicamento en los años 50. Cuando Tete bailaba, sus pies parecían mimar la pista: «El tango tiene mil formas de bailarse, pero primero pisemos el suelo porque ahí está la energía», aconsejaba en sus clases.

Sus desplazamientos fueron únicos, la manera en que se movía tenía elegancia, naturalidad y una magia que conjugaba lo mejor del barrio con el hechizo de una pieza de Francisco Canaro.

El dominio del baile social de Tete deleitó a la misma Pina Bausch, en efecto, la gran coreógrafa alemana lo convocó para dar clases a los integrantes de su compañía. Así Wuppertal pudo conocer los yeites de este verdadero Señor del Vals.

Tete llego a debutar con la compañía de la creadora de Café Müller bailando el tango “Pavadita”, en la obra Nur Du en la Villette de París donde deslumbró con esa caminata natural y esa musicalidad que encarnaba al propio tango.

Tete, como si fuera un niño grande, nunca perdió ni su humildad ni su capacidad de asombro: «Yo siempre me pregunté por qué me había elegido a mí, de todos los bailarines que encontró en Buenos Aires. Uno de sus colaboradores, Dominic, me lo contó. Me dijo que Pina le había dicho que yo tenía una orquesta en la cabeza. ¡Mirá vos! ¡Una orquesta! No es que tenga una orquesta, es que escucho la música. En realidad, es lo único que sé hacer», afirmaba Tete a quien quisiera escuchar su historia.

Sus alumnos llegaban de diferentes países. Todos querían bailar como Tete, adquirir sus conocimientos naturales de musicalidad, su cadencia infinita y su capacidad lúdica para interactuar en las milongas. Él y su compañera desde el año 1996, Silvia Ceriani formaron a muchas camadas de bailarines y juntos recorrieron el mundo.

La noche anterior a su muerte, el 6 de enero de 2010, fue a bailar como de costumbre. Era el turno de El Beso, una milonga clásica de la porteña esquina de Corrientes y Riobamba. Allí dio su última clase, su andar sobre el parquet detuvo el tiempo. Era la despedida sintetizada en un vals que sonará por siempre. Tete Rusconi falleció en Palermo, a la edad de 74 años: «He tomado el vals porque su música me embriaga. Mucha gente piensa que exagero, pero cuando lo bailo, siento que vuelo».

Paul Pellicoro (New York) en su libro sobre el tango incluye a Tete y Silvia como una de las parejas más importantes de los últimos treinta años. Michael Lavocah en su libro Tango Stories: Musical Secrets, dedica el epígrafe central a una frase del inolvidable Tete Rusconi: Cuando bailo siento que vuelo.

Carta abierta de Tete Rusconi
Aprendamos a bailar el Tango
Hoy 9 de enero del 2006 quisiera pasar a pedirles algo con el cariño y respeto que siento por todos ustedes. Esto no es un reproche para nadie, yo lo que quiero es que toda la juventud y todo aquel que baila tango entienda mi motivo: No hay que disfrazar al tango bajo ningún punto de vista, porque esta música tan apasionante nos da vida, energía, placer y así nos sentimos mejor. Después de muchos años de ver bailarines y maestros, pienso que no puede haber tantos errores en la enseñanza ni en las exhibiciones.

Paso a contarles cuál es mi idea. Siempre supe que la música es la base principal del tango. También es aprender a caminar con ella, teniendo equilibrio y cadencia. No podría decirles que no hay una técnica cuando se baila, pero sí que sería mejor que se enseñara a bailar más libremente, para uno mismo… ahí está la diversión. Nadie nos compromete mirándonos, porque bailamos para nosotros.

En esto que digo pienso que muchos están disfrazando al tango de algo que no es verdad, porque el tango es música y no se empieza por los pasos, ni tenemos que cometer el error de no enseñar cómo caminar diferentes compases musicales para reconocer cada orquesta. Mucha gente que está enseñando tendría que aprender primero a bailar tango, para poder enseñar dando todo de sí mismo, para no defraudar a sus alumnos ni dañar su imagen como profesor.

El tango no es un negocio, aunque muchos lo vean así. El tango es parte de nuestra vida, parte de nuestros abuelos, padres, madres, hermanos y amigos. Es nuestra vida. No deberíamos equivocarnos tanto y tendríamos que volver a conquistarlo, ya que lo estamos perdiendo por no respetarlo.

Queridos amigos, bailarinas y bailarines, como esto que hacen es un trabajo más en la vida de uno, por respeto a ustedes mismos, en sus exhibiciones sería bueno que bailaran más tango y menos acrobacia, ballet o cualquier cosa que no sea tango.

No quiero creer que también con las exhibiciones compiten; sabemos que cada pareja debería crear su estilo, y además no se debería bailar música que no es tango. En eso no se mientan a ustedes mismos ni a la gente.

Y para la comunidad tanguera de Europa y del resto del mundo les doy un consejo: me gustaría que abrieran los ojos acerca de cómo aprender a bailar, principalmente a los organizadores de stages y a los profesores, de todo corazón, quiero que sepan que, cuando se organiza algo, se trata de llevar los mejores bailarines y maestros, para poder enseñar como es debido.

Sin la música, la cadencia, la postura, el equilibrio, de nada sirven los pasos y para eso necesitamos maestros y profesores auténticos.