Luis Alposta

Nombre real: Alposta, Luis Alfredo
Poeta, letrista, escritor, conferencista y pintor
(30 junio 1937 - )
Lugar de nacimiento:
Buenos Aires Argentina
Por
Ignacio Xurxo
| Ricardo García Blaya

aleno, escritor y bardo;
un buen hijo del lunfardo
y de Corrientes angosta.


Hace mucho que Enrique Cadícamo bocetó estos versos con cariño, pero la síntesis ya es incompleta.

A su condición de médico con largo ejercicio de la geriatría, hace ya muchos años que debe agregarse algo, según él enriquecedor: es homeópata de la escuela del mítico Paschero. Incluso forma y aconseja a nuevos especialistas: sus discípulos llegaron a sumar más de cien colegas hechos y derechos.

Ni el consultorio ni la enseñanza han conseguido mitigar otras viejas devociones y, por el contrario, acumula nuevas obras literarias. Se acercan a veinticinco los libros publicados. Desde 2000 es miembro de la Academia Nacional del Tango y de la Academia Porteña del Lunfardo, a la que ingresó en el lejano 1968. Ocho años después pasó a integrar la Junta Central de Estudios Históricos de Buenos Aires, donde aporta también como Presidente y fundador del organismo similar de Villa Urquiza.

Sin embargo, a pesar de tanta actividad, el deliberado bajo perfil de Luis Alposta no se desprotege únicamente en conferencias y programas radiales. Es inocultable la calidad de sus muchas canciones que, con ritmo de tango o de milonga, pueblan el aire de nuestras ciudades. Desde "Campaneando mi pasado", compuesta con Rosita Quiroga, ha acumulado decenas de creaciones, por ejemplo siete en común con Edmundo Rivero, entre ellas "A lo Megata", tango ya clásico en Japón, país al que visitó tres veces.

También fue amigo entrañable de Osvaldo Pugliese con quien firmó composiciones en común. Día a día otros descubrieron la calidad profesional, artística y fraterna de Alposta. Uno de sus mejores exportadores es hoy el Tata Cedrón, quien grabó en París siete de sus letras traducidas al francés. También allá fue aplaudida a través del bronco Daniel Melingo la suite del horror, con piezas alusivas a "Jack the Ripper", "Frankestein", "Jekyll & Hyde", "Tango del Vampiro" y otros próceres sanguinolentos.

Recapitulemos: médico, poeta, historiador, académico y, habría que agregar, artista plástico esporádico con obras que han merecido el alto honor de ser robadas del Café Tortoni. Además de autor teatral, viajero con tres vueltas al mundo y etcéteras difíciles de agotar.

Alposta prefiere que lo califiquen amigo, amigo de tanta gente famosa que su hogar y consultorio, en el corazón de Villa Urquiza, guarda infinidad de memoria escrita, pintada o esculpida que es historia de la propia casa, pero sobre todo recuerdo vivo de una ciudad.

¿Puede creerse que, además de la torrencial actividad del dueño, él haya creado allí tiempo y espacio para el bullicioso tránsito de una feliz y numerosa familia? La persona que en realidad compone todo el tiempo es su joven esposa Vicky. Las fuerzas opuestas, a veces ocultas en sus propios misterios son los chicos: Luis, Ignacio, Emilio y Virginia, que se escalonan entre la preadolescencia y todos los ruidos del mundo.

A pesar de todo, el doctor Luis Alposta sueña y elabora allí sus propias armonías. No cabe duda, por la cantidad y calidad de los insólitos elementos que elige y va mezclando, que la creación multiforme a la que dedica su vida es rara y ardua, pero única. Seguramente una sinfonía.

Nota de dirección:
Resulta interesante transcribir unos párrafos que hiciera nuestro querido Jorge Waisburd, en ocasión de la presentación de Mosaicos Porteños, uno de los libros de Luis Alposta:

«Hay que decirlo: Luis es muchos Alpostas. El médico, el vecino de Urquiza, el estudioso, el amigo, el poeta, el pibe que se esconde detrás del tordo tordillo, el coleccionista, el esposo y el padre, claro. O sea: Luis Alposta está hecho de mosaicos, todos porteños, como su libro, armado como un gran mural artístico del que surgen emociones, enseñanzas, y esa característica de los creadores que buscándolo —o sin querer—, provocan el asombro.

«Luis es el que sin prejuicios escribe con Edmundo Rivero, con el Tata Cedrón o con el rocker Daniel Melingo. El que fabrica fábulas, tangos, micros para radio o capítulos del libro con personajes de una increíble galería, que van desde el pendejo que se ahogó en el río, hasta el Barón Megata o el mismísimo Conde Drácula, por mencionar sólo tres».

Y también, por Waisburd, la nota que envió a la Editorial Badosa de Barcelona, por un motivo similar:

«No me asombra, pero me maravilla. No me asombra, digo, porque conozco -en parte-, la increíble, prodigiosa, generosa obra de Luis Alposta. Me maravilla, digo, porque este poeta es como un océano capaz de bañar todas las costas.

«Puede darse vuelta como una media (como intentó Serrat con Tarrés), y al mirarse por dentro reflejarnos a todos, —uno por uno—, en el espejo. El que dijo «Los mutilados y los despreciados abrieron las ventanas festejando sus alegrías. Pudieron reír sobre los libros bailando en el espacio en que las mariposas dejan huellas».

«También, es el autor de sonetos lunfardos, páginas sueltas, mosaicos porteños a la manera de un Arlt del siglo XXI, observaciones inauditas, creatividad sin límites, porteñeza universal; todo impregnado de poesía.

«Alposta es un volcán en permanente erupción, que nos enfrenta a un abismo que de tanta poesía, a veces da vértigo».

Una confidencia final. Estaba con Federico haciendo nuestra rutina diaria de buscar y agregar contenido, cuando nos percatamos que nunca habíamos incluido la semblanza de Luis en las páginas de Todo Tango. No lo podíamos creer.

Intentamos dilucidar el motivo de tan paradójica omisión y sólo pudimos inferir, que la causa de tamaño descuido debía obedecer a la frecuencia permanente de nuestro trato -tanto en la Academia Nacional del Tango como en las charlas cotidianas que compartimos por teléfono o a través del correo electrónico-, todo lo cual, daba por sentado, que ya habíamos, largamente, superado el paso de su publicación.

Por eso me parece importante una última reflexión de nuestra parte. La obra de Luis, sus tangos, sus poemas y su prosa, más allá del alarde lunfardesco y porteño que se le reconoce, pinta una acuarela del hombre de la ciudad, con una pluma talentosa, llena de humor y sensibilidad que son propias de un tipo inteligente y comprometido como es él.

Se anima, además, a abordar personajes insólitos y muy lejanos a la temática del género y así desfilan, vampiros, descuartizadores y hasta el mítico Frankestein, en letras plenas de gracia y originalidad.

A esto, debemos sumarle su natural disposición para todo lo que sea la investigación y difusión del tango y su constante colaboración con nuestro trabajo.

En resumen, estamos en presencia de otro gran lujo de Todo Tango que, como la sopa de letras, mezcla dentro de una gran cacerola colmada de vida, a la homeopatía, la pintura, la poesía y los tangos.