Mario Lagos

Nombre real: Bagnone, Domingo Antonio
Seudónimo/s: Mario Daer
Cantor
(22 abril 1929 - 20 junio 2010)
Lugar de nacimiento:
Chivilcoy (Buenos Aires) Argentina
Por
Daniel Pedercini

as ciudades del interior de la Provincia de Buenos Aires siempre brindaron grandes exponentes del tango en todas sus manifestaciones. Un caso más de esta constante es Mario Lagos, un excelente cantor nacido en Chivilcoy, pujante ciudad de la provincia de Buenos Aires ubicada a 164 km al oeste de la Capital Federal, y que ya había entregado a la canción tanguera, nada menos que a Pascual Contursi y a Argentino Galván.

Con una clara vocación ya en su infancia y adolescencia, comenzó a cantar en su tierra natal y en la cercana ciudad de Alberti, hasta que, a los catorce años, decidió emprender rumbo hacia la capital radicándose en el barrio de Flores, donde intercaló diversas tareas con su actividad tanguera.

Entonces, insólitamente, mientras cumplía el servicio militar en Campo de Mayo, ocurrió el acontecimiento que lo lanzaría a la bohemia y al ejercicio pleno de su vocación. Aquí su relato:

«Estando en la Confitería La Paz donde había un concurso de cantores, me presento vestido de soldado y, alentado por el director de la orquesta, Salvador Villa, —a la sazón sargento primero de bandas del ejército—, gané ese certamen.

«Comencé entonces a cantar con la orquesta de Villa, en el Café El Argentino, la Confitería Richmond de Suipacha, el Café Munich de Boedo, el Café Copacabana, el Bar Benigno y en el Western Bar, donde Héctor Mauré me sugirió adoptar el nombre de Mario Lagos, en lugar de Mario Daer, que yo había elegido para presentarme hasta entonces.

«Ya desvinculado de Villa, comencé a cantar como solista en el Bar El Olmo y en el Hogar de la empleada. Luego me incorporo a la orquesta de Carlos Ventura, agrupación por la que pasaron grandes músicos y donde viví hermosos momentos.

«A fines de 1951 gané una selección que se realizó en Radio El Mundo, con gran cantidad de participantes y luego de varias rondas previas siempre rentadas. Ya, por esos momentos, tenía presentaciones fijas en Radio Libertad, con las guitarras de Vila, Fontana, Moreno y Arteaga y en distintos locales porteños. Con la cantante Elder Barber inauguramos el Bar Montecarlo de la provincia de San Luis y el bar del mismo nombre en Río Cuarto (Córdoba), donde permanecí bastante tiempo dado que me iba muy bien.

«En esta provincia comencé a actuar en diversos locales, el Centroamérica y el Centenario, entre otros. En una de esas noches, me escucha Armando Bo quien me promete y anuncia oficialmente que voy a cantar y también actuar en su siguiente película. Ante mi reticencia Bo me insiste y me cita para los estudios de la productora en Buenos Aires, en Lavalle 1907.

«Al salir del estudio, me encuentro en la calle Corrientes con Emilio González, que me dice que Enrique Francini y Armando Pontier, que me habían escuchado por radio, me estaban buscando. No conocía el domicilio de Pontier pero sí el de Francini, Riobamba 30, y ahí fui. Me acompañó un amigo en común con el maestro, el doctor Domingo Falabella. Lo de Armando Bo se fue diluyendo pero tuve suerte con Francini-Pontier, ya que les gusté y me incorporaron a la orquesta. Debuté en 1953, en el Club Estrella Roja de Ciudadela, cantando el tango “Silbando”.

«Eran tiempos de mucho trabajo: Radio El Mundo, giras por todo el país y las actuaciones en el Picadilly, Montecarlo y Sans Souci.

«Con Francini-Pontier canté un año y grabé dos temas: en setiembre de 1953, el tango “Una canción” y, en enero de 1954, el vals “Caricias perdidas”. De este último tema hay una anécdota. La RCA-Victor estaba en la calle Bartolomé Mitre sin la tecnología actual. Era una sala muy grande. Veo que los técnicos hablan con Pontier. A mí me ponen lejos de la orquesta y comienzan a poner lonas encima de mí como si se tratara de una carpa. Después me enteré que era por una cuestión de sonido. Me hacen grabar con la orquesta allá lejos y yo entre los toldos. Menos mal que la orquestación la conocía de memoria. Para entrar, yo estaba atento a la notita que daba Juan José Paz. Y así se grabó, la orquesta a la distancia, yo en una carpa y todo en una sola toma. Creo que salió bien».

Hasta aquí, el relato de Mario Lagos, quien permaneció un año con aquella orquesta y luego comenzó como solista, con presentaciones en distintos locales porteños y diversas giras por el interior del país.

En 1956 se incorporó a la orquesta de Julián Castillo, hasta 1958, momento en el que comenzó una larga gira por Brasil, actuando en San Pablo, Curitiba y Porto Alegre. En 1961, regresó a Buenos Aires. Tenía tanta angustia por la gran ausencia que, al ver el Obelisco, se puso a llorar y le dijo a su mujer: «¡No canto más!». A partir de ese momento se dedicó a la actividad publicitaria pensando en regresar a su Chivilcoy natal. Y así fue, en 1999 se produjo la vuelta y siguió trabajando en publicidad en el periódico local: La Razón.

Pero aquella promesa de no cantar más no pudo cumplirla del todo, debido a la insistencia de sus amigos para que amenice algunos eventos, en especial las veladas de la Confitería La Perla donde, varias veces compartió escenario con su hermano Tito Bagnone, también cantor.

Para finalizar esta breve semblanza, quiero destacar que la primera parte me fue contada personalmente por el propio Mario Lagos, en abril de 1998; y que sus últimos años, me los relató su nieta Marisol, desde Chivilcoy.