Por
Néstor Pinsón

umerosos compositores tangueros han tenido sus mayores éxitos en sus comienzos, en su juventud, después van decayendo, si no en la calidad de sus obras, en la repercusión obtenida en el público. Y Luis Visca no fue la excepción.

Luego de una de sus primeras composiciones, el tango “Mi perdón”, con letra de Carlos Pesce y que le grabara Ignacio Corsini, en 1925, surgieron sus dos grandes éxitos: “Compadrón” y “Muñeca brava”. Los que nunca fueron opacados por ninguna de sus posteriores obras. Los dos tenían letras de Enrique Cadícamo.

El propio autor de las mismas, nos cuenta en su libro Mis memorias, que un día del año 1927 lo vino a buscar el Ratita Rafael Iriarte, con la noticia de que Visca tenía un tango nuevo y deseaba que le pusiera la letra. Lo fue a ver al cine donde actuaba y luego de la función, en el mismo palco se lo hizo escuchar. Le pareció que daba para un tema festivo y como era su costumbre escribió el «monstruo» (conjunto de palabras sin sentido pero que llevan la medida del ritmo de la melodía y facilitan recordarla, cuando llega el momento de los versos definitivos).

La inspiración en este caso le llegó al recordar a un personaje que frecuentaba el Café Paulista del barrio de Flores y al cual los parroquianos llamaban Purapinta, así nacieron los versos de “Compadrón”.

El tango lo estrenó Sofía Bozán en el Teatro Comedia, de Rosario. Carlos Gardel que estaba en esa ciudad, enterado de la actuación de La Negra, la pasó a saludar. De pronto escuchó el tema y se sorprendió con el ruidoso suceso que provocaba, ya que la sala íntegra coreaba el estribillo. Esa misma noche habló con José Razzano para reservar los derechos para la grabación, cosa que ocurrió el día 6 de octubre de 1927.

Según Visca, el estreno instrumental se produjo en Buenos Aires, en el Café Germinal, interpretado por la orquesta de Anselmo Aieta, donde él era el pianista. Y en cuanto al teatro de Rosario donde lo estrenó Bozán, decía que no fue el Comedia (como escribió Cadícamo), sino el Teatro Sarmiento.

Muñeca brava” surgió del concurso Max Glücksmann del año 1928 y Gardel lo llevó al disco el 28 de junio de 1929.

Sus primeras presentaciones profesionales como pianista, fueron a fines de 1924, en el Cine Colón de la avenida Entre Ríos, con un conjunto de músicos amigos, entre los que se encontraba Elvino Vardaro. Y en 1925, debutó en Radio Cultura, con un grupo armado al efecto.

Más adelante, integró el sexteto de Anselmo Aieta en la época en la que pasaron por sus filas, Juan D'Arienzo, Juan Cruz Mateo, Juan Polito, Jorge Argentino Fernández, Gabriel Clausi, Alfredo Gobbi y otros. Pasó por varias formaciones y con el conjunto de Antonio Arcieri, hizo una gira por Brasil.

Y llegó un momento importante en su trayectoria, al incorporarse a las huestes de Juan D'Arienzo, quien heredó una formación que le ofreció su amigo Ángel D'Agostino, cuando decidió seguir otro camino y le propuso que ocupara su lugar. Juan tomó la dirección y lo llamó a Visca para el piano. Pronto formaron rubro y así nació la orquesta D'Arienzo-Visca. Permanecieron juntos hasta 1934.

Era un hombre de carácter profundamente melancólico, frágil, que se enfermaba seguido.

Cadícamo fue muy amigo y confidente. En su libro nos relata que en una oportunidad antes de un viaje que iba a emprender a España, se encontró con Visca y este le pidió un consejo: «Entonces, sin más, me preguntó si debía o no casarse. Sorprendido apelé al hecho que yo era soltero y la respuesta se hallaba fuera de mi alcance... Nombré a San Pablo: «El que se casa hace bien». Y pude escapar al compromiso hablando del viaje que emprendería en pocos días.

«En la víspera del mismo, vuelvo a encontrarlo y me muestra el pasaporte mientras me comunica que se embarcaba conmigo en el Conte Rosso. Supuse que lo suyo era una fuga. Un grupo de músicos y cantores (los hermanos Spaventa, Ángel Maffia y otros, desde la cubierta comenzaron a cantar a los familiares en tierra aquello de: «Llora, llora corazón, llora si tienes por qué, que no es delito en el hombre, llorar por una mujer»... ¡Para qué! Visca se encerró en su camarote, gran parte del viaje, apenas si comía, los muchachos comenzaron a llamarlo el fakir».

De la orquesta de D'Arienzo se retiró en 1934, por motivo de la muerte del padre. En un reportaje realizado a Rodolfo Biagi, éste expresa que luego de regresar de una gira por Brasil como pianista de Juan Canaro, estuvo un tiempo inactivo. Se hizo habitué al Chantecler donde tocaba D'Arienzo de quien era amigo, al piano estaba Visca, y en varias ocasiones fue invitado a reemplazarlo pues se enfermaba seguido.

Visca además de sus temas y sus propias grabaciones, dejó su impronta en el cine. En la pionera película ¡Tango! acompaña al cantor Alberto Gómez cuando interpreta “Alma”.

En 1936, formó una orquesta para presentaciones en el Chantecler. En 1940, se puso al frente de un quinteto para acompañar al cantor Roberto Ray. Y, a partir de 1948, fue que encontró quizás, el lugar definitivo en su carrera, cuando se dedicó a presentarse como solista en diversos medios, particularmente en las emisoras de radio. Recuerdo sus ciclos en Radio El Mundo. Su estilo musical de simple concepción era bien aceptado por el público. En esta condición registró en el disco numerosos temas.

Otros títulos que le pertenecen aparte de los nombrados fueron: “Yo también”, que grabó Biagi con Jorge Ortiz y tantos otros; “Maldonado”, registrado por Osvaldo Fresedo con Ernesto Famá ; “Si tuviera vento” y “Barajando recuerdos”, (con letras de Cadícamo), el primero lo grabó Charlo y el otro Ricardo Tanturi con Alberto Castillo; “Fanfarrón”, registrado por Rosita Quiroga; “Amanecer”, instrumental, registrado por Julio De Caro; “Ivón”, también por Tanturi con Campos; “No me lo digas” (letra de Luis Rubistein), registrado por Enrique Rodríguez con Armando Moreno y muchos otros.

En una de sus formaciones orquestales contó con la participación del cantor Alfredo Castells, que por supuesto interviene en las grabaciones de “Compadrón” y “Muñeca brava”.

Nos alegramos de rescatar del olvido, a un músico de sus quilates, uno más de los tantos que hicieron grande nuestro tango.