Alina De Silva

Nombre real: Lestonnat Cavenecia, Alina
Cancionista y actriz
(16 marzo 1898 - 13 abril 1972)
Lugar de nacimiento:
La Punta (Callao) Perú
Por
Ubaldo Tuqui Rodríguez

a descubrí gracias a un amigo que me envió para que escuchara “Ilusión”, un tango con letra y música de Manuel Pizarro y en él, no sólo logré reconocer a una excelente cancionista con muy buena voz, sino a una mujer que transmite sus sentimientos en el estado más puro.

En Alina no hay ningún misterio. Ella se presenta como es, en esencia tango y hace que el oyente preste atención a esa confesión, escuchando sabiamente sus palabras, para que su voz en la grabación desplace a un segundo plano a la orquesta que la acompaña de forma ejemplar.

Nació en La Punta (Callao, Perú) y murió en Lima. Su padre, de origen francés, Carlos Oscar Lestonnat, era miembro de la marina francesa y su madre, de origen italiano, Emilia Armanda Tomasa Cavenecia, ama de casa.

Quién podía dudar que esta morocha, de piel blanca y ojos negros, con su vestimenta de paisana y el pañuelito al cuello no fuera argentina, si lo que ella cantaba devolvía pasión por lo nuestro. Cantó “Mi Buenos Aires querido”, “La canción de Buenos Aires”, “Adiós Argentina” o “Caminito” con la misma fuerza de interpretación que la misma Azucena Maizani y que el propio Carlos Gardel.

El origen de su nombre —«de un país lejano»—, marcaría su rumbo, llegando y haciendo suyo cada lugar que visita. Podemos encontrar a Alina con otros nombres, como Alicia o Alma, en la prensa en distintas promociones de sus espectáculos, nombres que están relacionados y que tienen un mismo significado.

Alina —según datos que me aporta su nieta—, llegó a París alrededor de 1925, junto a su esposo el músico peruano Alfonso de Silva y su orquesta. Y allí vivió cerca de 15 años.

No sólo interpretó tangos. Durante la década del 30 se dedicó también a difundir estampas peruanas en base de pregones limeños recopilados por Rosa Mercedes Ayarza de Morales, recorriendo España y el norte de África.

Fue una figura destacada —«La estrella del tango»—, en la orquesta de Manuel Pizarro. Una vedette de la canción popular en París, así supo definirla en una nota de la Revista Mundo Gráfico, Nº 812, del miércoles 25 de mayo de 1927 bajo el encabezamiento: «El dulce veneno del tango, Pizarro, el brujo del bandoneón».

Los distintos diarios de la época la presentaban como: «La gran cantante criolla», «La cantora argentina más popular y más bella», «La argentina Alina de Silva, la de éxitos constantes, en sus creaciones criollas». «Gran atracción la cantora, Alina de Silva, única en su género», «La mejor estilista del tango argentino». «Creación de la bellísima y genial artista criolla Alina de Silva».

Triunfaban también en Paris interpretando nuestros tangos otras cancionistas, para muchos desconocidas, como Emilia García, Sarita Watle, Teresita Asprella, Sofía Bozán, Rosita Barrios, Gracia del Río y Eva del Erso.

Fue tapa de la revista La Rampe Nº 507, del 1 de diciembre de 1929, «Alina da Silva, la estrella de music-hall que triunfa actualmente en el Palace». La foto de la orquesta de Pizarro ilustraba muchas partituras y en ellas podía verse a Alina con una pose desafiante con sus manos en la cintura, vestida de paisana.

Luego del éxito de Alina, comenta Enrique Cadícamo —en su libro Historia del tango en París—, que Pizarro incorporó a dos cancionistas, Eva del Erso (conocida posteriormente como Blanca Negri) y la vedette española Gracia del Río.

Las partituras parisinas documentan su actuación en grandes teatros y cabarets. Las mismas muestran a una mujer de una belleza muy particular: “A media luz” (Un tango d'amour), “La muchacha del circo” (La gamine du cirque tango). El gran suceso de los Teatros Palace y Empire, “Mama yo quiero un novio” (Maman, je veux un amoureux). Todos en el sello Julio Garzón Editeur.

Fue junto a Gardel, la estrella del cabaret El Garrón y ambos grabaron, “Una noche en El Garrón”, tango de gran suceso a mediados del 20.

Fue vedette de la canción en una revista en el Cabaret Moulin Rouge de Paris, en el año 1929. Actuó en distintos teatros de España entre los que se destacan el Maravillas y el cabaret Maipú Pigalle.

Filmó cuatro películas de cortometrajes bajo el sello Pathé: Je t'adore maís porquoi, en 1930; Paris Music Hall, 1933; La crise es finie, en 1934 y Fort Dolores, en 1938. En la televisión francesa actuó junto a Maurice Chevalier, La Mistanguette, Charles Trenet y Josephine Baker.

En 1939, regresó a Lima donde hizo radio y teatro. En distintas partituras de canciones peruanas encontramos su imagen y su nombre: “La Chichera”, estampa limeña con letra y música de Rosa Mercedes Ayarza de Morales y “Tus ojitos”, vals criollo de la guardia vieja. Participó como cancionista, en 1944, en Radio Nacional de Perú.

Al final de su vida, se dedicó al arte, a realizar imágenes religiosas y figuras profanas, retablos, vírgenes, arlequines, ángeles y doncellas medievales. Podemos descubrir en Alina una mujer culta, amante de la música y la poesía, apoyando en Paris a varios poetas peruanos, encarrilados en la corriente surrealista de la que ella forma parte de manera indirecta, mostrando la realidad a través de sus emociones, sin responder a un molde determinado.

Alina nos permite descubrir en su repertorio distintos tipos de tangos, sentimentales, camperos, cómicos, arrabaleros y reos, a los que se amolda sin problema. Acostumbrada a trabajar con orquesta se adapta a cantar a dúo o con coros. Además, nos demuestra —en sus distintas interpretaciones—, el dominio del lunfardo, palabras muy nuestras que ella —aunque peruana—, sabe darle el verdadero sentido y valor. Según Manuel Pizarro, en su orquesta supieron empaparla con sus saberes tangueros.

El escritor Javier Barreiro hace una descripción precisa de ella como cancionista: «En el canto de Alina de Silva se percibe su sólida educación musical. Y su facilidad para aprender, pues cuando Manuel Pizarro le mostró cómo debía cantar el tango, atravesó con facilidad la frontera entre la educada vocalización de conservatorio y el desparpajo con el que debe cantarse el tango de esta época. Desparpajo, que es uno de los rasgos que más caracterizan el canto de Alina».

De su amplio repertorio podemos mencionar: “Cachito”, “Ilusión”, “Mano a mano”, “Ida y vuelta”, “Pobre paica”, “Araca corazón”, “Pobre pato”, “Malevaje”, “Ventanita florida”, “Añorando”, “Garufa”, “Confesión”, “Pero el día que me quieras”, “El aguacero”, “No te engañes corazón”, “Dónde estás corazón”, “Piedad”, “Yira yira”, entre otros.

Cantó también ritmos cubanos y rumbas: “La cucaracha”, “Negra consentida” y “Adiós mi chaparrita”.

Alina y su marido sentían pasión por la música. Alfonso fue un gran exponente de la música clásica y popular peruana, un violinista y pianista de gran virtuosismo. Ambos fueron personas muy sensibles y lo demostraron a través de su arte.

Sus ojos son una constante fuente de inspiración, esos mismos que le permitieron ver el éxito y leer e interpretar los tangos, generando una verdadera sugestión no sólo en su esposo, sino en el público que la admiro. Alfonso de Silva le escribió el tango “Tus ojos”, y sus versos dicen:

Tus ojos que contemplo con delirio
es a ellos que yo adoro con empeño.
Tienen la suavidad de tus caricias
y la dulce mirada del ensueño, ¡ay!
Y la dulce mirada del ensueño.

(Editions Costallat. Lucien de la Cour, Editeur, 1929)

Se la definió como «la cantora argentina más popular y más bella». Hoy resulta difícil dimensionar lo que significó su figura dentro del tango en París y en Europa. Creo que debemos otorgarle un lugar de privilegio dentro de la historia del tango argentino, por haberlo sentido como propio y por la difusión que le dio. Sus tangos nos devuelven una mirada franca de la vida, la misma que ella supo proyectar y transmitir en sus ojos negros y profundos.

Versión especialmente extractada para Todo Tango.

Agradecimientos: A Carlos Picchio que me permitió descubrirla a través del tango “Ilusión” junto a otros tangos y material ilustrativo, a su nieta Alina Abril de Vivero quien me aporto material gráfico y con quien verifique sus datos biográficos y a Javier Barreiro por su concepto sobre ella.