Por
Abel Palermo

oz potente, una muy clara dicción y timbre de barítono, fue uno de los buenos cantores surgidos en los años cincuenta. Tuvo su momento de esplendor en la orquesta de Héctor Varela, logrando en ese período de su carrera artística, su mayor reconocimiento.

Nació en la ciudad de Buenos Aires, en el Hospital Salaberry del barrio de Mataderos. Su infancia y juventud transcurrieron entre Ciudadela Norte y Loma del Millón en Ramos Mejía, Provincia de Buenos Aires, a pocos minutos de la capital.

En esa zona vivieron muchos artistas, entre ellos, los cantantes Carlos Almagro, Andrés Peyró, Aníbal Marconi, Alfredo de la Colina, los Hermanos Bonet, Zulema Robles y Carlos Gari, que hicieron sus primeros trinos en los clubes de barrio: Claridad, Nolting, La Unión, Mitre, Resurgimiento, Mutual 12 de Octubre, Bomberito, Sol de América y algunos otros que ahora no recuerdo. Armando Laborde y Argentino Ledesma también transitaron las calles de esas barriadas.

Eran tiempos de ilusiones, cuando la muchachada soñaba con ser estrellas y participaban en los concursos de cantores, organizados por esas instituciones locales. De uno de esos certámenes surgió El Puchi Padilla, quien luego se convertiría en Jorge Rolando. Muchos de estos jóvenes estudiaron en la Escuela de Canto Di Giorgio de Ciudadela.

Rolando se inició profesionalmente con el cuarteto de Aminto Vidal quien, con su teclado, amenizaba las noches en locales de Isidro Casanova.

En su largo recorrido artístico pasó por muchas orquestas, en este aspecto vienen a mi cabeza las del violinista Mario Azzerboni, la del pianista Josecito Pace —quien más tarde se radicara en Perú—, la de Mario Canaro, la de Oscar Castagniaro y la de Luciano Leocata.

Pero en esta secuencia, me falta nombrar la que resultó trascendental en su vida artística: la de Héctor Varela (1960). Con esa consagrada agrupación, debutó en el disco con el tango “Y el último beso” que tiene en el acople, “Qué te pasa vida mía”, de Varela y Sara Rainer, con la voz de Armando Laborde. A dúo con este gran intérprete hace cuatro temas, uno de ellos, el vals “Una lagrimita”, se constituyó en un importante éxito de ventas y la instalación definitiva del cantor en el público.

Asimismo, con Varela participó en el popular ciclo radial, Glostora Tango Club, junto a sus colegas Laborde, Ernesto Herrera y Claudio Bergé con quienes hizo muchos dúos. En cuanto a esta modalidad, Rolando era muy requerido, por su notable capacidad para realizar la segunda voz.

En 1965 se desvinculó de la orquesta y partió a Perú con Luciano Leocata. A su regreso, se integró a la formación de José Pace con quien se fue de gira a Centroamérica.

De vuelta en Buenos Aires, se incorporó nuevamente a la orquesta de Héctor Varela que tenía como vocalista en ese momento a Carlos Nogués y, luego, a Luis Correa. Con el primero realizó dos destacados registros a dúo: la milonga “El desafío”, de René Ruiz con versos de Charrúa -seudónimo de Gualberto Márquez- y el vals “Ay Aurora”. Permaneció hasta fines de 1973, después de grabar “Quién me robó tu corazón”, del propio Varela con Tití Rossi y letra de la autora y cancionista, Irma Lacroix, nombre artístico de Irma Magdalena Abrain.

Terminada esta etapa, se unió al bandoneonista Ernesto Rossi (Tití) para grabar un disco acompañando a Irma Lacroix y luego, emprendió una extensa gira por América, pasando por Perú, Colombia, Venezuela y Méjico.

En 1980, con el acompañamiento de la orquesta de Osvaldo Tarantino, grabó un disco en el que también participaron, Jorge Hidalgo, Luis Correa y Juan Carlos Jordán.

Con Luis Correa y otros cantores consagrados: Ángel Cárdenas, Alberto Podestá, Jorge Valdez, Roberto Florio y Raúl Garcés viajaron a Colombia contratados por La Casa Gardeliana de Medellín.

Ya en el final de su trayectoria, cantó en diversos locales, entre ellos recuerdo el mítico Vos Tango de Villa Lugano y el restaurante Gustavito, cuyo dueño era el querido Julio Mandunga, allí participaban los artistas de Grandes valores del tango, de Canal 9 de televisión; la conducción del espectáculo estaba a cargo de nuestro gran amigo y también cantor, Carlos del Mar, hoy residente en España donde sigue difundiendo el tango.

En sus últimos años se radicó en San Miguel, Provincia de Buenos Aires, donde falleció muy joven, con apenas 56 años.

Escribiendo estas breves líneas sobre su vida, vienen a mi memoria sus bellas versiones de dos tangos con la orquesta de Héctor Varela: “Que sigan charlando” y “Demasiado tarde”. Debo confesar que cuando los escucho, me embriaga una profunda emoción.