Por
Oscar Zucchi

ació en Buenos Aires. Fue un ejecutante de muy buena técnica y discípulo de Arturo Bernstein. Su amigo de aquellos tiempos y colega Gabriel Clausi, (El Chula), aunque varios años más joven, recordó lo siguiente:

«Vivía en un corralón de la calle Independencia y Mármol, donde tenía una pieza en la que cohabitaba con una morocha que daba las doce antes de hora. Tocaba suave, ligado, con un estilo y sonido muy similar al de Pedro Maffia; muy buen sonido. Pienso que no llegó a trascender como debía. Hasta en el carácter y en los gestos se asemejaba a Pedrito. Era más bien circunspecto y poco comunicativo.

«Después vivió en la calle Guayaquil 249. Yo iba siempre a ensayar porque tenía dos bandoneones, uno estándar y el otro más chiquito, de esos que se les decía de estudio. Me apreciaba mucho y cuando me daba alguna partitura me la dedicaba: “A mi alumno y amigo”, pero en realidad yo no estudié con él».

Más adelante, Romeo ejerció la docencia con discípulos con mucho sentido tanguero como Juan Miguel Rodríguez, (Toto).

En 1922, fue integrante fundador en la primera orquesta de Francisco Lomuto, integrada por su hermano Enrique (piano) y Pedro Polito junto a Romeo (bandoneones), que incorporó el sonido del clarinte a cargo de Carmelo Aguila.

Ese mismo año se incorpora al conjunto de Carlos Vicente Geroni Flores, para actuar en el café El Palacio de los Billares justamente del barrio de Flores. Allí tiene a su lado al colega César Ginzo. Por entonces también, fue músico de Roberto Firpo alternando su trabajo con Juan Bautista Guido y José Schumacher, (El Inglesito).

En el verano de 1923, se alinea en el grupo dirigido por Juan Carlos Bazán, compartiendo la fila de dos fueyes con Ciriaco Ortiz. Raimundo Petillo estaba al piano. Actuaban casi en exclusiva para los lugares famosos de las colectividades: Unione e Benevolenza, (Cangallo 1372), Patria e Lavoro (Chile 1567) y el Casal de Cataluña (Chacabuco 863).

Volvió a Lomuto en 1925, con fila de tres, siempre Polito y el agregado de Ricardo Brignolo. Hicieron varias temporadas veraniegas en el Club Pueyrredón de Mar del Plata y también radio, como tantos otros en LOY Radio Nacional (luego Radio Belgrano).

En 1928, reaparece luego de algunas correrías, Juan Carlos Cobián con una importante formación para grabar en el sello Victor. Allí estaban Juan Carlos Cobián, alternando con René Cóspito. Los violines de Elvino Vardaro, Manlio Francia, Fausto Frontera, Bernardo Germino y Vicente Russo. Y Luis Petrucelli, Ciriaco Ortiz, César Ginzo y Romeo en bandoneones. Krauss en contrabajo y el estribillista Francisco Fiorentino.

Para los carnavales de 1929, se integró al conjunto de Minotto Di Cicco, el virtuoso que tuvo a su lado a Romeo, a Clausi, a Miguel Caló, a Luis Minervini y a los hermanos Bianchi.

Tuvo varias tentativas como director de conjuntos de ocasión, intercalando esa actividad con su labor en orquestas ajenas. Con ellas se han podido rastrear presentaciones en el Cine Cóndor, de la calle Pedro Goyena. El Café Buen Gusto, de José María Moreno y Asamblea. Y con su colega José Mocciola, en el Cine-Teatro Dante, de La Boca y en la glorieta de José María Moreno y Chiclana.

Sus últimas actuaciones habrían sido cumplidas, formando el rubro Romeo-Spinelli, con el cantor Roberto Morel.

Como compositor sus temas más difundidos fueron: los tangos “Agarrá viaje”, grabado por Lomuto en 1925; “El borrador”, por Firpo en 1922; “La vuelta al mundo”, por Firpo en 1925; “Pipiolo”, por Di Cicco en 1930; “Retazo”, por Lomuto en 1923. Otros tres tangos sin referencias fueron “Dicho y hecho”, “La gran familia” y “Flor de ceibo”.

De sus muchos valses el más destacado es, sin duda, “Un placer”, con letra de Andrés Alietti que lo llevó al disco por primera vez, Firpo para discos Nacional, en 1922, luego vendrían las versiones de Juan Maglio con Carlos Lafuente, de Juan D'Arienzo con Walter Cabral, la de José Basso con el dúo Floreal Ruiz y Alfredo Belusi, la de Aníbal Troilo y la del Cuarteto Troilo-Grela, ambas instrumentales. Por supuesto que existen muchas más.

Otros valses fueron: “Seductora” y “Perlas y lágrimas” con letra de Carlos Pesce.

Una curiosidad, que nos lleva a pensar que cuando algo está signado para perdurar en el tiempo logra su fin, no obstante los obstáculos que existan. Como ocurrió con “Un placer”.

Por aquella época —año 1921— no existía una entidad que defendiera los derechos autorales. Cada compositor escribía su obra en el pentagrama y, cuando podía, la editaba a través de una empresa editorial o en forma particular. Romeo, por su cuenta iba a tratar de interesar a las casas de música. En una oportunidad, cansado de no obtener una respuesta afirmativa, arrojó al aire las hojas del pentagrama y se olvidó de ellas. Pasó un año y marchó con Firpo para actuar en Rosario. Una noche comiendo en un bodegón, un pequeño y desconocido conjunto comenzó a tocar aquel vals sentimental, que él desechara. Aquellos músicos habían encontrado la escritura abandonada. La respuesta del público les llamó la atención. De regreso a nuestra Capital Firpo lo grabó de inmediato, por supuesto, con su autoría en la etiqueta del disco.

Del libro El tango, el bandoneón y sus intérpretes, 2ª parte, Tomo III.